Pilar Ivorra Ferrándiz. Renacedora, Facilitadora en Constelaciones Familiares y Formadora
La palabra chamán, de origen inuit, significa "el que sabe o el que tiene el conocimiento". Cada cultura tiene su palabra específica para denominar al hombre o la mujer de conocimiento. Desgraciadamente, en la nuestra, la palabra que más se acerca es la muy denostada "bruja" o "brujo", con todas las connotaciones negativas que le han caído encima a raíz de la iglesia católica. Llámense como se llamen, las personas con conocimientos sobre sanación han existido siempre en todas las culturas.
Chamán/a es aquella persona que puede adentrarse en otras dimensiones para obtener la medicina que necesita el enfermo que recurre a él/ella. Allí recoge la información necesaria sobre la planta que le ayudará, el ritual adecuado o acciones que deberá realizar, etcétera, y con ello ayudará a que la persona enferma recupere el equilibrio perdido.
En la consulta chamánica, el chamán o chamana deberá conectarse con sus guías a través de sus objetos de poder, las sustancias y/o las técnicas que le sean afines, además de viajar interdimensionalmente y obtener el remedio necesario para la curación.
Entre sus recursos se encuentran los objetos de conexión, tales como instrumentos musicales: tambores, chinasclas, entre otros. Objetos de poder venidos de otras épocas, incluso plumas de aves, y un largo etcétera.
Otro de sus recursos es la ensoñación. Durante el sueño lúcido el ensoñador se mantendrá enfocado en encontrar la solución al problema, totalmente consciente de que está ensoñando.
Y cómo no, las plantas de poder o medicinas, mediante las cuales se llega a estados alterados de conciencia. Estados que el chamán o chamana aprovecha para encontrar el remedio y poder aplicarlo posteriormente.
Pero las plantas de poder también pueden ser la medicina en sí misma. Así, si alguien se acerca pidiendo ayuda al hombre o mujer de conocimiento, es posible que se le administre la planta como parte del proceso curativo que necesita.
No perdamos de vista que absolutamente todas las culturas han utilizado sus propias plantas de poder. Que algunas siguen utilizándolas e incluso han conseguido legalizar su uso ceremonial como es el caso del Santó Daime (ayahuasca), y que ellas son, en realidad, la verdadera comunión, con uno mismo, la naturaleza y el cosmos.
Algunas son alucinógenas y otras no, algunas son enteógenos y otras no. No caigamos en el error de pensar que porque se llaman plantas de poder han de ser por fuerza plantas alucinógenas, ya que no es así.
Por ejemplo, la planta más poderosa y más sagrada para los nativos americanos de muchos pueblos es el tabaco. Aunque sea una amenaza para la salud en nuestra cultura, el tabaco es inocuo tal y como lo "tratan" en la cultura nativa americana.
Es la planta utilizada para levantar los rezos al Gran Espíritu. También se usa como pago por los servicios al chamán/a. Se invoca el espíritu del tabaco para sanaciones, etcétera.
La figura de la persona que ostentaba el conocimiento sobre curación ha sido sustituida en nuestros tiempos por el médico, y las plantas de poder por las medicinas elaboradas en laboratorios. Todas ellas basadas en principios activos que poseen las plantas que se han utilizado durante siglos por nuestros "brujos" y "brujas".
Sin embargo, ahora que hay un interés por volver a recuperar el equilibrio de manera más natural, sin tener que tomar productos químicos y sin verse envueltos en restrictivos diagnósticos médicos, de una manera más holística. La figura del hombre o mujer medicina, es decir, de quien es capaz de curar con los recursos naturales, tanto de la Madre Tierra cómo del propio ser humano, vuelve a surgir como una posibilidad alternativa para la curación. Y en ese sentido, los chamanes y chamanas vuelven a ser consultados y, con sumo respeto, seriedad y rigor, como siempre hicieron, vuelven a prestar sus servicios a quienes lo requieran.
Quizá en algún momento podamos hablar de magia, al fin y al cabo la magia no es más que un cambio en la conciencia. Lo que es absolutamente cierto es que hablamos de ella con seriedad, respeto y con la experiencia de cientos de años de eficacia en temas de curación en muchísimas tradiciones y culturas diferentes.
Y nunca olvidemos que no sana tanto la terapia como el terapeuta que la ejerce a través de su entrega, servicio y amor.
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