Emi Zanón Simón. Escritora y comunicadora
Deseé no despertar del profundo y agradable sueño en el que permanecí sumido todo ese tiempo, quizás por las elevadas fiebres. Y es que los sueños, ese estado aparente de suspensión de la conciencia consciente, son tan reales, tan vivos, como la vida misma. Mis percepciones físicas y emocionales fueron de tal magnitud que no había separación entre lo que llamamos realidad y sueño. Fui consciente de que los dos son una misma cosa. No hay separación. Recuerdo a mi padre, profesor de literatura medieval, recitarnos con pasión, a mi hermano Emil y a mí, al lado de un confortable hogar, los versos de Guillaume de Lorris, en su famoso "Roman de la Rose" –una de las más grandes creaciones literarias trovadorescas del siglo XIII– que decían que:
"Hay muchas personas que dicen que en sueños/ todo es una fábula, todo una mentira;/ no obstante, sucede que pueden soñarse/ cosas que no son nada fabulosas/ sino que, al contrario, son muy verdaderas"».
Extracto de la novela "Yámana, Tierra del Fuego", de Emi Zanón, Capítulo X - El Sueño
¡Uff! ¡Sólo ha sido un sueño! ¡Qué alivio! Estas suelen ser nuestras palabras al despertar de un sueño nada halagador. O quizás, por el contrario, despertamos eufóricos y alegres deseando que ¡ojalá fuera verdad! Y es que seguimos pensando que todo aquello que no entra dentro de la vigilia no existe, no es real. Sin embargo, los sueños han llamado enormemente la atención del ser humano desde tiempos inmemoriales. En cada etapa, la humanidad se ha asomado al mundo onírico con las herramientas que su desarrollo psicológico y científico le han permitido. En nuestra época, ya hemos desvelado gran parte del misterio de sus mecanismos y sabemos que los sueños son una fuente inagotable de conocimientos sobre las partes inconscientes de nuestra personalidad, además de ser nuestra puerta de entrada a otras realidades paralelas.
Los estudios realizados demuestran que, si el dormir es para regenerar el cuerpo, el soñar es para reorganizar nuestra conciencia. En definitiva, el soñar es un privilegio que nos permite aprender y evolucionar. Sólo habría que echar un rápido vistazo en nuestra historia más cercana para darnos cuenta de que los grandes saltos que ha dado la humanidad se han debido, principalmente, a los sueños de mentes lúcidas en todas las áreas del saber, como Einstein, Mendelev, Keluli, Bohr, en la ciencia; Wagner, Luis Carrol, Stevenson, en la inspiración; César, Carlomagno, Alejandro Magno, Lincoln, Hitler, en el poder. Y un sinfín más.
Para las culturas antiguas los sueños eran un viaje a otra dimensión tan real como la realidad misma. De este modo, en el transcurso de la experiencia onírica, todo era posible: comunicarse con los seres queridos, descubrir señales para guiarse en la vida cotidiana o dialogar con los mismísimos dioses. Hace seis mil años, los sumerios no distinguían entre el mundo real y el onírico, creyendo incluso que era un mundo más poderoso que el real. Para griegos y romanos eran tan importantes que los líderes siempre se hacían acompañar de intérpretes de los sueños. En China se ayudan de los sueños para diagnosticar enfermedades. Y en el mundo védico se puede viajar a otros lugares y entrar en contacto con otros mundos, dependiendo de nuestra conciencia y nuestro grado de evolución espiritual. En Europa debemos a Freud y Jung que los sueños sean considerados de nuevo como una herramienta importante para nuestro autoconocimiento y desarrollo.
Podría seguir hablando de la mecánica de los sueños, de los tipos, de los arquetipos y de muchas cosas más relacionadas con ellos, pero el espacio no me lo permite. Os invito, sin embargo, a investigar e iniciar un camino de autoconocimiento a través de su estudio. Aprender a interpretar sueños y su simbología ayuda a expandir la conciencia, la memoria y la concentración; a fomentar la creatividad y flexibilidad mental, así como a integrar de forma ecológica la información onírica en la vida cotidiana. Y lo más hermoso: iniciar la conexión con tu yo superior. Con mis mejores deseos.