Mari Carmen Vilata Climent
A lo largo de los años he visitado a muchas personas, cada una de ellas diferente y con situaciones de vida totalmente únicas. Todas las personas desean mejorar, aunque hay diversos factores que influyen a la hora de poder realizar un cambio auténtico en la vida, por ello es oportuno hablar del poder del entorno.
No basta con cambiar tus creencias y percepciones, además, es conveniente reforzar el cambio una y otra vez haciendo cosas diferentes a las que hacías antes y que te muevan hacia el nuevo estado del ser, dando pequeños y firmes pasos cada día.
Cuando las personas regresan a casa, ven a sus parejas, duermen en la misma cama, toman la misma comida o simplemente siguen jugando al ajedrez con los mismos amigos que se quejan de sus achaques, simplemente el entorno les recuerda su antigua personalidad, y ese entorno siempre va a recordar ese antiguo estado del ser.
Al suceder esto, las personas recuerdan quiénes eran antes y vuelven a adquirir esas identidades y sus diversos problemas, se vuelven a identificar con el entorno porque el entorno es poderosísimo.
El condicionamiento en nuestras vidas crea intensos recuerdos asociativos que a su vez estimulan funciones fisiológicas subconscientes y automáticas al activar el sistema nervioso autónomo.
Por lo tanto, al volver al entorno habitual, el cuerpo adquiere el antiguo estado del ser de forma automática y fisiológica sin que la mente consciente lo pueda controlar, pensando y sintiendo de la misma forma condicionada, y allí el cuerpo será la mente que responde al entorno.
Por eso a cualquiera que se encuentre en esta clase de situación le cuesta tanto cambiar.
Y cuanto mayor sea la adicción a la emoción, mayor será la respuesta condicionada al estimulo del entorno.
Por ejemplo, pongamos que eres adicto al café y quieres dejar de serlo, si te pasaras por mi casa y yo estuviera preparándome un café, al oler el aroma, ver como lo tomo, etcétera, tus sentidos responderían de forma automática cuando captaran los estímulos del ambiente y tu cuerpo-mente ansiaría recibir su recompensa fisiológica para convencerte de que tomaras un sorbo o dos de café.
Pero si hubieras superado tu adicción al café y yo me preparara una taza delante de ti, podrías decidirlo o no sin ningún problema, porque responderías sin estar condicionado por el recuerdo asociativo de tu entorno y ya no te produciría el mismo efecto.
Lo mismo sucede con nuestras emociones, al evocarlas haces que vivas en el pasado, pues el estado interior hizo una asociación exterior que te afecta en el presente; si superas tu adicción a la emoción que sea, al cambiar tu programación subconsciente, aunque estés en las mismas condiciones, esa realidad del pasado ya no tendrá lugar en el ahora.
Por ello hay momentos que permanecer con los mismos vínculos es tóxico.
Nuestra conciencia personal y la colectiva merecen otra distinción relacionada con nuestro deseo de madurar y cambiar, el crecimiento individual depende de nuestra capacidad de autonomía, por encima de cualquier remordimiento de conciencia personal hacia nuestro entorno o nuestros padres. No obstante, esta conciencia colectiva solo nos permite conseguir esta autonomía hasta cierto grado, es decir, debemos estar dispuestos a tomar un determinado destino que recibimos junto a la vida, y aceptar el hecho de que formamos parte de una determinada familia, con su historia. Solo cuando aceptamos esto, podremos empezar a superarlo y a realizar cambios reales en el presente. Pero de esto hablaré más profundamente en el siguiente artículo y sobre las influencias sistémicas que influyen en estas conciencias.