Emi Zanón. Escritora y comunicadora
En enero de 2010 llegó a mí un correo en el que se hablaba de la entropía. Concretamente, de desmontar la entropía. Este término procede del griego y significa evolución o transformación y en el siglo XIX fue utilizado por el físico y matemático alemán Rudolf Clasius para dar nombre a sus ideas como teoría de la energía perdida. Hoy en día, el concepto de entropía se aplica además al campo análogo de pérdida de datos en los sistemas de transmisión de información.
Hoy, cuando esto escribo, siete años después, y ante el escepticismo de uno de mis lectores del artículo del mes pasado "2017: en busca de la sostenibilidad", he sentido que debía escribir sobre lo mucho que hemos avanzado en estos siete años tanto en el mundo científico como en nuestras conciencias. Escribir sobre lo mucho que hemos desmontado ya la entropía al empezar a considerar que nuestra inteligencia interior, la del ser humano, se rige por leyes y patrones que configuran y aseguran el control de la misma. A diferencia de los demás seres vivos, nuestro ADN está codificado para vivir y no para morir, como ya se ha demostrado científicamente (me remito al artículo que escribí en 2015 sobre epigenética).
El estereotipo del tiempo como flecha inexorable hacia delante ha sido también desmontado por la demostración científica de la existencia del espacio cuántico. El tiempo no es absoluto. Cuando dos partículas intercambian energía pueden moverse hacia atrás o hacia adelante en el tiempo. Pasado, presente y futuro se dan en el aquí y el ahora. El presente es la forma de toda vida, decía ya Schopenhauer (según recoge Borges en su "Historia de la eternidad" cuando habla del "tiempo circular").
Estos avances en el conocimiento de nuestra especie como entidades energéticas con libre albedrío que interactúan con todo lo que existe, nos hablan claramente de que somos capaces de transformarnos, de renacer, de reescribir nuestras vidas, solamente elevando nuestra propia frecuencia vibratoria. Elevando nuestra propia Luz. Los pensamientos de amor y gratitud generan una química muy beneficiosa que activa los neurotransmisores del bienestar que refuerzan nuestro sistema inmunológico. Somos, según sabemos ya en el Nuevo Paradigma, una red de inteligencia abierta a las infinitas posibilidades del mundo cuántico, en contra de lo que pensábamos o conocíamos en el viejo paradigma mecanicista en el que éramos caprichosas reacciones químicas al azar sentenciadas a la decadencia y a la entropía.
Nuestras mentes empiezan a trabajar de manera expandida con una conciencia cuántica. Estamos viendo y viviendo de manera inminente grandes cambios personales que nos llevan a una revolución en nuestro modo de concebirnos y entender el mundo. La autocuración, la abundancia, el bienestar, el sentimiento profundo de sentirnos plenos, coherentes, felices y abiertos a todo porque nada es imposible en el mundo cuántico, depende única y exclusivamente de uno mismo.
Creer es crear. Empezar a imaginar, a visualizar que un mundo mejor es posible para todos es hacerlo realidad ya. Cuantas más mentes positivas enfoquen su intención y atención en ello, más pronto se materializará en este plano. Trascender la dualidad, convertirnos en mensajeros y portadores de luz para que cada vez más conciencias se expandan y fluyan en el universo cuántico, es nuestra responsabilidad y compromiso en este momento. Voluntad y paciencia, las consignas.
emizanonsimon.blogspot.com.es
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