Ana Pérez. Terapeuta Gestalt, coach y periodista
"Yo soy Yo, Tú eres Tú. Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas. Tú no estás en este mundo para cumplir las mías. Tú eres Tú, Yo soy Yo. Si en algún momento o en algún punto nos encontramos será maravilloso, si no, no puede remediarse. Falto de amor a Mí mismo cuando en el intento de complacerte me traiciono. Falto de amor a Ti cuando intento que seas como yo quiero en vez de aceptarte como realmente eres. Tú eres Tú y Yo soy Yo".
Oración de la Gestalt, Fritz Perls
La primera vez que escuché estas palabras en alguno de los seminarios iniciales de mi formación como terapeuta gestalt hace ya más de una década –¡oh, enaltecidos recuerdos de mi colección privada de mejores momentos!– dudé de si estaba entre una panda de locos. Ahora lo sé y les bendigo con todo mi corazón. Además de estar en clase todos tirados por el suelo (docentes y estudiantes) sobre montones de cojines, cojines con los que hablábamos, me quedaron también algunos preceptos que hasta ese momento habían regido mi vida. ¡Viva!
No sólo necesité los tres años intensivos de preparación como gestaltista, sino unos cuantos más para poder entender plenamente el significado profundo y revolucionario que el astuto Perls quiso legarnos. El mismo Jesús, mal entendido, nos dijo ama al prójimo como a ti mismo, no más, no menos. Independientemente de que seamos religiosos o no, estamos en una cultura cristiana y, por tanto, el inconsciente colectivo nos afecta. Verdaderamente ha sido todo un trabajo de fino encaje de bolillos darme cuenta para poder liberar a todos y cada uno de los personajes que han poblado mi vida de sus responsabilidades en cuanto a mis penas y mis glorias, y atribuirme todo el mérito, que ahora proclamo como Mi Poder, y que antes tarareaba la culpa fue del chachachá.
¿Por qué cuando viajamos en avión y l@s auxiliares de vuelo nos dan las instrucciones para casos de emergencia nos dicen que en el momento de necesitar la mascarilla de oxígeno primero nos la pongamos nosotros y luego intentemos ayudar a los otros pasajeros?
El egoísmo inteligente es una fuerza poderosa capaz de cambiarnos la vida, una capacidad extraordinaria, y por tanto poco común, que le permite a un@ obtener todo lo que se merece y, lo más importante, sin sentimiento de culpa. El egoísmo inteligente es una estrategia de vida sana, positiva y necesaria. Pensar en ti mism@ quiere decir que te conoces y que sabes lo que necesitas para ser feliz, que te haces responsable de tus necesidades y tu bienestar, y que ya no "le cargas ese muerto" a ningún otro. Esto es absolutamente diferente del egoísmo malo, que consiste en conseguir lo que quieres, perjudicando y haciendo daño a los demás, y del narcisismo patológico, que coincide con una baja o errónea autoestima.
En cambio, el egoísmo útil es autoestima sana: significa conocerte y darte lo que necesitas. Para iniciarnos en esta recomendable práctica del egoísmo inteligente es conveniente hacernos un par de preguntas en lo más íntimo de nuestro corazoncito: ¿para qué he venido yo a esta vida? y ¿cómo podría cuidar de mí mismo?
Sólo si me cuido a mí mismo podré cuidar a los demás, sólo si me doy a mí mismo podré dar a los otros, sólo si me quiero a mí mismo podré querer a los otros. Si estamos mejor con nosotros mismos, si estamos satisfechos y plenos, eso es lo que proyectaremos hacia el mundo, sea amor o negatividad. Como el jugo de un limón, sacas lo que eres. No puedes dar lo que no tienes, es así de simple. El egoísmo inteligente es ser autónomo, aquel que se rige por sus propias leyes frente al heterónomo que vive bajo las leyes de otro. Eso supone que voy a sacrificar tus necesidades, tus preferencias y tus deseos paras satisfacer mis deseos, mis preferencias y mis necesidades porque me amo y me valoro, y acabar con los sentimientos de miedo y de culpa y con la creencia de que estoy faltando a la fuerza de voluntad.
Es importante conocer a los saboteadores que nos podemos encontrar en el camino del egoísmo benéfico: el miedo, la culpa y el sacrificio. Ojo con las madres y las abuelas porque son las más sacrificadas, nos dan el ejemplo que tenemos que ser sacrificados y no felices, y este mandato pasa de generación en generación y nunca nadie llega a ser feliz. Trampas de la entrega. Además, con la sobreprotección otorgamos una visión pobre acerca del poder y capacidades que tiene el otro, a la vez que hacemos que esté en deuda por darle tanto; tanto sacrificio es una jaula de oro. Muchas veces también la entrega, que además está muy bien vista, es una huida de la propia vida porque no sabemos qué hacer con nosotros mismos, al haber dedicado tan poca atención a conocernos nos convertimos en unos auténticos desconocidos y preferimos huir de ese vacío.
Y ojo con los papás: hay que escuchar las cosas que los hijos dicen que les gusta hacer y no manipular ni escoger la carrera por indicaciones de los padres, sean éstas basadas en sus propias ansiedades, en sus anhelos insatisfechos o en que socialmente queda bien.
Si puedes mimarte a ti mismo llegarás a experimentar un gran placer y gozo en la vida. ¿O tienes algún otro plan mejor?