Somos testigos de una entrevista, mejor dicho un diálogo, entre Ramiro Calle, pionero en introducir el yoga en España y director del Centro Shadak en Madrid, y Víctor M. Flores, fundador del Instituto de Estudios del Yoga y creador de los congresos de yoga en Marbella –que este año cumple diez años–, Valencia (España) y Granada (Nicaragua). Ambos, también escritores y coautores de tres libros. A continuación compartimos pasajes destacados que, como el mismo Ramiro define en la introducción, refiriéndose a Víctor, no pueden dejar indiferente a nadie.
En el comienzo, Ramiro pregunta qué encontró Víctor de especial en el yoga. El interrogante es para un hombre joven que previamente había recorrido otras sendas hacia la sabiduría, como el budismo tibetano. “El budismo mágico tibetano es eso, mágico, y me cambió la vida. Pero me resultaba excesivamente laberíntico. Necesitaba algo más directo y en algún punto comprensible. Sin duda, la claridad que ofrece la palabra de Buda hace muy liviana la existencia y fácil de soportar. No obstante, el yoga fue una vía directa para mí, muy fácil de asumir, un beso muy cálido”.
A continuación, Ramiro plantea que existe en el mundo del yoga la tendencia de no esforzarse, no seguir ninguna disciplina… ¿Acaso hay atajos para llegar al cielo? Víctor dice al respecto que “sólo existe lo bueno-bonito-barato en los supermercados” y que “el yoga es una senda estrecha, no un camino ancho”. Y más adelante advierte: “El hatha yoga me ha cincelado en las sombras y me ha enseñado que al final del túnel hay una lucecita muy pequeña, pero capaz de incendiar al mundo”.
Al mejor “estilo Ramiro Calle”, en otro momento de la charla la pregunta es sobre “todos esos que se dan el pisto de iluminados y caen en el juego perversamente narcisista de decirles a los otros yo te enseño porque tú no sabes”, “de los salvadores de almas” y “de esos mentores hindúes que llegaron a América y vendieron su alma al diablo falseando el yoga para rentabilizarlo y mercantilizarlo”. Su interlocutor no se escabulle y responde: “El tú no sabes es muy propio de los indios. Siempre tratan de hacerte sentir un ignorante y te pasan por la cara ancestrales sabidurías con las cuáles Occidente estará siempre en deuda. Pero no podemos olvidar nuestras raíces, nuestra vasta y rica cultura, nuestro arte, nuestra ciencia. Quizá el gran error de Occidente fue no sólo asumir esa cultura como lo mejor, sino tratar de imponerla a sangre y fuego, aunque Oriente también tiene sus claroscuros”. Y agrega: “Los salvadores de almas son siempre cazadores de brujas”.
Ya en terreno del análisis interno en cuanto al ambiente yogui, Ramiro señala: “Llama la atención que, siendo el yoga una enseñanza para superar el ego, se den tanta autoimportancia algunos preceptores. ¡Más ego imposible! El peor de los orgullos: el espiritual”. Así, interroga “por qué hay gente que está en el yoga y no les cambia sus actitudes y conductas mezquinas”. Para Víctor, esto se debe a que “no están el yoga de espíritu, sino de cuerpo. Sólo están, no son. El yoga te da paz mental y flexibilidad, pero es incapaz de otorgarte discernimiento si insistes en ser imbécil”.
Una de las inquietudes que expone Ramiro, cómo proteger la inestimable herencia del yoga verdadero, encuentra la confianza de Víctor en que “se trata de una labor de honradez por parte de los maestros y profesores; el yoga es un ente vivo, se lo puede estudiar, adaptar e investigar, pero indiscutiblemente hay que ser guardianes de la tradición de los Himalayas”.
Asimismo, ante la proliferación de diversas propuestas que buscar ser amparadas por el paraguas del yoga, Víctor afirma que “tú puedes crear un estilo, un linaje, mientras tengas un fundamento. De lo que no puedes hablar es de un origen maya del yoga ni crear una escuela de flamenco yoga”. Lo dice basado en el hecho de haber pasado por muchas escuelas contemporáneas, “algunas muy mestizadas con la danza, muy serias, fascinantes, que respeto muchísimo”, pero reconociendo que está volviendo cada vez más a los orígenes, “a un yoga clásico con una fuerte impronta del conocimiento anatómico moderno”.
Antonio García Martínez, conocido procurador en el ámbito judicial y “gran practicante de yoga”, como lo define Ramiro (su maestro reconocido), es uno de los fieles lectores de los libros de Víctor y quien siempre espera el siguiente. Ramiro aprovecha al comentarlo y quiere saber cuál será. “La próxima publicación –anticipa– está programada para septiembre, Libro de la Mujer, que editará Arcopress”. En él tratará lo concerniente a la enfermedad de este siglo, como lo expresa sin dudar: la mala postura y los dolores de espalda. “Para muchas personas su máximo esfuerzo es cambiar el canal de televisión con el mando a distancia. Hemos diseñado un mundo de bienestar basado en el mínimo ejercicio físico y eso se traduce en hombros abatidos, problemas de lumbo-ciática y figuras corporales tristes y desanimadas. Es necesario reflexionar y dar las pautas para recuperarnos y así morir jóvenes lo más tarde posible”.
Hacia el final, Víctor se refiere a la décima edición del Congreso de Yoga de la Costa del Sol, que como siempre será en Marbella, este año del 23 al 25 de septiembre en el Palacio de Congresos. “Para mí es muy emocionante porque tengo el privilegio de asistir y cumpliré dos años que no he vuelto a pisar mi tierra”, dice como preparación de un viaje que lo traerá desde Nicaragua, donde actualmente reside y trabaja. “Ser emigrante no es fácil aunque estés rodeado de gente maravillosa: te conviertes en un extranjero doble, no eres ni del puerto al que llegaste y, poco a poco, te vas desligando del que partiste”.