Aurelio Álvarez Cortez
No vamos a contar el cuento, pero la historia resulta ser sumamente original y bonita. "Es una fábula inspiracional, no hay sorpresas como en un thriller", dice Andrés Pascual, quien junto a Ecequiel Barricart escribió "El oso, el tigre y el dragón", editado por Urano. Estos dos amigos desde hace más de 25 años –con una relación como de hermanos a partir de un grupo de rock, uno de los tantos tránsitos compartidos por diferentes caminos de la creatividad– impulsaron la idea nacida de la experiencia laboral de Ecequiel (en su agencia de diseño de marca) y se propusieron hacer una obra al estilo de las grandes, como las de Esopo, o más modernas, como Juan Salvador Gaviota, El Principito o El Caballero de la Armadura Oxidada.
Esos tres animales, entre la realidad y el mito, "ante todo son un escáner del corazón, la mente y el alma –explica Andrés– con los cuales somos capaces de detectar qué va mal en nuestras vidas y cómo poner remedio" porque "lo que quiere transmitir el libro es una herramienta para definir cada parte de la vida y corregir si es necesario".
El oso es el encargado de gestionar las emociones y gracias a él podemos redescubrir la capacidad de amar. Por su intervención nos damos cuenta de que somos seres únicos, "con grietas y virtudes, capaces de brillar más allá de ellas". Llegamos a amarnos a nosotros mismos, en primer lugar, lejos del egoísmo. Como el mismo autor expresa, "el oso nos abraza para transmitirnos su generosidad, aceptación y compasión".
Por su parte, el tigre "muestra sus garras para conseguir nuestras metas con un plan de acción en el mundo material", mientras que "el dragón nos eleva a lo más alto para divisar lo verdaderamente importante en nuestro propósito vital, más allá de las alegrías y tristezas, del mundo caótico de las emociones y acciones con las que bregamos en el día a día".
Andrés sostiene que "vivimos la realidad en que creemos, que soñamos... para nosotros estos tres animales están realmente vivos en nosotros y, desde el momento en que te sumerges sin velos en la fábula de Gabriel (el protagonista de la historia), para ti también están vivos porque pasan a formar parte de tu realidad".
En uno de los pasajes de "El oso, el tigre y el dragón" aparece esta frase tan poética como contundente: "Puntada a puntada para tejer un buen porvenir". Andrés la traduce así: "La vida se da paso a paso. Es el secreto para conseguir cualquier meta vital: dar el primer paso ahora, que es el único momento que existe; el pasado y el futuro son una ficción, no podemos obviar la responsabilidad que tenemos de actuar en el ahora. Por eso decimos que la vida no es un derecho sino una obligación, y como sastres de nuestra propia vida tenemos la obligación de dar la primera puntada en este momento".
En otro párrafo se puede leer: "No hay que esperar que los astros se alineen, sino que tú tienes que alinearlos". En palabras del autor, y contradiciendo algunas creencias, "cuando sueñas con algo, el universo no confabula para que se creen las circunstancias precisas a tu alrededor, no, ¡quien confabula eres tú! Porque al perseguir un sueño, un objetivo, un propósito, y eres consciente de que andas tu propio camino, paradójicamente deja de importarte el conseguirlo, sabes que estás haciendo lo que tienes que hacer. Si no alcanzas algunas metas aparecen otras oportunidades con las que no contabas".
Para ello hay que prever que "paradójicamente, la zona de confort no es confortable, sino apenas conocida" y "si no salimos de ella, se debe a que nos da miedo lo inexplorado. Sin embargo, al final te das cuenta de que al otro lado de la puerta no ocurre nada, sino que simplemente se abre un sinfín de posibilidades y nuestros miedos se disuelven".
En cualquier caso, y ante el estigma que significa todavía cometer errores, "tenemos que tener claro quiénes somos y cuál es nuestro propósito vital, que está por encima de los objetivos diarios", dice Andrés, para enfatizar: "Con estas dos certezas saludables, dos tesoros que nadie puede arrebatar, el mundo real no podrá vencernos ya que nuestro tigre actuará libremente para seguir avanzando y sabremos que a continuación vendrá la cima".
Ante un signo de los tiempos como es el consumo desmesurado, en el libro se advierte que "el deseo constante nos posiciona en la escasez, en la infelicidad". "Esto no quiere decir que no tengamos que desear –aclara–, al fin y al cabo el hecho de forjarnos objetivos no es sólo material sino también emocional, lo que nos empuja a caminar. El error está en creer que necesitamos estas cosas, en convertirnos en esclavos de las cosas que conseguimos. Debemos contextualizar: valorar lo que tenemos, relativizar lo que no poseemos, y tomar conciencia de quiénes somos y la fortuna de estar vivos".
Otra cuestión que plantea la modernidad es la esclavitud del tiempo. Al respecto, en la fábula se reflexiona que quien no está sometido a esta situación "tiene todo el tiempo del mundo". Andrés conoció en uno de sus viajes al jefe de una tribu hamer, grupo étnico africano que vive en el sur de Etiopía, quien le dijo: "Todos los blancos tenéis reloj, pero ninguno tiene tiempo". Desde entonces no lleva nada en su muñeca. "Perder la concepción del tiempo material y psicológico, tal como lo hemos forjado, rompe todas las cadenas y nos convierte en seres libres, lo cual no significa que no necesitemos un calendario para felicitar a un familiar o amigo por su cumpleaños o llegar pronto para entregar un informe en el trabajo".
Por último recordamos otra frase de "El oso..." para tener presente: "No hay nadie como tú". Andrés afirma: "Somos únicos y al mismo tiempo, todos, la misma persona. Seres minúsculos en el espacio y tiempo, que albergamos la fuerza necesaria para brillar y alcanzar cualquier desafío".