Aurelio Álvarez Cortez
“En la infancia sabemos hacer muchas cosas: disfrutar, vivir el aquí y ahora, entregarnos a la fluidez del momento… y empeñarnos hasta el final para conseguir lo que queríamos”, dice Antonio Beltrán Pueyo explicando el origen del título de su libro “El método del algodón de azúcar”, publicado por Zenith (Planeta). Además de una anécdota familiar que narra animadamente, señala que dicho título surgió luego de terminar el contenido mismo. “Me di cuenta de que a medida que iba lo desarrollando hacía muchas evocaciones al vivir el presente y que la vida es como un gran lugar de juego en donde todo tiene cabida”, agrega, “pero sabiendo que hoy es como un algodón de azúcar, pronto se acaba en la nada apenas cuando empezamos a comerlo”.
Beltrán Pueyo es licenciado en Derecho, máster en Asesoría Jurídica de Empresas y en Psicoterapia Gestalt, graduado en Psicología, y fue directivo de empresas familiares. Fundó una consultora dedicada al desarrollo personal, profesional y organizacional, que trabaja tanto con empresas privadas como entidades del tercer sector, centros educativos, instituciones y organismos públicos.
La alegoría del algodón de azúcar se sustenta en que “la vida es constantemente un surgir de oportunidades, subidas y bajadas, pero al final, por encima de todo ello, está la persona, la intención en lo que hace, en qué centra la atención, y lo que esto logra en su día a día”.
El método de Beltrán Pueyo se va desarrollando a lo largo de siete pasos, en los que invita a tomar contacto con aquellas habilidades de la niñez –la experiencia del presente, alejarse de la razón y conectarse con la sensación, entre otras–, que se pueden recuperar en la etapa adulta. “He comprobado que la mejor forma en que una persona puede afrontar su vida tal como es, tomando decisiones vitales, organizando momentos complejos e integrando todo ello para que le sea útil, es con siete pasos. Ni seis ni diez, siete, ni más ni menos”, enfatiza.
Esos siete pasos son:
· Analizar la situación
· Observar las emociones asociadas
· Descubrir los pensamientos
· Explorar las motivaciones personales
· Definir los aspectos clave para el cambio
· Concretar las acciones para el cambio
· Pasar a la acción
Con la clara intención de que el autor busca “romper personajes y abrir a las personas”, según su propia definición, los pasos citados se pueden resumir así: “lo primero es tomar contacto con nuestro presente y aprender a escuchar nuestro interior; saber observar desde una posición espectadora qué emociones se sienten, qué creencias hay asociadas, qué se esconde detrás de ellas. Luego, qué es lo más importante para nosotros en la vida, el contacto con nuestros principios y valores universales, y desde ahí articular la vida que se desea y quiere, siempre mirando por el desarrollo personal y en bien de los demás”. Mientras que en la mayor parte de los pasos, los iniciales, predomina la actividad del hemisferio derecho, en el último, mucho más racional, mental, cobra protagonismo el hemisferio izquierdo.
Es decir, el objetivo es “conocernos mejor, escucharnos, entendernos, respetarnos, marcarnos ideas y criterios para conseguir lo que queremos, comprender que siempre nos sentiremos bien cuando elegimos el camino que nos marca nuestra voz interior”.
“La psicología humanista resuma mi trabajo por los cuatro costados. Son quince años de transformación radical y absoluta, en todos los aspectos vitales. Una apuesta absoluta para que el ser humano pueda aprender, con una instancia previa en la que tiene que quererse”, expresa Beltrán Pueyo, quien se define como “un humanista creyente y convencido de que una persona cuando toma contacto con lo mejor de sí se pone al servicio del prójimo”. Por eso “es importante que la gente pierda el miedo y que descubra que hay mecanismos, herramientas y sistemas para enfrentar las cosas tal como se presentan. Teorías, modelos psicológicos, para que ese lado racional que tenemos en Occidente también lo aprovechemos. La razón es nuestra mayor herramienta y para ello antes debemos contactar con la energía interior”.
Este enfoque lo ha transmitido a su hijo, que hoy tiene 21 años y que ha sido educado con un modo de vivir que su padre también lo ha aplicado al campo personal y profesional.
“La propuesta –concluye– es un viaje al cerebro, al corazón y al universo interior, para explorar sin miedo, poniendo en diálogo los dos hemisferios y evitando entrar en extremas racionalizaciones o emocionalidad, y articularlos equilibradamente. El libro es fruto de una experiencia profunda y personal, que ha nacido más de sinsabores y del cruce de muchos desiertos, que de mis éxitos. Devuelvo al mundo lo que el mundo me ha dado”.