Mar Tarazona. Odontóloga
Lo primero que ocurre con el uso prolongado del chupete es que los dientes centrales inferiores se desvían hacia dentro, mientras que los superiores tienden a separarse y a sobresalir hacia fuera, lo que se conoce como “dientes de conejo”.
También puede provocar que los caninos choquen entre sí y los incisivos no cierren correctamente, causando una maloclusión conocida como mordida abierta.
La acción de succionar pone en funcionamiento una serie de músculos de la cara que provocan una compresión de la arcada superior, junto con la posición baja de la lengua, que limita la capacidad de expansión transversal del maxilar superior. Todo ello conlleva a una mordida cruzada posterior.
A largo plazo las alteraciones pasan a ser esqueléticas con una posterrotación mandibular y una protusión de la premaxilar difícil de solucionar en la etapa adulta sin recurrir a la cirugía y ortodoncia.
Por ello, una vez retirado el chupete, si se han producido alteraciones en los dientes o en la boca, es importante solucionarlas de manera precoz, mientras el niño está creciendo, con tratamientos funcionales, ortopédicos u ortodóncicos, ayudándonos con las fuerzas naturales de desarrollo para conseguir una boca equilibrada y con un correcto funcionamiento. Si no se hace, el niño puede desarrollar una maloclusión más grave y difícil de corregir, aparte de un mayor coste económico.
También se puede afectar el lenguaje. Hay estudios que demuestran que los niños que utilizan el chupete de manera prolongada tienen más dificultades para pronunciar ciertos sonidos o palabras. La hipótesis es que el chupete impide que algunos músculos de la boca se desarrollen con normalidad.
Se ha publicado también que el uso demasiado frecuente del chupete evita que los bebés experimenten y desarrollen su expresividad facial, ya que les limita su capacidad para imitar nuestros gestos y, por lo tanto, para aprender a comunicarse y a expresar sus propias emociones.
Otro posible riesgo del uso del chupete es la aparición de otitis media.
Los riesgos se asocian sobre todo con el uso del chupete en dos momentos determinados, no antes del afianzamiento de la lactancia materna y sobre todo no después de los dos años.
Conforme el bebé va creciendo, va poco a poco abandonando el hábito de succionar y adquiriendo otros nuevos. Cada vez necesita menos el consuelo del chupete, así que cuando nos acerquemos a los dos años habrá que ayudarlo a que lo deje si no lo ha hecho él solito.
La forma de quitar el chupete dependerá de la edad del infante (el niño pequeño es más fácil), de su temperamento y de su madurez.
La primera fase es la de preparación. Hay que ir diciéndole al niño que pronto llegará el momento de dejar el chupete, que ya es mayor y que solo lo usan los pequeñines. No debemos ir con prisas, podemos señalar un día en el calendario e ir recordándole que ese día será especial porque le dirá adiós al chupete y hará cosas de mayores.
La siguiente fase es la de despedida. Ha llegado ese día especial en el que le diremos adiós para siempre al chupete. Podemos dárselo a los Reyes Magos o a Papá Noel. También, meter todos los chupetes en una caja bonita y se la regalamos a algún bebé que conozcamos. Otro método que me ha encantado es atar todos los chupetes a la cuerda de un globo del helio y decirles adiós mientras van al cielo.
Es importante que ese día se celebre como una fiesta y que le digan lo orgullosos que están de él porque se está haciendo mayor.
Si es un niño que usa el chupete a todas horas, es mejor ir disminuyendo su uso antes de quitárselo totalmente.
La última fase es la de consuelo. Para el niño lo más difícil no es tirar el chupete sino cuando llega la hora de ir a dormir o en alguna situación de enfado, cansancio o miedo, porque ya no tiene lo que le ofrecía consuelo y relajación. Necesitará más mimos, abrazos y paciencia. Cuando se vaya a dormir hay que acompañarlo, contándole un cuento, cantándole una canción o dándole un muñeco suave al que abrazar.
Una vez tomada la decisión, no hay que volver a atrás, y con paciencia y cariño explicarle que ya no necesita el chupete y que lo está haciendo fenomenal. Hay que recompensarlo con muestras de cariño y pequeñas cosas que le gusten. Ya es un niño mayor.
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