Fernando Dasí Puchades. Docente en Alt Benestar
Seguro que has experimentado alguna vez el dolor físico en forma de un dolor de cabeza, una contractura o tal vez un brazo roto. Pero, ¿sabes cómo se origina? Pongamos un ejemplo: te duele la cabeza y decides tomarte una aspirina para que se te pase. El dolor se va... o eso parece, porque al día siguiente te vuelve a doler. Eso debería ser lo que te indique que algo está ocurriendo de lo que todavía no te has dado cuenta.
Te propongo una solución alternativa: prueba no tomar medicamentos (a no ser que el dolor sea muy difícil de soportar) y haz una relajación o meditación para calmar tu agitación mental y acallar tus pensamientos. ¿Cómo te sientes ahora?
Sí, lo has entendido bien: dar vueltas a los problemas y preocuparse demasiado causan dolor de cabeza.
¿Sorprendido? Te invito a comprobarlo con más ejemplos. ¿Sientes acidez en el estómago o problemas gastrointestinales? Observa si tuviste alguna discusión, disputa o discrepancia con alguien o hacia algo antes o a lo largo del día en que se inició el problema, ya que la rabia, la ira y el resentimiento se asocian a ese tipo de malestares físicos.
Como ves, tu cuerpo habla. ¿Le prestas atención?
Un dolor físico siempre ocurre como efecto de un dolor emocional que se somatiza en el cuerpo. Por tanto, como es lógico, tratando sólo el problema físico no es posible acabar totalmente con el malestar: se ha de trabajar también sobre la parte emocional. Es imposible sanar completamente una dolencia sin contemplar la parte física y la emocional como un conjunto.
¿Te has preguntado alguna vez por qué se cronifican algunos procesos físicos? Exacto: se trata solo lo externo, lo físico, ignorando el verdadero origen emocional. Se toman largos tratamientos que no resuelven el problema, sino que lo cubren como un parche.
Porque, claro, no hay pastilla que cure la rabia, la tristeza, la preocupación o la soledad. Y en cierto modo, esa es la mejor parte, ya que nos conduce directamente a indagar en nuestros pensamientos, emociones y sentimientos y sanarlos. Sin excusas. Porque la cura no está afuera, en el entorno, sino dentro de cada uno. No hay terapia que funcione sin la voluntad de cambio en la persona; para sanar, debemos hacernos responsables de nuestro propio mundo interior y darnos cuenta de que todo está en nosotros.
La única persona que puede curarte eres tú mismo. Y precisamente para eso, para que puedas liberarte y sanar, no solo a ti, sino también a otras personas, nace la Técnica Bioemocional: una combinación de programación neurolingüística, kinesiología y pares biomagnéticos que te permite encontrar las emociones negativas que han quedado estancadas en ti en cualquier punto o etapa de tu existencia, ya sea en esta vida, en otras o cuando te encontrabas en el vientre de tu madre, contemplando también el momento de la concepción y la venida al mundo.
Una vez localizadas dichas emociones negativas que están generando y manteniendo el dolor, se procede a realizar un borrado de la memoria traumática almacenada en las células y una reprogramación para asegurarnos de sanar y liberar completamente los bloqueos emocionales, acabando con el problema desde la raíz.
Aquí no sirve el típico "ya se me pasará", porque un dolor de origen emocional puede perdurar de forma indefinida hasta que surja, aparezca o se origine otro de igual o mayor magnitud y lo sustituya en el inconsciente.
¿Y cómo sanarlo, entonces? Mi consejo: trae al consciente lo inconsciente, perdónalo y libéralo. Tras esto, la sanación vendrá sola.
Pero, ¡ojo! Nota importante: para que esta técnica sea efectiva has de cumplir una serie de condiciones: libérate del ego, de la necesidad de ganar y de tener razón, de tener y ser más que el otro, del apego, de la culpa... Mejor sustitúyelos por compasión, comprensión, solidaridad, amor y responsabilidad. Y, sobre todo, aprende a perdonar, no sólo a los demás, sino también a perdonarte y amarte a ti mismo. Si te pones al volante de tu propia vida y haces estos pequeños grandes cambios verás como en poco tiempo no sólo sanará tu dolor, sino también tu vida.
Durante los casi veinte años que llevo en consulta he escuchado a mis clientes infinidad de veces decir "¡pero si yo ya he perdonado!". Fue a raíz del estudio de estos casos cuando me di cuenta del profundo cambio que experimentaban las personas al realizarles el borrado. Su perdón se convertía en un perdón puro y real, y gracias a ello su dolor terminaba.
Como ves, el perdón es la clave cuando se trata de sanar.
Te invito a saber más y formarte en Técnica Bioemocional conmigo en el Instituto de Formación Integrativa Alt Benestar. Estaré encantado de compartirte mi experiencia y aprender contigo, tanto en clase como en consulta.