Quién es
Rober Sánchez es entrenador personal y educador para el movimiento. Tras 10 años como preparador y consultor para la industria del fitness, decidió salir de aquel sinsentido para volcarse en la lucha contra el sedentarismo y la promoción de una vida físicamente activa desde la conciencia, la coherencia y la responsabilidad personal, siempre bajo la premisa de un hecho indiscutible: moverse no es hacer ejercicio. Es autor del libro “Camina, salta, baila. Muévete más y vive mejor”, de Plataforma Editorial.
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Aurelio Álvarez Cortez
-¿Qué es el sedentarismo activo, Rober?
-Es un maquillaje del sedentarismo. Este término académico se utiliza para referirnos al comportamiento que tienen personas que por su estilo de vida son sedentarias, a pesar de que, como hace la gran mayoría, van al gimnasio, realizan ejercicio o deporte unas dos o tres horas a la semana.
-¿De qué modo esas personas pueden revertir ese comportamiento paradójico?
-Haciendo actividad física que esté presente con frecuencia en el día a día. Por ejemplo, caminar más, ir a todas partes andando o en bicicleta, interrumpir a menudo los episodios de sedentarismo, es decir que en vez de pasar 4, 5, 6 horas seguidas trabajando sentadas delante del ordenador, tomarse cinco minutos cada hora para realizar algún tipo de movimiento como ponerse de pie, subir o bajar las escaleras, agacharse, hacer un estiramiento. Así ya se consideraría un estilo de vida más activo.
Además, cargar con la compra es una actividad física, incluso pequeños detalles como usar un tipo de calzado más cómodo que permita un poquito de movimiento más natural de los pies, que también es importante. En definitiva, el primer foco para cambiar hacia un estilo de vida activo es precisamente lo que está ocurriendo desde que uno se levanta hasta que se va a dormir, que son muchas horas de un estado de vigilia en el que puede haber movimiento.
-Describe qué sucede cuando estamos quietos durante mucho tiempo, ¿cómo se resiente el cuerpo? Recordarlo no está de más.
-Lo más evidente es cómo se ve afectado el aparato locomotor: la musculatura pierde tonicidad y fuerza, las articulaciones pierden su capacidad de moverse en recorridos amplios y su lubricación, con la aparición de artrosis, así como el desgaste de los cartílagos articulares. Al mismo tiempo, hay otras consecuencias a nivel cardiovascular y respiratorio que no se tienen tanto en cuenta, como es la pérdida de la capacidad y eficiencia circulatoria; también en el aparato digestivo, que necesita que nos movamos con cierta frecuencia para estimular su motilidad interna, en el estómago y sobre todo en los intestinos, para que con ese masaje continuo a los alimentos ingeridos se logre una correcta digestión. Neurológicamente, está el papel fundamental de nuestro sistema nervioso central, que al estar más tiempo sentados o sin movernos, recibe menos estímulos, y en especial las neuronas, que si no se les da trabajo, desconectan y desaparecen conexiones neurales.
Y sobre todo los daños a nivel psicológico, de nuestra psiquis, y las emociones. Está más que demostrada la relación entre el sedentarismo, el letargo, la tristeza y la depresión.
-Dices que no hay que pensar que uno necesariamente tiene que hacer ejercicio.
-No porque finalmente, desde un punto de vista muy primario, somos seres vivos y por lo tanto somos movimiento, más que ejercicio. Pero, a pesar de que nuestro día a día actualmente no implica esa actividad física presente en toda la historia de la evolución, de alguna manera “tenemos que hacer ejercicio”. Lo que pasa es que el ejercicio entendido como entrenamiento, es decir coger pesas, salir a correr, hacer deporte... a veces no es viable y mucha gente lo que hace es interpretar aquello como si fuese un deber o una obligación. Para estar sano y mantenerse más o menos en forma no lo es, o al menos no como única opción. En cambio, podríamos elegir llevar un estilo de vida más activo, tal como sucedía hasta hace un siglo atrás.
-Tú vienes del mundo del fitness. Fuiste más de una década entrenador, y de pronto decidiste dejarlo, querías algo más. ¿Qué pasó?
-No ocurrió de un día para otro, fueron dos años de transición. Una anécdota muy curiosa me dio pie para ese cambio. Yo solía entrenar en una playa de Barcelona, en un parque donde hay barras, paralelas para colgarse, hacer ejercicio y entrenar. Un día conocí a una chica, que era bailarina y artista de circo, pero sin las titulaciones, las certificaciones ni los conocimientos que tenía yo sobre fisiología, biomecánica, etcétera. Luego de coincidir dos o tres veces, vi que ella se movía mucho mejor que yo. Tenía más inteligencia corporal, más conciencia corporal, más control, más habilidades... al verla todo era mucho más fluido, más armónico.
Entonces me planteé cómo podía ser que, a pesar de que yo sabía teóricamente más sobre movimiento, ella se movía mejor. Y llegué a la conclusión de que no sabía tanto sobre movimiento como pensaba. Lo único que hacía era ejercicio, tenía mi repertorio de estrategias y metodologías para entrenar, pero en realidad no me estaba moviendo, sino preparándome para moverme algún día, un día que nunca llegaba.
Dejarlo no fue algo repentino, mi trabajo dependía de ello, había que seguir pagando las facturas, pero cambié mi manera de entender la actividad física, cómo practicarla, promoverla y trabajar con las personas.
-Actualmente, tú no entrenas sino que ofreces otra forma de utilizar el cuerpo para que el movimiento se produzca naturalmente, con eficiencia.
-Primero hay que comprender que el entrenamiento y hacer ejercicio, esa forma más moderna de movimiento, sigue incluido en nuestra forma de movernos. De hecho yo también entreno de vez en cuando. Pero hacer ejercicio significa prepararse para hacer algo más: para moverse. Por ejemplo, si tengo una gran carencia de movilidad o de fuerza en una articulación, antes de pretender hacer cosas más complejas, movimientos más complicados o alguna habilidad en concreto, deberé prepararme para hacerlo, entonces entreno. Pero a partir de ahí, el sentido que le doy a ese trabajo es mover, ya sea una articulación o todo el cuerpo, explorando diferentes disciplinas. Entonces el foco de lo que practicamos estará en la habilidad o habilidades que comprenden esa disciplina, como danza, escalada, gimnasia, yoga, pilates, parkour, etcétera.
El movimiento en sí es el centro de nuestra atención, no sus atributos (la fuerza, la resistencia o la flexibilidad), porque eso forma parte del entrenamiento, en un segundo plano. Yo pregunto a quien llega por primera vez qué le interesa, lo más importante es que haya una conexión con ese principio, y si no la hay, vamos a aprender a hacerlo, para movernos y no hacer ejercicio. Y si descubrimos que en algún sentido debemos ejercitarnos, no hay ningún problema, forma parte de moverse.
-¿Tu trabajo es individual o grupal?
-Depende porque anualmente organizo talleres y seminarios en grupo, entonces propongo una temática en concreto, por ejemplo la calistenia, que es el trabajo de fuerza utilizando solo como resistencia el propio peso corporal, colgándonos en barras, utilizando paralelas o el propio suelo. Cuando trabajo individualmente el proceso es más parecido al de una mentoría con coaching.
-¿En qué pones el acento en particular?
-Por el estilo de vida, la gran carencia que observo es la movilidad articular. Entonces el primer paso con la mayoría de los alumnos consiste en restaurar su movilidad natural, volver a agacharse en el suelo, sentarse de diferentes maneras, etcétera, sin que noten impedimento alguno para conseguirlo. Empiezan así este camino de moverse más y mejor, recuperando flexibilidad articular, y compensan la rigidez inicial.
A partir de ahí los intereses son muy diversos, por lo general cuestiones relacionadas con el desarrollo de una habilidad. Pero en cuanto a incrementar las marcas de rendimiento, cuántos km son capaces de correr en una hora, lo rápido que lo consiguen y demás, ya no hay demanda porque he aplicado un filtro muy concreto de que no es lo que estamos buscando. Hay una frase que define muy bien esta idea: "no me enseñes tus músculos, enséñame qué puedes hacer con ellos".
-Los niños sí que saben moverse.
-Por supuesto, ellos no tienen un discurso que tenga que justificar lo que están haciendo, o analizarlo o planificarlo. Ellos todavía se mueven de manera instintiva.
-¿Esa sería la clave?, ¿volver a movernos instintivamente?
-Es difícil que nos volvamos a mover instintivamente porque desarrollamos esa parte de la mente, de la razón, la voz que nos habla toda la vida, preguntándonos, planteando justificaciones. De alguna forma, ese discurso generalmente lo desarrollamos en base a un pasado y un futuro, pocas veces en el presente. El presente es el instinto, y dejamos de ser instintivos conforme nos hacemos adultos. Lo que no veo imposible es tratar de limitar lo mínimo posible los instintos primarios que tenemos como niños.
En nuestra sociedad suele pasar que de niños nos van imponiendo entornos que invitan poco a que ese instinto emerja. Por ejemplo, las aulas de las clases, que son sitios cerrados donde hay mesas y sillas en las que no nos podemos mover. Tienes tu sitio y allí debes estar quieto equis horas. No me extraña que haya tantos problemas, en mi opinión, relacionados con el conflicto interior que debe experimentar el niño que quiere moverse pero no le dejan.
-¿Correr o caminar?, un dilema sobre qué es mejor, un sprint o caminar entre 6 y 10 km. ¿Qué opinas?
-Cómo no me gusta ser binario, aunque a veces lo soy (risas), ninguna de las dos y ambas a la vez... son opciones de movimiento. Un cuerpo funcional debe ser capaz de andar largas distancias y correr de vez en cuando. El empeño de poner números tanto a las caminatas como a las carreras es demasiado reciente, y creo que no hace falta. Quien puede caminar una hora y media seguida y también salir corriendo el autobús que se le va lo sabe. Es una capacidad que demuestra competencia física. Cuanto más se mantengan esas dos capacidades, mejor. El cuerpo debe estar apto para realizar la mayor amplitud y diversidad de tareas, entre ellas caminar y correr.
-No es lo mismo hacerlo a los 20, 30, 50 años…
-Evidentemente no. No hay una relación directa entre los años y lo que podemos o no hacer, depende mucho de nuestra historia biográfica, los antecedentes. No es lo mismo una persona de 50 años que ha hecho deporte toda su vida que otra que no ha hecho nada. Es subjetivo en ese sentido. Son los principios fundamentales que comparto en el libro: tipo de movimiento, frecuencia, complejidad de las tareas que nos enfrentamos y sobre todo contextualización personal. Hay que pasar todo eso por el filtro del yo: quién soy, cuántos años tengo, qué es lo que he hecho hasta ahora, lo que me interesa y lo que no, cuánto tiempo tengo, cuánta energía, etcétera.
-Fuerza de voluntad, motivación, propósito casi visceral, ¿qué es lo que tiene mayor peso a la hora de fijarnos un cambio de vida saludable?
-Invito a plantear esta cuestión con una actitud estoica. Los estoicos practicaban la virtud, su filosofía era aquello de “hacer lo que se debe hacer y hacerlo lo mejor posible”; en este caso, independientemente de lo motivado que uno esté. Una pregunta que suelo hacer para ver este asunto desde otro punto de vista es en torno a la posibilidad del movimiento. Me explico. Yo hoy tengo unas posibilidades de movimiento, puedo moverme; pues si puedo hacerlo, voy a honrar esa posibilidad, voy a respetarla, es un regalo. Lo recibo con gusto y le sacaré el máximo provecho. ¡Es la vida!, y la vida es movimiento. Si no lo hago, tarde o temprano dejaré de poder hacerlo, entonces un día lo querré hacer, lo echaré de menos, tendré que ir a rehabilitación o incluso llegará un punto en que mi estado sea irreversible y ya no cuente con esa posibilidad, me arrepentiré.
Como durante muchos años trabajé con grupos de personas con alguna discapacidad, con esta reflexión invito a mis alumnos a hablar con personas que de verdad no se pueden mover y preguntarles cuánto les gustaría hacerlo, para que piensen en ello y reflexionen sobre la posibilidad que tienen. “Si no la respetáis, si no la nutrís, ¿qué pasará?”, les digo. Generalmente la motivación, la fuerza de voluntad y todo lo demás no hace falta, se hace muy evidente que hay que moverse. Como un estoico, haces lo que sabes que debes hacer.
-¿Qué es lo más importante que tú esperas que pase con tu libro?, ¿promover la vida físicamente activa desde la conciencia?
-Sí, en parte. También invito a la gente a que, incluso antes de moverse, se cuestione cómo se está moviendo. A partir de ahí que tome las decisiones a las que llegue por su propio pie, sin que un entrenador o gurú de turno, una aplicación de móvil, una web o revista diga lo que tiene que hacer. Ese sería el éxito del libro.