Quién es
Licenciada en derecho y periodismo, ocupó puestos jerárquicos de redacción en famosas revistas, como Vanidad, Vogue y Cosmopolitan. También se dedica a la docencia, la consultoría, el comisariado, y ha organizado e impartido conferencias, workshops, entre otras actividades. Colabora en importantes medios de prensa, así como en proyectos de cultura y sostenibilidad. Ha pasado de ser una consumidora “convencional” a ser una consumidora “consciente” o “responsable”, por lo cual ha escrito “Tu consumo puede cambiar el mundo (el poder de tus elecciones responsables, conscientes y críticas)”, publicado por Ediciones Península, para el que realizó un laborioso trabajo de investigación y entrevistas a 250 personalidades y entes, que duró tres años. Contacto: brendachavez.com, @BrendaChavez_
Aurelio Álvarez Cortez
-¿Proceso, cambio repentino…? ¿Qué te llevó a dejar las redacciones en revistas femeninas y pasar a la denuncia y propuestas referidas al ámbito del consumo?
-Soy periodista de cultura. Antes de escribir sobre sostenibilidad, siempre me ha interesado observar cómo algo desde que es un boceto se convierte en realidad. Ver ese proceso creativo de la producción de varios objetos, tanto culturales como de consumo, en el que detrás hay impactos sociales y ambientales, me hizo plantear cómo se podrían hacerse mejor y llegué al tema de la sostenibilidad. De forma paralela fui asumiendo puestos de responsabilidad en medios de comunicación femeninos y pude tratar con muchas corporaciones, que eran la mayoría anunciantes. Cuando preparaba las reuniones con ellos al principio hacía búsquedas inocentes y aleatorias sobre algunos temas, pero que luego se convirtieron en pesquisas más profesionales, con entes que monitorean violaciones de derechos humanos por corporaciones, como Business & Human Rights Resource Centre, que cito como fuentes. Me iba encontrando que detrás de muchas empresas, muy famosas, había abusos que no nos contaban, abusos que en muchos casos se repetían en un sector y otro, como explotación laboral, maltrato animal, violaciones de derechos humanos, en los sectores de la alimentación, moda, belleza, hogar… Finalmente tomé conciencia como consumidora y cada vez menos me apetecía apoyar según qué empresa y qué modelo productivo, porque eran nocivos para los seres humanos, los animales y el planeta. Así fui acumulando una cantidad e información sobre qué hay detrás del consumo tradicional y las alternativas existentes, que daban para un libro y es el motivo por el cual lo he escrito.
-¿Te sientes como David contra Goliat?
-No, para nada. Estoy ejerciendo mi obligación como periodista. Entiendo al periodismo como un servicio público. Ofrecer al ciudadano una información que debe tener accesible para que pueda realizar sus elecciones de consumo según sus criterios y alineadas con sus valores.
-Confías mucho en el poder del consumidor. ¿Somos conscientes de ese poder y la herramienta que tenemos al comprar cualquier producto?
-A través del libro, invito a tomar conciencia de lo que activamos cuando consumimos porque estamos apoyando una cadena de abastecimiento de producción de empresas que quizá no lo merecen, que cometen abusos sociales, medioambientales, políticos, económicos y culturales. Si recompensamos esas malas praxis, se perpetuarán. En cambio, existen alternativas que podemos apoyar y están generando una realidad diferente, un modelo distinto y una economía mucho más justa.
-Subyace en todo esto el tema de los valores. Según cuáles y cómo los considere a nivel personal, ya no como consumidor, será el modo en que interactúo con el mundo. ¿Qué valores deberían prevalecer?
-El respeto, tanto social como medioambiental y al planeta en el que vivimos. La sostenibilidad es un concepto muy frivolizado, manipulado, que solemos atribuir solo a la economía, pero la sostenibilidad realmente se basa en tres pilares: el económico, que no suele faltar nunca; el social y el medioambiental. Son imprescindibles para sobrevivir en el planeta. Por ejemplo, en la nueva Agenda para el Desarrollo Sostenible el punto 12 se refiere a la producción y el consumo sostenible, es decir que no estamos hablando de un acto individual sino que globalmente se está tomando conciencia del impacto que provoca el consumo.
-El planeta puede seguir existiendo con o sin seres humanos. Sin embargo, en nuestra especie hay opiniones divididas: unos piensan que se puede continuar así, otros quieren conciliar y otros afirman que hay que cambiar drásticamente. ¿En qué posición te reconoces?
-Estamos colapsando el sistema. Por un lado, está el cambio climático que ya nadie con sentido común niega, a pesar de Trump; por otra parte, crece una brecha social entre ricos y pobres en la que tiene mucho ver el mercado laboral cada vez más precario, a nivel global. En las últimas cuatro décadas de esplendor neoliberal hemos cuadruplicado la producción mundial y de 1983 a 2012 han sido los años más cálidos en 1.400 años. Hay datos que arrojan que no podemos continuar así. Nos estamos dando una muy mala calidad de vida. El bienestar humano medioambiental está cada vez más alejado de una inmensa mayoría. Ha llegado el momento de pasar a la acción, construimos la realidad desde el presente, y si continuamos en esta tendencia disparatada en el futuro no tendremos planeta.
-Como consumidores, ¿qué pasos urgentes hay que dar?
-Preguntarnos cómo se producen los bienes y servicios que consumimos, qué hay detrás, qué tipo de fabricación tienen esas empresas, si hay abusos, porque con el consumo hacemos crónicas esas prácticas. Pero sin sufrir ni haciendo sacrificios sino buscando las alternativas que nos resulten fáciles: en el sector de la alimentación optando por productos locales, ecológicos, evitando el coche que es el bien de consumo más contaminante que tenemos, o gestos tan fáciles como contratar empresas que comercializan energías renovables. Están surgiendo cooperativas y pequeñas y medianas empresas en todas las provincias en España, cuyos datos se recogen en el libro en el capítulo “Energía”, no tienes por qué contribuir a que te tomen el pelo las empresas eléctricas oligopólicas. También optar por la banca ética, que es tan sencillo como cambiar tu cuenta a bancos que no invierten en actividades nocivas medioambientales o sociales, ni especulan ni invierten en la economía financiera sino en la real, como Triodos o Fiare. En cada sector se encuentran muchas alternativas. Yo lo practico, con un presupuesto normal ya que vivo en esta sociedad con un mercado profesional cada vez más precario. Con que hagamos un cambio al mes, por ejemplo, en tres años habremos hecho muchísimo. El impacto en nuestros hábitos de consumo habrá cambiado drásticamente.
-¿Eres vegetariana?
- He sido vegetariana, pero por un problema de salud actualmente no. Soy lo que ahora se denomina flexivegana, una persona que consume algo animal un par de veces por semana, lo que los expertos apuntan como razonable para mantenerse en los límites planetarios. En la ropa hace unos años que procuro no comprar nada que provenga de animales, aunque uso la ropa que ya tengo, y consumo productos sin crueldad animal, ecológicos y con sello vegano también.
-Lo que cuesta producir un kilo de carne vacuna es astronómico…
-Sí, y preocupante, porque en India y China, al crecer las clases medias, que se incorporan a un mejor bienestar, consumen más carne como símbolo de estatus. Al ser tantos millones en población, si esa gente consume a niveles desbocados como en Estados Unidos y Europa, ya no la carne sino lo que sea, tendremos problemas muy serios.
-Tú has conocido el mundo de la moda en profundidad. ¿Podemos correr el velo del glamour, lo fashion, con el que especialmente los jóvenes son tentados?
-Que piensen que detrás de lo supuestamente barato hay otros costes. Cuando una camiseta cuesta un precio muy bajo algo malo está pasando, a alguien no se le está remunerando justamente o se está contaminando o deslocalizando la producción a zonas del planeta donde no existen controles medioambientales ni derechos laborales. Reflexionemos porque nos pueden parecer muy “cool”, pero muchas de esas marcas que consideramos tan glamurosas no lo son.
-Un pensamiento muy extendido es “eso pasa muy lejos de mi casa, de mi país, y por qué dejaré de comprar si esto no me afecta”.
-El mercado laboral es global. El hecho de que algo se fabrique en Asia significa que se ha deslocalizado esa producción de Europa y Estados Unidos, precarizando también nuestro mercado laboral, en Occidente. Cuando se defienden los derechos de aquellas personas, lo hacemos también por nosotros y nuestra producción. Por ejemplo, en Camboya o Blangladesh una trabajadora de la manufactura de la moda puede cobrar entre 30 y 60 euros mensuales, cuando lo digno para vivir allí está en torno de los 280 y 300 euros. Nos tendríamos que plantear si nos gustaría recibir ese sueldo proporcionalmente por nuestro trabajo. Éticamente es básico que no hagamos a los otros lo que no queremos que hagan con nosotros.
-¿Y en la cosmética se incluyen otras cuestiones sensibles, además de la precariedad laboral?
-Annie Leonard, la líder de Greenpace USA, ha hecho unos cortos excelentes sobre el consumo, incluidos en la serie “La historia de las cosas”. En uno de ellos afirma que nos duchamos con petróleo, una frase que me impactó mucho. Si lees la lista de ingredientes que llevan los cosméticos, champús, geles, etcétera, verás la cantidad de derivados del petróleo que hay ellos y entenderás perfectamente esa afirmación. Deberíamos aprender a leer esa lista (el INCI), que suele estar en latín, pero existen guías online de descarga gratuita para entenderlo que facilito en el libro. Pensemos con qué productos nos estamos untando en el cuerpo y reduzcamos su consumo, optando por aquellos que contengan otro tipo de ingredientes.
-Si cambiamos tantos hábitos de consumo, ¿viviríamos en un mundo más rural?
-No, dentro de poco la mitad de la población humana vivirá en urbes, es un éxodo sin marcha atrás. Pero debemos utilizar el sentido común, huyendo de los niveles desbocados a los que se nos incita. El consumo vertebra la economía, somos utilizados para que funcione bien, pero lo es para unas élites. Debemos consumir lo necesario, lo imprescindible y no utilizarlo como subterfugio de la soledad, el ocio, o como símbolo de estatus y demás erradas razones por las que acabamos consumiendo. Los centros comerciales son lugares de recreo… ¡es una locura!
-Otro desafío es el agua. Hay quienes aseguran que en un futuro cercano se pueden desencadenar guerras. Ojalá no ocurra, pero abrir el grifo es muy fácil en el Primer Mundo.
-En la agricultura, en la cosmética, el ingrediente principal es el agua porque se disuelven sus componentes. El gasto de agua detrás de la moda es muy llamativo, en todos los procesos que tiene la producción se realiza un uso bastante poco responsable de este recurso limitado, al que mucha parte de la población mundial no tiene acceso. Sin embargo en Occidente lo malgastamos, incluso expoliando otras zonas del mundo.
-¿Los boicots funcionan?
-Hay varios ejemplos sobre la presión de los consumidores que ha funcionado y es útil. Pero más que apelar a un boicot, se requiere una transición, no fomentar malas prácticas en corporaciones que las tienen muy arraigadas, sobre todo porque existen alternativas. Recompensemos con el consumo las buenas conductas empresariales.
-¿Te gustaría volver a trabajar en esas revistas femeninas?
-Con el libro me he reconciliado con mi profesión periodística. En esas revistas femeninas hacía más marketing que periodismo. Están enfocadas a un consumismo desmedido, que detrás conlleva abuso, contaminación medioambiental, etcétera, y a generar inseguridades y necesidades ficticias en las mujeres. El periodismo tiene que acercar la realidad invisible a los ciudadanos para que puedan tomar sus decisiones y estar bien informados para obrar con libertad.
-Además de la política y los movimientos sociales, ¿se necesitan otros aportes para fortalecer el consumo consciente?
-La educación es fundamental. En el último capítulo hablo del consumo infantil y de cómo nos están educando, qué valores se premian: ¿la competencia, el materialismo, el tener? A esos señores que cometen ese tipo de abusos, con avaricia ilimitada, alguien los crió, los educaron con valores, seguramente. Además hay muchas herramientas al alcance, como el consumo responsable, luego la política, que tiene que apoyar como en Catalunya con el tema del azúcar, igual que se hizo con el tabaco, y que controle los abusos corporativos. Y los movimientos sociales deben actuar para exigir que las empresas sean más responsables.
-¿Eres optimista?
-Tiendo al optimismo y también creo que el ser humano es capaz de hacer cosas deleznables en la misma medida que cosas heroicas. Hay héroes anónimos en cada sector que hacen posible lo imposible, como producir sin explotación humana ni animal, sin expoliar los recursos naturales, gente que demuestra todos los días con su trabajo que sí, es posible. Existen alternativas y es lo que me ha motivado a escribir, me hace estar optimista, dentro de un cierto estado de pesimismo, porque muchas veces los datos sobre cómo va la economía y el bienestar humano y planetario no son para tirar cohetes. Quiero pensar que muchos quieren hacer las cosas bien, maravillosamente.
-De todas las entrevistas que has hecho, ¿alguna destaca más para ti?
-Desde gente muy conocida como Chomsky o Susan George hasta un pastor, un pescador, gente que trabaja en lo agroecológico o en negocios en belleza, en hogar, que son responsables y no impactan social y medioambientalmente. También personas que están en tecnología como Fairphone, intentando fabricar un móvil que no tenga impacto contaminante, sin minerales cuya obtención sea en zonas de conflicto. Muchos son ejemplo de la creatividad y la maravilla humana… me es muy difícil escoger uno. Es lo bonito de mi trabajo, topar con estas personas, cada una me ha hecho pensar. Juan Gabriel López Serret, pescador que lucha por la pesca artesana y para que no expolien el Mediterráneo; el pastor que me habló sobre la trashumancia, de cómo esta práctica tan antigua hace posible el intercambio de semillas por toda la península con rebaños que recorren los territorios, y que sin ella la biodiversidad no sería posible. Cada encuentro ha sido un aprendizaje.
-Imagina que estás en una situación de observador, fuera de la Tierra. Con este conocimiento sobre cómo están las cosas, ¿qué te provocaría verla así?
-Desde esa perspectiva, me movilizaría a la acción; levantarme por la mañana y hacer algo para contribuir a que tengamos un mundo mejor.
-¿Mejorarían las relaciones humanas si cambiamos este modelo, en el que somos depredadores absolutos, por otro más respetuoso?
-Sí. Los científicos dicen que la evolución planetaria no ha ocurrido por una dominación, sino por una cooperación entre las especies. Si fuéramos más inteligentes y cooperásemos más, sacaríamos más provecho y beneficios. Actuar desde el respeto, desde una convivencia, un dar y recibir, con justicia, seguramente conseguiría que las relaciones mejoraran significativamente, como también lo sería si no hubiera un acaparamiento de las riquezas. Los grandes millonarios como Amancio Ortega, Bill Gates, Carlos Slim, según Intermon, si dilapidasen un millón de euros diarios, tardarían unos 200 años en gastar su fortuna. Algo raro está pasando en nosotros ante la necesidad de poseer tanto dinero. Al cambiar el modelo también cambiaría la relación con nosotros mismos.