Emi Zanón. Escritora y comunicadora
"Acercándola a la Tierra, como con una lupa, le mostró entonces la ciudad de Nueva York. Margarita Elena estaba asombrada. Le pareció, desde lo alto, un gran hormiguero lleno de pequeñas hormigas que se movían a gran velocidad. "Esta ciudad es el mayor exponente de la civilización actual en Occidente. Aquí conviven en paz gentes de todas las partes del mundo, de todas las culturas y colores. Esos gigantescos edificios que ves –o casas para ti–, desafiantes, son evidencias del poder del hombre sobre la Tierra. Pretenden tocar el cielo. Unir cielo y tierra. Sin embargo, no es de esa manera como lo conseguirán", rió, entonces, el hermoso ser, que calló por un momento.
Observó Margarita Elena, con más detalle, a la gente. Gente de diversas razas y culturas andaban rápidamente y se cruzaban sin saludarse. Enmudecidos y absortos en sus propios pensamientos y con sus miradas al frente o puestas en algunos papeles de gran tamaño que llevaban entre sus manos. "Periódicos, se llaman, y en ellos se detallan las noticias más importantes del día", le apuntó él. Le llamó la atención, también, su forma de vestir: algunos casi desnudos, otros abrigados, con los cabellos multicolores y de cortes muy variados. Era, realmente, asombrosa tanta diversidad; pero todavía más asombroso para ella eran esas prisas. "¿Por qué corren? ¿Por qué andan tan deprisa? –quiso saber–. Eso se llama estrés, es el gran verdugo de la sociedad aparentemente desarrollada, que se cobra muchas vidas cada día junto a otros verdugos como el desarraigo, la insatisfacción, la soledad, la depresión, los suicidios y la violencia. Viven acelerados sin saber ciertamente hacia dónde van. Las gentes trabajan y dedican casi todo su tiempo a ello. Pero no siempre es por necesidad, es porque se han proyectado tanto hacia fuera, hacia el exterior, que no sabe, la mayoría, llevar una vida tranquila y de interiorización. Viven en la cultura del ´progreso´ material ilimitado y del consumo. En realidad, un espejismo que les lleva hacia una degradación progresiva de las condiciones de vida y, dramáticamente, hacia la autodestrucción. Con tanta tecnología han desarrollado su hemisferio izquierdo, lógico y matemático, pero han descuidado su otra mitad. Han descuidado su sentir, se han ido alejando de su intuición, de su interrelación con el entorno y con los reinos de la naturaleza y el cosmos. Y en definitiva, de su esencia, de su espíritu".
De la novela "Su último viaje" de Emi Zanón, finalista del XII Premio Fernando Lara, parte III, "En la Luz".
Para una dama del siglo XVII, como la protagonista de esta novela, el estrés de nuestro tiempo era algo desconocido e inexistente. Como quizá también llegue a ser una mera anécdota para las generaciones futuras, como apunta la doctora Pilar Sepau, especializada en dietética (en una entrevista en el Magazine de julio pasado), pues se consolidará el valor de la lentitud y no se comprenderá que no se sepa gestionar.
El estrés, esa respuesta innata de nuestro cuerpo para responder a aquello que nos hace perder el equilibrio, a diferencia de los animales, se activa no solamente ante situaciones de lucha o de huida, sino también ante las emociones y los pensamientos, pues la mayoría de las veces es suficiente un simple pensamiento para activar la respuesta de lucha o huida, como ya sabemos.
Cuando activamos con demasiada frecuencia esta respuesta y no podemos desactivarla entonces comenzamos a vivir con altos niveles de tensión física, mental y emocional que poco a poco va mermando las defensas del cuerpo y originando prácticamente el 80% de todas las enfermedades: nerviosas, cardiovasculares, orgánicas, psicológicas (la sobreproducción de hormonas del estrés genera ira, miedo, envidia, odio, frustración, ansiedad, sufrimiento, tristeza, depresión...), etcétera.
Uno de nuestros grandes retos en estos momentos evolutivos es dejar de vivir en el estado de supervivencia al que este modelo de sociedad consumista y capitalista nos ha llevado, para empezar a vivir en armonía con uno mismo y con el entorno, y el primer paso es empezar a conocerte mejor, a conocer tus emociones, tus pensamientos y a sanar aquellos que no te benefician, y para ello tienes infinidad de prácticas que te pueden ayudar además a gestionar y controlar tu nivel de estrés. Yoga, meditación, reiki, bioenegértica, kinesiología, son algunos caminos. No obstante, el más importante de todos es la voluntad. Sí, la voluntad de comprometerte, de responsabilizarte de tu vida, de querer mejorar y pasar a la acción. Recuerda: tú eres el artífice de tu vida. Y si tú mejoras, mejora el mundo.