Sonia Córdoba. Odontóloga
Muchas veces ponemos el foco de atención en un lugar concreto sin percatarnos de que ampliando el campo de visión podemos ver mejor lo que está ocurriendo, y así no vemos lo que está ocurriendo simplemente porque no miramos donde tenemos que mirar.
Hace un tiempo acudió a la consulta una mujer con dolor en la zona izquierda de la cara, en el lado izquierdo de la cabeza y en la zona de las muelas superiores izquierdas. Ella contaba que el dolor empezó justo tras la colocación de una corona sobre un implante en la muela inferior izquierda. Empezó a masticar por ese lado, sintió un ruido que ella definía como un "crash" y empezaron los dolores. El dolor empezaba en la zona de las muelas superiores, ojo izquierdo, sien izquierda, pómulo izquierdo y lado izquierdo de la cabeza. No soportaba el más suave roce de algo con la piel de la zona afectada, ni siquiera una ligera brisa de aire. Llevaba meses de evolución y su dentista habitual no daba con la causa. El implante estaba bien colocado y de hecho entre la cirugía y la colocación de la corona habían pasado varios meses y ella no había presentado ningún síntoma. La corona también estaba bien. Ella no sentía ninguna molestia en la zona del implante. La muela superior que era donde ella notaba que el dolor empezaba, también estaba bien, ni en las pruebas exploratorias ni en las radiografías se apreciaba lo contrario. Así que la remitieron al neurólogo, que le diagnosticó una neuralgia del trigémino y le prescribió fármacos.
¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué, si todo estaba bien, ella había empezado a tener dolor justo tras la colocación de la corona?
Cuando acudió a la consulta yo le hice las mismas pruebas exploratorias y las mismas radiografías que ya le habían hecho, para constatar que efectivamente todo estaba bien. Pero cuando dejé de ver solo esos dos dientes y amplié un poquito el campo de visión, encontré que presentaba una doble oclusión, su mordida no era estable, al cerrar la boca aparentemente todos los dientes y muelas contactaban bien, pero al realizar una prueba exploratoria de la oclusión encontré que había en realidad una alteración de la mordida que producía un precontacto y una desviación mandibular. Además, en la zona superior izquierda dentro de la boca había un contacto de baja intensidad pero repetitivo entre la rama vertical de la mandíbula y el hueso maxilar: un CAT (compromiso articular temporomandibular) izquierdo, que da muy frecuentemente dolores referidos en forma de dolores de cabeza unilaterales.
Estos signos ya estaban presentes antes de la realización del implante, probablemente llevaban mucho tiempo de evolución y nunca había tenido ningún síntoma, vivía perfectamente adaptada a ellos, pero algo había sucedido que había alterado el equilibrio en el que ella vivía. Por alguna razón su organismo se desequilibró justo en ese momento y los mecanismos de compensación fallaron haciendo aparecer los síntomas. Digamos que fue la gota que colmó el vaso. Haría falta eliminar esos factores irritativos para que su organismo pudiera volver a auto-eco-organizarse.
Tratamos la maloclusión, eliminando los precontactos y dándole estabilidad oclusal, y al mismo tiempo hicimos varias sesiones de terapia neural. Después de la primera sesión mejoró para empeorar de nuevo, pero después los síntomas fueron remitiendo y al cabo de cuatro sesiones ya estaba perfectamente, sin ningún dolor. Incluso podía circular con la ventanilla bajada del coche y tocarse la cara sin sentir dolor.
Quizás si ampliásemos un poco más podríamos llegar al porqué de la aparición de los síntomas en ese preciso momento, porque su cuerpo tuvo la necesidad de manifestarse de ese modo en ese preciso momento... O no, pero ella ya se encuentra bien, no tiene ningún dolor y puede llevar a cabo su vida sin necesidad de ninguna medicación.
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