Aurelio Álvarez Cortez
"Somos lo que comemos, la alimentación influye decisivamente en nuestra salud", es la síntesis del pensamiento del doctor Jorge Pérez Calvo, licenciado en medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona, formado también en medicina naturista, medicina tradicional china, medicina biológica y medicina ayurvédica. En su último y reciente libro, "Comer, sentir... ¡vivir!", de editorial Grijalbo, este profesional con treinta años de experiencia y que practica actualmente la medicina integrativa, se refiere en forma amena a la relación que guarda la dieta con nuestras emociones. Lo explica de este modo: "Aquello que ingerimos determina nuestro nivel de energía y, con ello, la capacidad de nuestros recursos para desenvolvernos en la vida diaria. El éxito que tengamos en la solución de los problemas que surjan en gran parte obedecerá a nuestro estado psicológico, traducido en optimismo, motivación y confianza en uno mismo".
Investigaciones de prestigio como "El Estudio de China", a cargo, entre otros, de T. Colin Campbell, profesor emérito de Bioquímica Nutritiva de la Universidad Cornell, y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, respaldan el mensaje de Pérez Calvo. En el primer caso, resultan incuestionables los efectos de la alimentación en relación con las enfermedades degenerativas, "el azote de Occidente", según subraya, y todas sus consecuencias a nivel psicoemocional. En males como el Alzheimer, Parkinson, cáncer, ictus, entre otros, "tiene una incidencia directa la cantidad de consumo de carne animal y grasas saturadas: cuanto mayor sea, mayor es el número de enfermedades degenerativas". "Fue el factor que más llamó la atención en este estudio, que también llevó a la reflexión sobre el consumo de carbohidratos refinados y la necesidad de que sean complejos", comenta.
En este sentido, es evidente el impacto que la proteína animal produce en la salud humana. A nivel psicoemocional, orgánicamente, altera lo que en medicina tradicional china se llama condiciones energéticas de los órganos, que pueden condicionar los estados emocionales. Como ejemplo, tendencia a la irritabilidad porque afecta al hígado, y otras más.
Con estos datos y muchos otros, Pérez Calvo apunta a que "tiene que haber un cambio de paradigma alimentario ahora mismo", en particular "si queremos que la morbilidad no aumente por causa del cáncer y otras enfermedades degenerativas". De acuerdo con las estimaciones científicas, en Occidente uno de cada dos hombres sufrirá cáncer en su vida y una de cada tres mujeres. "Es una barbaridad y vamos a más –dice sin dudar–. Esto nos indica que debemos alimentarnos con criterio y pensar además que si se puede mejorar el sufrimiento que implica el deterioro progresivo de la condición física a nivel emocional y mental".
Con muchos ejemplos y recomendaciones, este médico señala cómo corregir distorsiones o desajustes en el terreno psicoemocional a través de la alimentación. En términos generales, aconseja aumentar a diario y considerablemente el consumo de cereales integrales en grano, bien cocinados, proteínas de origen vegetal como legumbres en pequeñas cantidades, cocinadas y combinadas con mijo, quinoa, trigo sarraceno, avena, maíz, todo esto como plato principal. Asimismo, incrementar las raciones de hortalizas de temporada, ligeramente cocinadas, dos veces al día, y tomar semillas, frutos secos, pescado salvaje oceánico al menos dos o tres veces a la semana. Comer fruta local en pequeñas cantidades, reducir productos que tengan un procesamiento químico y que sean lo más natural y ecológico posible. En el capítulo de líquidos, tener fuentes de agua bien filtrada y desmineralizada con minerales orgánicos, sopas, caldos a lo largo del día, tisanas no excitantes, y evitar el consumo de tóxicos como café, alcohol, tabaco y azúcares simples, en especial azúcar refinado y edulcorantes químicos.
Precisamente, sobre los dulces y la relación con cambios de humor, Pérez Calvo cuenta cómo es dicha vinculación. "Normalmente, cuando comes azúcares refinados se produce una subida importante de la glucosa en la sangre y un estado de euforia y optimismo, pero luego se registra un efecto rebote porque el cerebro no necesita tanta concentración de azúcar y el cuerpo produce insulina. Al cabo de media hora o dos, tres horas, dependiendo de la ingesta y de cada persona, deviene una hipoglucemia y la bajada emocional, energética, psicológica y física, que origina nuevamente la necesidad de tomar algo dulce porque acecha el bajón energético y la mala disposición psicoemocional". Una montaña rusa entre optimismo y bajón anímico, con síntomas indeseables como taquicardia, debilidad, inseguridad en uno mismo, tristeza, ansiedad...
Y el tándem de hipoglucemia y Alzheimer es otro tema relacionado con los edulcorantes refinados. "Está bien documentada la pérdida de cognición o una mayor velocidad en la atrofia cerebral en función de un mayor consumo de carbohidrato refinado. Cuanto más dulce comes de esta calidad, menos memoria y más problemas cognitivos tienes", apunta el médico.
Lo dulce debe provenir de los cereales, las legumbres, las hortalizas, frutas de temporada, semillas, etcétera. ¿Miel? “Es una buena medicina, pero no tanto para consumir regularmente porque es muy rica en fructosa, que produce muchos triglicéridos. Mejor es tomarla con moderación, de vez en cuando, con infusión de hierbas, pero no hay que abusar. Siempre que sea en pequeñas cantidades y de buena calidad”, agrega.
Un tema que está de moda es la intolerancia al gluten, y al respecto Pérez Calvo expresa que por su experiencia con pacientes con este problema, "al cabo de hacer una dieta bien planificada, comen seitán, que es gluten puro, y les sienta perfectamente". En su opinión, "el gluten no es un problema en sí mismo, sino la debilidad digestiva del paciente". Y es que si nos topamos con "una pizza hecha con harina con 40 ingredientes no naturales, que tiene queso, con azúcar porque lleva salsa de tomate, sofritos, etcétera, es una sobrecarga para el sistema digestivo debilitado, que no lo tolera bien. Lo mismo sucede con un cruasán o unos espaguetis a la carbonara. Por sus ingredientes, son indigestos y pueden no ser tolerados en estos casos". Es más: "Cuando el sistema digestivo se recompone, el gluten no es problema y la mayoría de la gente puede tomarlo sin inconveniente".
Otra cosa es la alergia al gluten. "En estos casos no se puede tomar gluten. Se necesita un diagnóstico médico diferencial, con un análisis o biopsia de la mucosa intestinal, que determine que se trata de eso y no una intolerancia".
Al volver sobre el eje central de su mensaje a través de "Comer...", el profesional destaca "una alimentación equilibrada, revitalizante, nutritiva, de forma que los órganos internos estén bien nutridos, y que haya un equilibrio entre ellos". Y apela al conocimiento de la medicina tradicional china según la cual "los órganos vibran de acuerdo con la alimentación, y el estado de salud que en ellos esta provoca, si están vitalizados o desvitalizados , en equilibrio y buen funcionamiento o no, las emociones se ajustan o desajustan, siendo positivas o negativas", y todo ello "repercute a nivel mental, porque cuando más en forma estamos, y menos toxinas y radicales libres hay en el cerebro, disponemos de más energía y recursos, mayor claridad en el pensamiento y mejor funciona nuestro cerebro".