Olaya Martínez Gil. Psicóloga
Cuando hablamos de infertilidad nos estamos refiriendo a la incapacidad de una pareja de conseguir un embarazo, de forma natural, que llegue a término con el nacimiento de un hijo vivo, después de al menos 12 meses de intentos sin la utilización de ningún método anticonceptivo.
Existen múltiples causas, tanto por parte del hombre como en la mujer, que puedan estar derivando en estos problemas de infertilidad. En ocasiones, dichos problemas se muestran por medio de un trastorno físico determinado (anovulación, problemas en la cantidad y la calidad espermática, endometriosis, Síndrome de Ovario Poliquístico o infección del tracto seminal, entre otros), pero en otros muchos casos las causas del problema para concebir resultan de origen desconocido.
Desde siempre se han conocido casos de personas que han mostrado problemas de infertilidad, pero en la actualidad se estima que alrededor de un 15% de la población en edad reproductiva presenta problemas para conseguir el embarazo. Desafortunadamente, también se observa que estas cifras tienden a ir en aumento.
Añadido al frenético ritmo de vida actual, la alimentación, hábitos diarios y a los altos niveles de estrés y ansiedad a los que estamos sometidos en las sociedades desarrolladas está el hecho de que, cada vez más, retrasamos la edad en la que decidimos ser padres y/o madres por primera vez. En el caso de las mujeres, este dato es especialmente relevante, dado que a partir de los 35 años de edad se observa una importante disminución de la capacidad reproductiva derivada de la menor reserva ovárica restante en la mujer.
Actualmente, y al contrario de lo que pasaba décadas atrás con nuestros abuelos y bisabuelos, el proyecto de ser padres es una decisión tomada a plena conciencia y muy meditada (en la gran mayoría de casos), en el momento en que la persona se encuentra preparada, decidida e ilusionada con la idea de la llegada de un hijo a su vida.
Para las parejas o las personas (de manera individual) que desean tener hijos, el diagnóstico de infertilidad resulta una crisis vital muy estresante. La noticia que confirma la incapacidad de concebir bebés de forma natural desestabiliza por completo el esquema emocional de la pareja y de cada uno de sus miembros, en particular, y el proyecto de vida familiar creado.
Ante estos acontecimientos nos encontramos frente a un vaivén emocional que provoca una montaña rusa de sentimientos y emociones que van desde la frustración, la tristeza, la negación, el enfado o la culpa, hasta el miedo a no saber qué hacer ni qué decisiones tomar a partir de este momento.
El acompañamiento psicológico puede resultarnos de soporte vital en cantidad de momentos de nuestra vida. Todos hemos vivido situaciones que, de alguna manera, se nos han escapado de las manos, momentos en que no hemos sabido muy bien cómo encajar pérdidas difíciles de superar o rupturas complicadas. El diagnóstico de infertilidad no se queda atrás. Quienes lo reciben deben superar un duelo, como si de una muerte se tratase, con todas y cada una de sus fases. Dependiendo de la capacidad de resiliencia de cada quien, este duelo será más o menos corto y sufrido con mayor o menor grado de intensidad. También, podrá ser superado de forma individual o será necesaria la búsqueda de ayuda profesional especializada que nos sirva de contención, comprensión, guía y apoyo.
Alrededor de un 60% de las parejas diagnosticadas de infertilidad decide someterse a tratamientos de reproducción asistida para intentar lograr el embarazo. Estos tratamientos requieren de tiempo, paciencia, esperanza, unión y fuerza por parte de las parejas. Son procesos que suelen alargarse en el tiempo, necesitan numerosas pruebas, medicación y controles médicos, y no siempre terminan con los resultados esperados. Cerca de un 65% del total de las parejas que abandonan los tratamientos antes de lograr el embarazo lo hace debido al fuerte grado de estrés, ansiedad, inestabilidad emocional y cansancio derivados de éstos.
A pesar de que la asistencia psicológica en el área de la infertilidad es aún bastante desconocida, numerosos estudios arrojan ya resultados que indican que una buena contención y trabajo con las emociones que experimentan estas personas es altamente beneficioso para la disminución de los niveles de ansiedad y estrés, la positiva valoración de la experiencia en la reproducción asistida, la consecución del embarazo y mayor bienestar en el transcurso de éste, el parto y el postparto.
Además, hemos de tener en cuenta que la infertilidad en sí misma aparece como la respuesta de nuestro cuerpo a un trastorno de nuestra mente, sobre todo en aquellas ocasiones en que no se encuentra causa física que la pueda estar provocando, la llamada infertilidad de origen desconocido. Podríamos decir que, en estos casos, la infertilidad es el resultado de un bloqueo emocional, el cual debe ser abordado de forma profesional para encontrar la llave que permita el acceso a esas emociones, memorias del pasado, traumas o acontecimientos del presente que están bloqueando nuestra capacidad reproductiva. Desenredando estos nudos de nuestro inconsciente ayudaremos a nuestro cuerpo a que vuelva a responder como esperamos, en este caso, con la consecución de tan deseado embarazo.
La autora es especialista en Psicología Perinatal e Infantil y Psicología en Infertilidad, pareja y procesos de reproducción asistida.
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