Patricia Abarca. Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
El término zen se utiliza tanto para explicar la experiencia de la meditación como para dar a entender el resultado "práctico" de dicha experiencia; es decir, para denotar los efectos de la práctica meditativa en la conciencia –o mejor dicho, en la supraconciencia–, que tienen que ver con el descubrimiento y realización de la propia naturaleza esencial.
En este caso al hablar de naturaleza esencial, me refiero a aquellos estados de la conciencia humana que no guardan relación con la personalidad externa ni con la propia imagen que cada uno tiene de sí mismo.
La práctica zen nos lleva a descubrir un nuevo "sentido interior" que aflora más allá del "sí-mismo" que cada uno creé tener y que ha ido construyendo junto a su propia imagen, en conjugación con su historia de vida. Este nuevo sentido interior emerge de la energía más esencial que nos conecta a la vida, al universo y a la sabiduría divina. Por eso en el budismo se habla de que la experiencia zen conlleva tres elementos: entrega, duda y determinación.
Explicándolo resumidamente, la entrega –también entendida como fe– se refiere a un entregarse en la búsqueda hacia la perfección, desde nuestro ser intuitivo y no desde lo mental; la duda se refiere a cuestionar nuestro sentido del "sí mismo", todo lo que creemos que somos, así como todo lo aprendido y repetido culturalmente; finalmente necesitamos determinación y perseverancia para encontrar esa dimensión esencial en nosotros mismos.
Así nos damos cuenta de que toda esta construcción que hemos hecho de nuestra imagen y de nuestro "sí mismo" cultural es algo ficticio que podemos soltar, reconstruir y recrear. Una forma quizás práctica de encausar nuestro camino hacia una actitud zen es preguntarnos a nosotros mismos: ¿qué es lo que siento y como emerge eso que siento?, ¿desde lo mental o desde lo intuitivo?, ¿qué es lo que sé y qué es lo que quiero?, ¿qué es lo que amo y qué es lo que elijo?
Como expliqué en el artículo anterior, necesitamos contactar con nuestro ser mental, físico y espiritual, desprendiéndonos de todo eso que creemos ser, liberarnos de los miedos y las etiquetas para conectar con nuestra naturaleza más esencial, y encontrar ese lugar desde donde se despliega nuestro potencial creativo.
Todo gran artista en los momentos más inspiradores de su trabajo vive una experiencia zen –generalmente sin ser consciente de ello– conectado con esa dimensión más esencial de su propia naturaleza y ajeno a la construcción mundana de su "yo" de artista. Son instantes casi imperceptibles en los que lo intuitivo prevalece sobre el raciocinio y lo aprendido, son momentos sublimes que afloran como un destello en todo hacer artístico, sea cual sea la actividad que estemos desarrollando.
De manera que en todo acto creativo, más que intentar guiar el proceso, debemos relajarnos, soltar nuestro equipaje y dejar que aflore lo intuitivo. Es evidente que también habrá momentos donde se hará uso de la mente consciente y racional, pero lo fundamental aflorará desde lo intuitivo y lo inconsciente.
Mediante sencillos ejercicios de respiración y/o meditación al inicio de cada sesión, calmamos la mente para iniciarnos en la actitud zen, la que nos facilitará encontrar nuestra propia conexión con el arte, para dejar fluir la inspiración creativa mediante la experimentación con los colores, las formas y a través de sencillos ejercicios de iniciación. Emergen entonces las interrogantes: ¿qué es lo que siento y cómo proyecto eso que siento a través de la pincelada?, ¿emerge desde lo mental o desde lo intuitivo?, ¿me permito expresar más allá de lo que sé y de lo que soy?, etcétera.
Para el principiante es bueno comenzar con la abstracción, ya que es un estilo expresivo que se vale de la composición, el valor tonal, la textura y el color para crear un lenguaje visual en el que predomina lo intuitivo y lo inconsciente. De esta manera la abstracción, al igual que el camino de la meditación, emerge desde una dimensión que va más allá de la forma física y de lo material. Es una buena forma de descubrir el camino zen de la creatividad.
El trabajo con mandalas también nos permite conectar con nuestra simbología inconsciente y los arquetipos personales; recreamos así de manera abstracta y/o simbólica lo que somos, lo que hay en nuestro ser en el ahora, pero también nos permite vislumbrar hacia donde vamos. Dicha revelación aflora, tanto durante el acto creativo como en el resultado final del propio mandala.
Por otra parte, el trabajo más complejo pero al mismo tiempo más interesante como lenguaje expresivo es el trabajo con formas y figuras realistas. Mediante la pintura figurativa podemos narrar nuestras historias, sueños e ideas al tiempo que ejercitamos la composición, el foco de atención, el juego con la luz y la sombra, la perfección de la técnica y la armonía visual; es un estilo en el que necesitamos conjugar lo intuitivo con lo racional, el consciente con el inconsciente, la actitud meditativa con la actitud reflexiva. Pero sin duda lo más relevante –en términos zen– que experimentamos en todo acto creativo, sea cual sea el camino o la técnica que elijamos, es la experiencia de la atención plena que nos centra en nuestro ser y en el hacer.
Finalmente, la manifestación de todo lo que somos y sentimos en aquello que vamos creando nos permite vislumbrar ese horizonte infinito de poesía y expresión que llamamos creatividad: se nos revela entonces un vocabulario visual que obra a obra va creando nuestro propio lenguaje de expresión y comunicación, lo que en términos artísticos se denomina "estilo" personal del artista. De esta manera, la pintura, el dibujo o cualquier expresión creativa moviliza una energía, un camino a seguir que nos permite profundizar cada vez más tanto en la estética y en la técnica, como en la búsqueda entre lo que quiero expresar y lo que logro expresar, lo que quiero hacer y lo que hago. El despliegue y desarrollo de este potencial creativo que poseemos todos es lo que nos lleva, por una parte, al perfeccionamiento de la obra y, por otra, al encuentro con nuestra armonía interior.
¡Os deseo a todos unas felices fiestas, junto a un muy buen y zen 2017!