Patricia Abarca Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
Visualizar una imagen mental es una experiencia similar a la experiencia de percibir un objeto, un paisaje o un suceso de manera real, sólo que en este caso aquello que se visualiza no está presente de forma material ante nosotros, no lo percibimos con nuestros sentidos desde el exterior sino que de forma interna, imaginándolo, recordándolo o recreándolo en nuestra mente. Como sabemos, los seres humanos no aprehendemos ni percibimos directamente el mundo, lo que hacemos es una representación interiorizada de él y cada uno la hace con matices individuales.
Se sabe que las representaciones mentales son las que determinan la actividad subjetiva de las personas, es decir, las propias imágenes mentales son las que regulan mayoritariamente nuestra conducta y no -como suele creerse- el ambiente externo. Nuestras experiencias del mundo están representadas en la mente mediante imágenes y a través de ellas damos significado a lo vivido; las imágenes mentales constituyen nuestro mundo interior y nos convierten en quienes somos en todos los aspectos de nuestra vida, de ese modo la realidad existe en nuestra mente y son estas imágenes mentales las que pueden convertir la vida en un camino armónico y esperanzador o bien, en un lugar de angustias y carente de ilusión. Por esto, la imaginación creativa se constituye en la base sobre la que se sustenta el aprendizaje y el desarrollo personal.
Uno de los descubrimientos más interesantes de la neurobiología es que en determinadas circunstancias las imágenes que visualizamos en nuestra mente activan algunos de los circuitos neuronales que participan en la experiencia real; por esta razón la elaboración mental de una fantasía sexual, por ejemplo, puede provocarnos sensaciones sexuales y, del mismo modo, las imágenes de momentos felices pueden alegrarnos o los pensamientos melancólicos entristecernos.
Se ha constatado que mediante la activación guiada de imágenes mentales a través de la recreación, el juego y la reflexión permiten no sólo comprender la percepción de nuestra propia realidad y conocernos un poco mejor, sino también nos posibilita encausar y modificar lo que estamos viviendo. Un adecuado trabajo con nuestro mundo interior puede conducirnos a un mayor grado de bienestar y a conseguir los objetivos que nos propongamos, ya que, al potenciar el pensamiento visual a través de imágenes, se activan simultáneamente el lenguaje sensorial y la asociación de ideas, dando paso a un mecanismo de descodificación, plasticidad y autogeneración de aquello que hemos aprendido.
La función de nuestro cerebro es hacer de elemento mediador entre nosotros y el exterior, entre nuestras necesidades y lo que el ambiente externos nos ofrece, por eso se dice que el pensamiento es el resultado del esfuerzo que ha hecho el ser humano para sobrevivir a las circunstancias prácticas de la vida; y por esta misma razón el desarrollo del pensamiento es paralelo al desarrollo de nuestra evolución.
Nuestra mente trabaja principalmente a través de dos vehículos: las imágenes y el lenguaje, siendo las sensaciones y los afectos -es decir, lo que sentimos y percibimos tanto de manera interna como de forma externa- el motor impulsor de estos dos vehículos. A medida que nos hacemos adultos tendemos a priorizar más el lenguaje que las imágenes, y me atrevería a decir que también damos más importancia a lo que vemos que a lo que sentimos, contrariamente a lo que hacemos cuando somos niños; por esta razón nos hacemos menos maleables, más rígidos y nos cuesta cambiar los esquemas internos que hemos ido configurando.
En los últimos años y gracias a los avances de la neurobiología se ha descubierto la importancia de activar las imágenes mentales, no sólo en los niños para potenciar su aprendizaje y su desarrollo, sino también en los adultos ya que pueden proporcionar nuevas ideas e intuiciones sobre como razonar, resolver problemas, potenciar la creatividad, transformar los esquemas antiguos y encauzar la conducta hacia los objetivos deseados.
De todo lo anterior podemos concluir la inmensa capacidad portadora y el alto contenido simbólico que posee una imagen mental: un contenido que es único e individual en cada persona, según su relato biográfico, las circunstancias vividas, los afectos recibidos, sus sensaciones, las percepciones del mundo y de las personas de su entorno: experiencias y significados surgidos desde la vida intrauterina, el nacimiento, los primeros años y a lo largo de la trayectoria vivida. Y es justamente este enorme caudal lo que permite utilizar la imagen como vía de exploración, organización y transformación terapéutica.
Las representaciones mentales tienen una naturaleza neuronal y energética, la mente ocupa una gran cantidad de energía psíquica ya que las imágenes no son representaciones fijas -aunque a veces lo parecen-, nuestra mente está siempre rememorándolas, seleccionándolas de la enciclopedia mental que poseemos, recreándolas, activándolas, modificándolas e incluso creándolas; por esto, antes de cualquier actividad de visualización creativa o terapéutica es conveniente relajar la musculatura corporal; de este modo, los neurotransmisores liberados por efecto de la relajación disminuyen la presión arterial y, consecuentemente, aumenta la irrigación cerebral, potenciándose la energía y la eficiencia del sistema neuronal del cerebro, ayudando así a la fluidez de la actividad sensorial, cognitiva y creativa del mismo.
La creación artística utilizada como medio terapéutico nos permite llegar a los sentimientos más secretos, incluso aquellos inexplicables, aquellos que tememos, de los que no podemos o no nos atrevemos hablar. Las imágenes nos permiten jugar con los limites, sobrepasarlos por medio de la fantasía creativa, dialogar con lo real y lo ficticio, hacer un viaje a los orígenes, a nuestra vida más intima que mora en el inconsciente para luego explorarla de forma creativa; de este modo el arteterapia nos ayuda a comprender y a liberar el dolor, a clarificar y organizar de manera más consciente nuestro mundo interior, nos libera de la ceguera autocreada para no ver lo que no nos gusta de nosotros mismos, impulsándonos a cambiar lo que necesitamos transformar, lo que se traduce en una mayor fortaleza interior y en un mayor bienestar personal.
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procreartevida.wordpress.com