Olga Lava Mares. Kinesióloga y formadora de terapeutas
Es interesante saber que tanto los ataques de pánico como la hipoglucemia reactiva tienen los mismos síntomas: ahogo, palpitaciones, sensación de desmayo, miedo intenso, sensación de irrealidad, confusión mental, nerviosismo, incoordinación... Por ello, es importante tener en cuenta que no todos los casos de ansiedad y ataques de pánico son debidos a desequilibrios emocionales. En algunos casos el problema puede radicar en un desequilibrio de la glucosa. Muchos ataques de pánico han sido exitosamente resueltos con Kinesiología, pues a través del testaje muscular podemos averiguar si se necesita equilibrar la glucosa en sangre y qué nutrientes y dieta es más recomendable seguir.
Se denomina hipoglucemia a una bajada de glucosa cuando se produce en personas diabéticas, pero cuando sucede en personas no diabéticas se le llama hipoglucemia reactiva. La glucosa es el alimento principal del cerebro y del sistema nervioso. Ninguno puede sintetizarla o guardarla. Así pues, si la concentración de glucosa en sangre baja a un nivel crítico, tanto el sistema nervioso como el cerebro se verán afectados, causando un sinfín de síntomas. Sin embargo, el nivel de glucosa en sangre fluctúa en un margen más o menos pequeño durante el día, dependiendo de las comidas y del tiempo transcurrido entre éstas, sin que dicha fluctuación cause una disfunción cerebral. A esto no se le llama hipoglucemia reactiva. También, en ciertos momentos algunas personas pueden experimentar una bajada transitoria de los niveles de glucosa, la cual es rápidamente rectificada por los propios mecanismos de regulación de la glucosa de los que dispone el organismo.
Es importante aclarar que el nivel de glucosa promedio está entre 70 y 115 mg/dl. Sin embargo, esta cifra es simplemente una aproximación. Algunas personas tienen un nivel por debajo y, en cambio, se sienten perfectamente; mientras otras mantienen los niveles dentro de estos parámetros, aun cuando sufren un bajón, y sin embargo, sienten un gran malestar.
Los síntomas de la hipoglucemia reactiva están divididos en dos grandes grupos: los neuroglicopénicos, causados cuando el cerebro no recibe suficiente cantidad de glucosa (debilidad, llanto, angustia, visión borrosa, confusión, fatiga, irritabilidad, pánico, nerviosismo, falta de concentración, incoordinación, depresión); y los neurogénicos, que se manifiestan cuando las glándulas suprarrenales producen adrenalina y noradrenalina, con el fin de volver a subir los niveles de glucosa de la sangre (sudor, sofoco, taquicardia, mareos, náusea, temblores, vértigo, sensación de pánico y miedo, ansiedad, dolores de cabeza, espasmos intestinales, ahogo, sensación de hormigueo).
Según la doctora Cala Cervera, es importante tener en cuenta la hipoglucemia reactiva a la hora de tratar pacientes con ataques de pánico, sobre todo en aquéllos que no encuentran ningún motivo emocional, trauma o shock vivido que pueda estar causándolos, porque es posible que detrás de los síntomas que estén padeciendo se esconda un desequilibrio de la glucosa.
La causa principal de este desequilibrio son los hábitos de alimentación de nuestra sociedad actual, rica en carbohidratos, productos refinados y estimulantes. También nuestro acelerado ritmo de vida y el estrés. Según algunos estudios médicos, la hipoglucemia reactiva se produce más en mujeres que en hombres dado que el sistema endocrino es mucho más complejo, y sobre todo en edades comprendidas entre los 20 y 40 años. Además la píldora anticonceptiva y las estrictas dietas para perder peso también pueden contribuir al desarrollo de una hipoglucemia reactiva.
¿Qué hacer cuando ya están sucediendo los síntomas de una hipoglucemia reactiva o los supuestos ataques de pánico?
Temporalmente será necesario eliminar de la dieta los azúcares (azúcar blanca o integral, miel, fructosa, sacarina, siropes, refrescos); los carbohidratos refinados (pan blanco, harinas refinadas, pasta y arroz blanco, cereales de desayuno edulcorados); la fruta excesivamente dulce (especialmente el plátano, uvas, higos, sandía y melón); la fruta seca como pasas, ciruelas e higos secos; los zumos de frutas, patatas, remolacha, guisantes, maíz, nabos, boniatos y zanahorias cocinadas; el alcohol, y los estimulantes como el café, té y refrescos con cafeína.
Comer algo de proteína en todas las comidas ya sea animal o vegetal. Y sobre todo comer con regularidad, aunque sea poco para que el tiempo entre comidas no exceda las 3 horas, va a contribuir a equilibrar los niveles de glucosa en sangre.
Los nutrientes más importantes para el control de la glucosa son el zinc, cromo, magnesio, potasio, glutamina, glicina, vitaminas B, E y C. Gracias al tratamiento kinesiológico podemos averiguar qué necesita cada persona puesto que no todos tenemos las mismas carencias.
Por último, realizar ejercicio suave y con regularidad como nadar, bicicleta, yoga, etcétera, es una forma de mantener unos niveles óptimos hormonales, además de ayudar a que la glucosa entre mejor en las células, aumentando la energía, sin requerir insulina.