Christian Gilaberte Sánchez. Miembro del equipo de IVATENA.
Técnico superior en recursos naturales
Legó la primavera y, al igual que la noche contiene en sí misma a las estrellas, también las flores acompañan y componen a esta recién estrenada estación. Llegó el tiempo de desperezarse, mirar hacia delante y llenarse de vida con una profunda respiración. Llegó el momento de elegir la vida. Llegó el momento de las flores.
Es cierto que Neruda nos avisó de que la primavera llegaría aun si se cortaran todas las flores, pero creo que compartiréis conmigo que la entrada al verano no sería lo mismo sin su florida alfombra. Y es que las flores no solo cautivan a los insectos y demás polinizadores que buscan su dulce néctar, sino que los seres humanos también hemos sucumbido ante sus encantos. En ellas encontramos inspiración, refugio emocional, belleza, aromas y, lo que hoy nos compete en este artículo, medicina.
Son numerosas las flores tocadas por la virtud, y es en ellas donde encontramos propiedades medicinales realmente útiles e interesantes para los seres humanos. De este modo, la primavera se torna una suerte de libro vivo, el cual nos desvela a mediados de marzo sus primeras páginas, siendo las protagonistas de sus capítulos iniciales nuestras floridas amigas, las cuales, si las sabemos escuchar, nos contarán sus más íntimos secretos y las historias más fascinantes.
Una linda compañera de caminos en algunas comarcas del interior es la violeta (Viola odorata). Esta pequeña amiga nos saludará en márgenes de sendas y caminos, o desde tímidos resquicios formados por unas cuantas piedras, en bosques de ribera y terrenos sombríos y con cierta humedad. Si somos humildes y nos ponemos a su altura, nos deleitará con su singular y suave aroma, favor solo concedido a aquellos pocos que saben detenerse y respirar. Igualmente, la flor tomada en infusión nos ayudará a calmar la tos y a cuidar nuestras mucosas, como si de algún modo, al consumirla fuese capaz de trasladar ese ambiente húmedo y suave en el que vive a nuestro propio organismo.
Otra buena amiga se dejará ver con facilidad si visitamos campos y herbazales, bien sea cerca de la costa o en el interior, pues se siente cómoda en casi todos los lugares, nuestra entrañable bolsa de pastor (Capsella bursa-pastoris). De pequeñas y numerosas flores blancas inmaculadas, no nos pasará inadvertida esta habitante del campo, ya que suele crear blancas praderillas y pequeñas agrupaciones donde se encuentra feliz. Sus pequeños frutos en forma de corazón ya nos avisan de su bondad y de su relación con la sangre, pues se presenta como una excelente hemostática, siendo capaz de detener y paliar múltiples hemorragias tomada en infusión.
Continuemos nuestro viaje y dirijámonos ahora a pedregosos y descubiertos cerros, expuestos al inclemente sol y a los cuatro vientos, para conocer el hogar del impávido espliego (Lavandula latifolia). Hijo de pobre tierra, demuestra con su cromatismo violáceo que lo más sagrado puede aparecer sin avisar, sin necesidad de grandes decorados, dándose por completo al lugar que todo le entrega. Gran conocedor de la calma y el ascetismo, sanará infecciones de nuestro organismo, aliviará dolores reumáticos y estimulará nuestro ánimo hacia un estado de relajación si tomamos sus flores en infusión o realizamos con ellas una alcoholatura.
Más allá de los cerros, abajo, en los valles fluviales, encajonado entre montañas y sobre suelos frescos y húmedos, como si de un antiguo custodio de templos de ondinas se tratase, nos topamos con el emblemático saúco (Sambucus nigra). Árbol vestido con corimbos de numerosas flores blancas de olor dulzón, nos propone desde su sombría ubicación colmarnos con sus saberes. Así, si tomamos sus flores en infusión ahuyentará la fiebre con su frescor y sanará quemaduras si las aplicamos como pomada. Aún más, si somos merecedores de su confianza actuará en nosotros como diurético, activando nuestros ríos internos para que toda impureza se elimine en su fluir.
Vemos pues que las flores no son solo portadoras de magníficas propiedades, sino que, en cierta medida, definen a su anfitrión y al entorno que las rodea. Son núcleos de información que nos proporcionan una lectura profunda capaz de nutrir y sanar alma, mente y cuerpo. A través de ellas, conociéndolas y conociendo su entorno, recuperamos una sabiduría ancestral que nos permite viajar hasta nuestras propias raíces y aprender vías naturales para estimular y mejorar la salud propia y la de aquellos que nos rodean.
Por tanto, adquirir herramientas que nos permitan identificar y conocer a nuestras enraizadas compañeras nos dotará de una visión más amplia de nuestra propia naturaleza y, por consiguiente, de nuestra salud. Aprender sobre sus propiedades, sus nichos ecológicos, sus necesidades y sus aplicaciones se torna un camino de empoderamiento personal, camino en el que el individuo y la sociedad no pueden sino florecer.
Así pues, florezcamos.
nstitutovalencianodeterapiasnaturales.com