Miriam Lier. Terapeuta. Directora Instituto de Yoga Mediterráneo
"Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo. Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando. Hay que entrenar esa mente".
Dr. Mario Alonso Puig, médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo.
El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de forma sostenible por la Psiconeuroinmunología) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.
Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto de sostener un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El estrés en nuestras vidas el algo normal y es soportable cuando podemos lograr un espacio para relajarnos y soltar tensiones. Puede serlo practicando meditación, yoga o cualquier actividad relajante. Pero el distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro, del sistema endocrino, nervioso y circulatorio.
Las creencias también llegan a modificar nuestros cuerpos, afectar órganos internos y hasta las células pueden mutar si por mucho tiempo permanecemos en desarmonía. Las emociones negativas o positivas crean cambios en nuestro cuerpo... el miedo genera un sudor frío, la alegría nos da brillo a los ojos y provoca sonrisas en los labios; la tristeza, lágrimas. Es evidente la relación de la mente y el cuerpo.
Se sabe que el inconsciente no entiende de razones, pero la conciencia sí. Es ahí, en ese espacio, que debemos trabajar, insistir cuando enfermamos, en el deseo y la necesidad de sanar. Cambiar hábitos de pensamiento y entrenar la mente, honrando nuestra propia palabra. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos, alteramos físicamente nuestro cerebro. El mayor potencial que tenemos es la conciencia.
A veces, el no curarnos de una enfermedad nos da un beneficio extra (compañía, cuidados, llamar la atención de nuestros hijos o de nuestra pareja), por ese motivo pueden emerger enfermedades autoinmunes, crónicas e invalidantes. Debemos tomar conciencia de que la mayoría de las enfermedades (sino todas) nace de la demanda de amor, reconocimiento u otro motivo subyacente.
No todos enferman bajo las mismas condiciones externas, sólo lo hace aquel que tiene una predisposición genética, o por tener bajo el sistema inmunológico, que muchas veces se debe a situaciones emocionalmente dolorosas.
Por eso a menudo la curación es tan difícil y la sanación "casi" imposible, por no querer soltar el dominio, no asumir la soledad o las circunstancias que nos tocan vivir.
Nuestra salud y felicidad no depende de los hijos ni de una pareja o de tener más o menos dinero. Sólo depende de nosotros mismos, de resolver nuestros conflictos emocionales, entendiendo que en definitiva son los pensamientos negativos los que distorsionan nuestra realidad.
Y una cosa más. Conviene recordar lo que afirman algunos maestros de este Camino: "La aceptación es el núcleo de la transformación".
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