Christian Gilaberte Sánchez
Un paseo por el campo, por un parque o simplemente por nuestro barrio nos muestra, sin lugar a dudas, el espectáculo que está ocurriendo ahí afuera; el verano ha llegado. Y no pasa en absoluto desapercibido, como podemos comprobar a cada instante cuando nuestra piel se refresca con sudor o el sol de mediodía cae como un plomo sobre la grata tierra. Y es que la inclinación de nuestro planeta nos lo deja claro: estamos mirando al sol de cara.
La vida que alberga la Tierra, y de la que por supuesto y por suerte formamos parte, se ordena interior y exteriormente a través de este ciclo anual alrededor de nuestro astro rey. Así pues, cada uno de los cinco reinos vivos del planeta (plantas, animales, hongos, moneras y protistas) se ha desarrollado, ha evolucionado y se ha adaptado en gran parte basándose en este ciclo anual y sus condiciones concretas en cada fase del ciclo. O dicho de otro modo, los seres vivos hemos aprendido a vivir en cada región del planeta y en cada estación del año, creando las condiciones oportunas para prosperar y convirtiendo ese lugar y momento en nuestro hogar.
Especialmente hábiles en esto son las plantas, pues al vivir enraizadas y fijas en un lugar determinado han recurrido a todo su ingenio para no sólo adaptarse y vivir, sino prosperar y crear un entorno cada vez más propicio y favorable para la vida. Así vemos como en la región mediterránea el reino vegetal ha adquirido formas y estrategias para la vida que los seres humanos hemos sabido aprovechar de múltiples formas, siendo la forma terapéutica una de ellas.
Un buen ejemplo nos lo muestran las plantas mediterráneas pertenecientes a la familia de las labiadas, como son el romero, el tomillo, el espliego, la ajedrea, la salvia, el poleo, el hisopo y la consuelda menor, entre muchas otras. Estas plantas, al ser su hogar una tierra en la que el suelo suele estar seco y la exposición al sol es a menudo rigurosa, han decidido llenar sus hojas de preciados aceites esenciales muy aromáticos para evitar de este modo la transpiración y no morir deshidratadas. Es por ello que en los días de calor se dice que el monte huele mejor.
Estos aceites y otros compuestos presentes en el vegetal son los que, muy oportunamente, hemos usado y usamos los seres humanos para tratar dolencias y trastornos de toda índole durante nuestro paso por este mundo. Hojas, tallos, cortezas, yemas, flores y raíces son objeto habitual de nuestro aprovechamiento, y el buen conocimiento de las plantas y partes vegetales a aprovechar es determinante para un acertado uso de sus componentes en nuestro organismo.
No obstante, cada época del año es propicia para aprovechar determinados componentes vegetales, siendo la estación veraniega especialmente interesante desde el punto de vista fitoterapéutico. Los meses estivales, debido a sus condiciones de luz, humedad y temperatura principalmente, son un auténtico vergel para el amante de las plantas medicinales, ya que la mayoría de estas se encuentran en su periodo vegetativo y en el momento óptimo para su aprovechamiento. Las semillas de cardo mariano, la flor del té de roca, de la achicoria o de la malva, las hojas de tomillo y ajedrea, y las sabrosas bayas de sauco son algunas de las muchas maravillas que nos brinda la naturaleza en estas generosas fechas.
Por otro lado, el verano es el momento idóneo para procesar el material vegetal que recolectemos y almacenarlo posteriormente para su uso. Un ejemplo de ello sería el secado de flores y hojas, tarea muy rápida y natural si nos valemos del caluroso aire estival. O la elaboración del conocido aceite de hipérico, el cual será de una calidad óptima si dejamos macerar el preparado a "la serena", absorbiendo la luz del día y la luz de la noche en un lugar tranquilo.
Así pues, comparando el año con un libro, podría decirse que el verano es el momento del año en el que el libro verde de las plantas se encuentra en algunos de sus capítulos más interesantes, y sólo tenemos que salir y caminar por sus páginas, prestando atención a sus párrafos e imágenes, para conocer todos los regalos que tiene para nosotros.
Christian Gilaberte Sánchez es terapeuta de Rebirthing y técnico superior en recursos naturales, e imparte la formación práctica de Fitoterapia en Valencia en el Instituto Valenciano de Terapias Naturales.