Emilio Carrillo
Ante tanta distopía, lo primero es no caer en la dinámica de pánico en la que desearían que entremos. No en balde, como se ha reiterado, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre configuran el caldo de cultivo idóneo para la manipulación, la alienación y, en definitiva, la inconsciencia.
Y, a partir de ahí, recordar y recalcar la importancia de que, como siempre, pero ahora más que nunca, mantengamos la serenidad, la calma y la consciencia; nos situemos, desde la armonía y la conexión interior, en el centro del huracán aceleradamente creciente en el que estamos inmersos (es en el centro del tifón donde el cielo permanece despejado, no hay viento y la temperatura es cálida), y seamos capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio de los demás y de todas las forma de vida con las que convivimos en este hermoso planeta que nos cobija y sostiene.
Nos querrían dormir más, pero también es una oportunidad para despertar.
Nos querrían deshumanizar más, aislándonos y generando desconfianza y enfrentamiento entre nosotros, pero igualmente es un espléndido momento para cultivar la solidaridad, la cooperación, el altruismo, la generosidad, la empatía y la comprensión.
Nos querrían encerrar más en los pequeños y míseros círculos del egoísmo, el egocentrismo y el sálvese quien pueda, pero también es un magnífico escenario para expandir la compasión y el discernimiento.
Nos querrían aprisionar más entre los barrotes del efímero y pequeño yo –el yo físico, emocional y mental y la pasajera personalidad a él asociada–, pero es una extraordinaria ocasión para salir de la amnesia sobre nuestro verdadero ser, recordar nuestra naturaleza divina e imperecedera y hacer brotar de esa inefable esencia todas sus cualidades, elevando nuestra mirada.
Así, con ojos nuevos, podremos impulsar una nueva humanidad que merezca realmente tal calificativo y viva en paz y sintonía con ella misma, con todos los seres vivos y con la Madre Tierra.
La nueva humanidad: ¿estás invitado a ella?
Y esa nueva humanidad, por increíble que ahora pueda parecer, no está lejana. No sabemos ni el día ni la hora, pero hay numerosas señales que anuncian su llegada: de hecho, nos hallamos ante los estertores del viejo mundo; ante sus últimos suspiros. La crearemos entre muchos que, en medio de la distopía, nos posicionamos conscientemente en la utopía desde la transformación interior de cada uno y la apertura de corazón hacia los demás.
Efectivamente, ambas, la distopía y la utopía, discurren al unísono y coexisten en tensión extrema en la presente humanidad, a modo de trayectorias temporales aparentemente contradictorias. Y la evolución en consciencia de la humanidad, como si fuera un tren, avanza sobre estos dos raíles, el distópico y el utópico. Y su avance es imparable porque la extensión de la distopía, a través de circunstancias como la pandemia del coronavirus, sirve de factor de impulso para que cada vez más personas tomen consciencia y se decanten vitalmente hacia la línea utópica.
Para comprenderlo mejor, conviene recordar que la evolución en consciencia de cada persona en particular opera exactamente igual: lo utópico –el deseo de crecer, de ser mejores, más conscientes, etcétera– impulsa esa evolución; pero también lo distópico –las situaciones sufrimiento, las “noches oscuras” loadas por san Juan de la Cruz– contribuye al respecto, al sacarnos de nuestro “hábitat de confort”, de nuestros comportamientos egoicos, de las distracciones y el entretenimiento alienantes.
De forma análoga, todos los acontecimientos distópicos que se acumulan sin cesar están aquí con un sentido profundo personal y colectivo. Esto no justifica a los que causan con ellos tanto daño y dolor. Pero lo que vivimos tiene un hondo porqué y para qué en tu proceso consciencial y en el de los demás.
Es así como estamos avanzando hacia la nueva humanidad. Eso sí, en ella no tendrán sitio ninguna de las cosas que han constituido los pilares de lo que ya queda atrás y se desmorona a pasos agigantados: ni el poder, ni la riqueza, ni la competencia, ni el aferramiento a lo material, ni el desprecio a las otras formas de vida… Nada de eso está invitado. ¿Lo estás tú?
Esta es la gran pregunta que tienes delante de ti y que la pandemia del COVID-19, con todo lo que implica, enfatiza y resalta para que des cuenta. Y solo tú la puedes responder.
No con ensueños, palabras huecas o declaraciones de intenciones, sino con tus obras y con tus actos en cada instante de tu vida. Es la hora de ser impecable contigo mismo, con tu verdadero ser, y con la Vida en todas sus expresiones y manifestaciones.
Los hechos distópicos, como los que el coronavirus ha traído consigo y traerá, sirven para romper el espejo y que podamos ver –tú, yo, cada cual…– en qué lado estamos… Lo que veamos, lo que seamos, lo elegimos cada uno cada con nuestras obras y con nuestros actos. Se acabaron los autoengaños. Toca ser auténticos. Es el momento.