Emi Zanón. Escritora y comunicadora
"Podría cruzar océanos a nado, claro que sí. Pero sin ella no lo haría.
Podría subir a la cumbre del Kilimanjaro y respirar su enrarecido aire, claro que sí. Pero sin ella no lo conseguiría.
Podría volar como un águila y tocar las nubes si quisiera, claro que sí. Pero sin ella no sería posible.
Podría cambiar, en cualquier momento, el sentido a mi vida, claro que sí. Pero sin voluntad sería inútil".
De mi libro "Dayal, miradas al interior".
Toda la materia en el universo está en continuo proceso de transformación. Eso lo sabemos. No hay un solo elemento que a lo largo de su vida no sufra una transformación, infinitud de cambios, incluso de un día para otro, aunque parezcan imperceptibles. El Everest, la montaña más alta del mundo, además de cambiar su fisonomía cada día dependiendo de las inclemencias del tiempo, cada año crece además en altura 0,3 centímetro, por la presión de las placas tectónicas china e india. Transformación por lo tanto es movimiento, es sinónimo de vida, es evolución.
Ahora, en estos tiempos en los que estamos sufriendo la mayor revolución tecnológica desde el Neolítico, pues antes de una década nos habremos transformado o habremos pasado de llamarnos homo sapiens a llamarnos posiblemente homo cybors: por la alta tecnología que tendremos instalada o integrada en nuestros cuerpos físicos, ya sea por motivos de salud, por deficiencias congénitas o accidentales, por adquirir nuevas habilidades o porque simple y sencillamente esté de moda llevar incorporados micro o nanochips para comunicarnos con otros, para transportarnos holográficamente –o incluso teletransportarnos–..., como ahora está de moda andar por la calle con los auriculares puestos, o los contadores de pasos, por citar nimios detalles.
Todo esto, que puede dar cierto vértigo, formará parte de esa transformación que como especie vamos sufriendo desde nuestra existencia y desde que tenemos conciencia de nosotros mismos. Ahora bien, ese futuro inmediato altamente tecnológico tendrá que ir parejo a una alta transformación interior, a un gran conocimiento de uno mismo, a una transformación de la conciencia que cambie para siempre el sentido de la identidad y la finalidad personal, acercándonos a nuestra verdadera esencia, a nuestra espiritualidad más profunda, a lo que realmente somos: "Espíritus viviendo experiencias materiales".
Y para llevar a cabo esa gran transformación interior, para afrontar los nuevos retos de la vida con una nueva visión más integradora, más humanizada, vamos a necesitar seguramente de la ayuda de expertos o personas facilitadoras de herramientas como la que nos ofrece Mari Carmen Vilata, terapeuta holística con más de veinticinco años de experiencia en el terreno del crecimiento personal y las relaciones familiares, y creadora del curso "El arte de transformación": una gran oportunidad para conocer y utilizar tus propios talentos y capacidades innatas para abordar y resolver condicionamientos y conflictos internos profundizando en el árbol genealógico familiar, pues el inconsciente familiar supone, según cita la experta, un 70% de nuestros conflictos internos. Os invito a conocer más sobre este fascinante curso en su web, www.maricarmenvilata.es, con la seguridad de que puede llegar a ser una experiencia única que transformará tu vida para siempre, siempre y cuando, valga la redundancia, como ha mencionado su creadora –una mujer que irradia luz, simpatía y sabiduría–en una reciente entrevista en el programa "Mentes Maestras" de Radio Manises –un programa muy interesante en este campo– esté guiada por tu voluntad, tu voluntad de querer crecer y conocer la obra artística de la Creación que eres.