Pilar Ivorra - Miguel M. Mirasierra. Facilitadores de experiencias chamánicas. Naturópata
Si consideramos la alimentación como lo que es, una fuente de salud y de elementos curativos, por fuerza tenemos que darle importancia a la digestión.
Gozar de una buena salud pasa por hacer buenas digestiones, puesto que la digestión es el proceso necesario para que nuestro organismo adquiera los nutrientes que precisa, y que serán utilizados por las células de todo nuestro cuerpo para su actividad metabólica.
Si digerimos bien, no solo los alimentos físicos, sino todo lo que nos suceda en la vida, con aceptación, calma y actitud positiva, viviremos con más salud, longevidad y belleza.
Por ello, es poco recomendable cualquier otra actividad mientras comemos. Ver las noticias o teclear trabajando en algo que requiera concentración puede ser altamente dañino. Un ambiente agradable y una situación de calma serán más propicios que tragarnos la comida junto con las desgracias acaecidas en el planeta.
Tampoco son recomendables las prisas, sobre todo si hemos comido mucho, para dar el tiempo, el espacio y la atención a este proceso, que requiere su tiempo y una energía, que a veces no somos capaces de darle… ¿Dónde quedó aquella maravillosa y sanísima costumbre de la siesta de 20 minutos?
Otro tema es que nos basamos sobre todo en los sabores de los alimentos, en lo que nos gusta y lo que no nos gusta, sin tener en cuenta si nos aportan energía, buenos nutrientes, si nos proporcionan una digestión rápida y llevadera o pesada e interminable… en definitiva, si nos aportan energía o nos la quitan.
De ahí la importancia de que los alimentos sean de buena calidad (orgánicos y biológicos), que tengan fibra suficiente (dieta equilibrada), que sean compatibles (de digestión rápida o lenta, pero no mezclar ambos), que sean en su mayoría acuosos (frutas y verduras), y que aporten los materiales nutricionales necesarios para el buen funcionamiento de todo el organismo.
La digestión comienza en la boca, con la masticación, salivación y la deglución; la unión de la saliva con los alimentos forma el bolo alimenticio.
Es imprescindible que vaya bien masticado y ensalivado para pasar al siguiente proceso de digestión en el estómago, donde se junta con los jugos gástricos, para luego pasar al intestino delgado, donde actúan los jugos pancreáticos, la bilis y el jugo intestinal.
Y es en el intestino donde se absorbe cerca del 90% de los principios inmediatos, quedando el resto transformado en una pasta semilíquida que entra en el intestino grueso, donde se absorbe el agua, el resto de proteínas y se originan algunas vitaminas.
Es necesario hacer buenas digestiones para estar en forma y, como siempre, lo más importante es poner conciencia y atención en nosotros mismos. Nuestro cuerpo nos dirá, si le escuchamos, qué alimentos nos van bien y cuáles nos sientan mal.
Los dolores de cabeza frecuentes, el dolor articular, la falta de vitalidad, las heces de consistencia o color inapropiados, la pesadez, ardor o molestias de estómago. Todo ello nos dice que debemos cambiar de dieta o de hábitos.
Seguramente no todos de golpe, pero quizá estaría bien empezar a cambiar pequeñas cosas, poco a poco. Comer la fruta fuera de las comidas principales, apagar la tele, dejar la bollería industrial, los excitantes… Y siempre bien acompañados por un profesional.
¡No olvidemos que la rutina es casi siempre dañina y los cambios suelen ser para mejor!
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