Daniel Ferminades. Fundación Impulso de una Nueva Vida
Nos damos cuenta de que perdimos la paciencia, generalmente, cuando ya la perdimos, porque no podemos ver lo que no hemos vivido. Si somos sinceros cuando observamos nuestra historia, vemos muchos momentos en los cuales perdimos la paciencia, por eso nos damos cuenta de que no vive en nosotros.
Podemos esperar a que se presente una situación en la cual volvamos a perderla, para después lamentarnos, arrepentirnos y pensar cómo podemos evitarlo. Nunca vamos a evitar lo que ha sucedido, pero sí podemos ver cómo evitarlo en un futuro. Siempre va a depender de que pongamos atención para no caer. Solamente estando atentos es que vamos a ver.
Si estoy teniendo una vida tranquila, poniendo todo el corazón en lo que estoy haciendo, y una situación hace que pierda la paciencia –es un momento específico, bien marcado–, es en ese momento cuando tengo que estar atento para no caer. Si caí, para volver atrás es difícil, ya me tomó, de alguna manera, una fuerza que me llevó a perder el equilibrio.
Tengo que prestar atención para ver qué dejo entrar y qué sale de mí.
Si entendí que tengo que obrar con paciencia, debo poner atención en toda situación, a que lo que salga de mí sea atendido con paciencia.
Es fácil atender con paciencia las cosas que nos gustan, y es complicado atender de la misma forma las que no. Sabemos que hay cosas que, sin agradarnos, las tenemos que hacer y que los demás hacen cosas que no nos agradan, y eso nos puede hacer perder la paciencia. Lo que no podemos cambiar es lo que pasa en la vida de los otros, tenemos que cambiar lo nuestro. ¿Cómo podemos hacerlo? A partir de la atención. Uno tiene que tener el convencimiento y la conciencia en su espíritu para que sea la fuerza del espíritu la que aplique esa modificación y atención.
Hay que entender por qué no es conveniente perder la calma.
Cuando la pierdo, todo se vuelve turbio, se nubla, se oscurece, no veo con claridad, no puedo hacer lo que debo, cometo equivocaciones, es todo más complicado. Si estoy obrando de esa manera, no me beneficia a mí y tampoco a los demás. Primero me perjudico, y luego también al otro, a partir de aquello que me ocasionó daño.
Empiezo buscando equilibrio y entendiendo lo que es la justicia en mi vida, desde mi propio obrar. A partir de ahí, veo cómo puedo llegar a manisfestarlo con los demás, estando en paz con todos, sin perder la calma. Si no la tengo dentro de mí, no he podido conectarme lo suficiente, para alcanzar esa paz que es eterna.
Muchas veces alcanzamos paz en una meditación, pero suele ser momentánea. Como todas las condiciones estaban dadas para estar en paz no era difícil alcanzarla, lo que había que conseguir era acallar un poco la mente.
Cuando queremos sostener y alcanzar esa paz en un ambiente en donde no controlamos a las personas, y cada una en su libre albedrío hace lo que considera o le resulta conveniente, es en donde me expongo con mi trabajo interno para ver cómo puedo integrarme o colaborar para que haya una relación más amorosa en ese entorno. Depende de lo que conseguí en mi interior, tiene que ver con toda una serie de trabajos que uno tiene que hacer en su vida, que lo van llevando a tener calma y paciencia.
Cuando entiendo el porqué de las cosas, veo que lo que están haciendo los demás, que me hace perder la paciencia, es porque no tienen el Amor en su corazón que les permita ver con claridad. Cuando entiendo el origen, comienzo a tener paciencia.
Esto va surgiendo desde un trabajo de atención constante en todo lo que estamos haciendo.
Hay cosas que parecen irrelevantes, que son muy importantes para poder llegar a aquello que se tiene en claro, pero que no se toman en cuenta a diario. Hay pequeños detonantes que nos llevan a perder la paciencia.
Sembrar, atender, alimentar.
Cultivar también tiene que ver con sembrar, con atender, con alimentar. Tiene que ver con la observación constante sobre lo que estamos cultivando, para poder entender qué es lo que necesita para crecer sano.
Toda mi atención tiene que estar puesta en hacer con paciencia todo lo que encaro. Es un trabajo, es atención, disposición y entendimiento.
No soy una persona que está en camino de desarrollar paciencia, si cada vez que la pierdo, me arrepiento. Estoy siempre en lo mismo, me arrepiento por lo que ya hice, lo hecho, hecho está, no lo puedo cambiar. Sí debo cambiar, para no volver a caer. Siempre depende de la atención.
Todo lo que estamos haciendo, tiene que ser llevado adelante con Amor, siempre.
Cuando entiendo esto, veo que la paciencia es algo que no tengo que perder. Todo lo que aparezca como ego, que me lleva a pensar tan solo en atender mi necesidad, tiene que ir desapareciendo.
El autor participará del X Contigo Somos + Paz, que este año tendrá lugar el domingo 20 de septiembre en el Teatro Nuevo Apolo, de Madrid