Luis Moya Albiol. Psicólogo, neurocientífico
Ponerse en el lugar de lo demás, eso es la empatía. Y hacerlo tanto desde el mundo de las ideas, con lo que pensamos o tomando la perspectiva de otra persona, como desde el de las emociones, es decir, de cómo nos sentimos ante lo que ocurre a los demás. Así es como comienzo la introducción del libro "La empatía. Entenderla para entender a los demás", editado el pasado enero por Plataforma Actual.
La empatía es una tendencia natural, que puede ser mayor en algunas personas que otras, en parte nos viene dado desde el nacimiento. Pero todo aquello que nos ocurra desde ese momento contribuye notablemente a que seamos más o menos empáticos. Así, por ejemplo, la interacción social con el bebé es básica para que desarrolle adecuadamente las partes del cerebro que regulan la empatía.
La educación en valores, basada en el respeto y en la tolerancia y la solidaridad fomenta el comportamiento empático. Quiero decir con ello que todos podemos ser más empáticos, siempre y cuando queramos serlo, a no ser que se esté atravesando una depresión o un periodo de alta ansiedad, o se padezca algún trastorno de la personalidad como el antisocial, más conocido como psicopatía.
El siglo XXI es el "siglo del cerebro", ya que los avances en las técnicas de neuroimagen (que hacen fotografías del cerebro humano "in vivo") han permitido que sepamos qué ocurre en algunas partes del mismo cuando estamos siendo empáticos. Así es cómo llegué a interesarme por la empatía, pues soy psicólogo y neurocientífico, y entiendo que es fundamental conocer los aspectos biológicos que influyen en nuestros comportamientos a la hora de trabajar en prevención, diagnóstico e intervención psicológica.
Empecé a interesarme por la violencia humana, tanto en mis investigaciones como en las clases que imparto en los estudios de Criminología y Psicología. Ello me llevó a lo que para mí es la otra cara de la moneda, la empatía, ya que la mejor forma de reducir la violencia es fomentando la empatía. Y así me puse a estudiar el "cerebro empático" llegando a la conclusión de que las partes de ese cerebro se solapan en gran medida con las del violento. Esta afirmación abre muchas puertas a la investigación y a la intervención, pues nos da las claves de cómo llegar a ser sociedades más empáticas y menos violentas. Tengo un gran interés por hacer que el conocimiento llegue a todos, que haya una gran conexión entre la ciencia y la sociedad, difundir el conocimiento hace que las personas tengan más información y tengan mayor capacidad de decisión en sus vidas. Por esta razón he escrito este libro, totalmente fundamentado en la ciencia, pero está enfocado a lectores de todo tipo pues, tal y como dice el propio título, entender la empatía es el primer paso para entender a los demás.
Algo que muchas personas me preguntan cuando hablo sobre este tema es ¿cómo mejorar la empatía? Pues lo primero y ante todo queriendo hacerlo, es decir, estando dispuestos y abiertos al cambio. El autoconocimiento es fundamental, por lo que la práctica del mindfulness o conciencia plena (un tipo de meditación con origen en la tradición budista pero adaptada a la sociedad occidental) supone ya un buen comienzo. Junto a ello podemos tratar de pensar o sentir cómo lo harían otras personas ante lo que les esté ocurriendo.
Escuchar sin prejuzgar, intentar comprender y tener una actitud tolerante son otros pasos que nos pueden llevar a ser más empáticos. La confianza en los demás, la cooperación, el control de los impulsos violentos y la asertividad también ayudan. No olvidemos las grandes ventajas de la empatía: las personas más empáticas son por lo general más queridas y tienen mayor éxito social, se adaptan con facilidad a los cambios y son más solidarias. Confían en los demás y cooperan, por lo que concilian mejor su vida personal y laboral, siendo probablemente personas más felices.
Voy a concluir este artículo con el final del libro, puedo desvelarlo pues no se trata de una novela de misterio, es más, acaba con un comienzo, el del camino hacia la empatía. Y así afirmo que "una sociedad empática es más permisiva y tolerante, más respetuosa con los derechos de todos, no establece dogmas o formas de vida más adecuadas que otras, ya que se basa en la aceptación y el respeto, siempre que no se haga daño a los demás.
Es lo que conocemos por una sociedad más civilizada y es que la empatía es nuestra tendencia natural más desarrollada, que puede llevarnos a un mundo mejor, con predominio de la paz, un mundo menos violento y en el que todos tengamos cabida, independientemente de los ideales, las creencias o las fronteras".