Manuel del Álamo. Asociación Tornatemps
El profesor Ricardo Forriols señalaba, con acierto, que vivimos en ciudades nerviosas, un tanto epilépticas que, a veces, demasiadas veces, nos pueden. Cambiar nuestras ciudades, humanizarlas y reconstruirlas desde parámetros respetuosos con la vida y la memoria es una tarea ineludible y que debiera arrancar por descubrir nuestros barrios, de poder andar y mirar, de sentir perdiéndose en ellos, aprendiendo su historia y anatomía. En este sentido la nueva administración municipal valenciana va por buen camino y, desde luego, es necesario apoyarla, por ejemplo, en sus propuestas de peatonalización y humanización de nuestra ciudad, tan abandonada años.
Veamos ahora dos ejemplos de espacios urbanos de una intensa espiritualidad que invitamos a conocer.
Según el experto en literatura sufí Vicente Gracia, hay trece santos sufíes enterrados en la ciudad de Valencia. Algunos de estos morabitos estaban señalados en el “Llibre del Repartiment” de los conquistadores cristianos de la ciudad en 1238. Uno de ellos, siguiendo a Cracia, estaría situado debajo de la fuente antropomorfa frente a la ermita de Santa Lucía, precisamente junto a la antigua muralla cristiana. Es la tumba de Ibn Muza, el espartero, que por lo visto era de origen judío. La conexión con las orientales comunidades sufíes están muy ligadas a los mercaderes y navegantes de la Ruta de la Seda que trajeron a nuestra ciudad no solo prácticas comerciales e industriales, sino también referencias culturales y religiosas que influyeron en el carácter de nuestra ciudad y sus habitantes. De ello escribiremos en otra ocasión.
Hay quien afirma que el murciélago presente en los escudos cristianos de Mallorca y Valencia es una metáfora del gran místico y poeta sufí Ibn el Arabi, que era bien conocido por el rey Jaume I y sus caballeros hospitalarios. La leyenda, esta sí, dice que estos murciélagos se chocaron constantemente –a pesar de que, como es sabido, tienen un magnífico radar incorporado– con los escudos de las tropas cristianas, advirtiéndoles de la cercanía del enemigo, y en agradecimiento fueron elevados a animales presentes en el escudo. Hay que anotar que en el lenguaje críptico de los sufís el murciélago es el símbolo del que es capaz de ver en la oscuridad.
Una visita a la iglesia de los caballeros de la Orden de San Juan, en la calle Trinquete de Cavallers, con sus cruces rojas que señalaban su presencia, construida sobre el antiguo circo romano –en una de cuyas criptas visitable todavía puede verse el muro de la espina que dividía el escenario de aquellas tremendas carreras de cuádrigas– nos permitirá rememorar a aquellos caballeros del templo que se entendieron bien con sus vecinos, los cabalistas hebreos de la contigua Judería y con los sufíes valencianos.
Pequeño santuario
El otro lugar que os proponemos visitar está frente al Complejo Cultural y Deportivo de la Pechina, lugar bien conocido para muchos lectores pues es el marco desde hace algunos años de los congresos de yoga, organizados por esta revista junto al Instituto de Estudios del Yoga. Allí un monolito erigido en 1759 recupera la lápida dedicada a la diosa Isis –entre los siglos II y III después de Cristo–, encontrada aquel año mientras se realizaban tareas de mantenimiento del pretil del río Turia y señala la presencia de un pequeño santuario donde se reunían sodalicium vernarum colentes Isid, es decir el colegio de los vernas o vernáculos de los adoradores de Isis.
La otra lápida inferior, en latín también, invita al paseante a apreciar este hallazgo. El escudo romano de Valentia con sus haces de rayos y cornucopia repleta de generosos frutos culmina el buen trabajo de recuperación de nuestros ilustrados funcionarios municipales.
Isis, como otras religiones orientales (citemos a Mitra, persa, o Cibeles, frigia, e incluso el propio inicial cristianismo, de Judea), fue un claro intento de crear espacios alternativos a la religión pagana romana de la élite. De este modo eran religiones de revelación y salvación donde se establecían relaciones entre el creyente y el dios, pudiendo ser incluso armas de resistencia cultural de la periferia del imperio, y fueron especialmente útiles para que las mujeres pudiesen burlar su subordinación, permitiéndoles concentrarse en sus sentimientos individuales en un escenario alejado de las constricciones de la familia y el hogar. Además Isis fue elegida por los marineros orientales como una especie de patrona, lo que influyo, sin duda, en su difusión por todo el Mediterráneo.
Es pues evidente que bien lejos de la ciudad romana de Valentia, en este lugar olvidado se reunieron adoradores y adoradoras de Isis, esto es, mujeres, esclavos, trabajadores, gente humilde y espiritual que tenían la mirada puesta en Oriente. Estas asociaciones secretas y perseguidas por las autoridades romanas mantuvieron vivos durante muchos años sus ritos y lugares sagrados, sobreviviendo incluso al cristianismo.
Lamentablemente el estado de conservación de este lugar y de las lápidas es deplorable y no nos cansaremos de reclamar su preservación y explicación para que los ciudadanos conozcan esta historia.
Tornatemps en Facebook