Aurelio Álvarez Cortez
Japón puede ser una caja de sorpresas. Además de vehículos, marcas tecnológicas de reconocido prestigio, también atesora un bien cultural que en Occidente se asocia más al mundo de las terapias. El Reiki, cuyo creador fue el monje budista Mikao Usui, se desarrolló entre las dos guerras mundiales del siglo pasado, pero más que una práctica, es un una forma de vida. Así lo pudo comprobar María Nurkanovic, una de las fundadoras del Instituto Valenciano de Terapias Naturales, en un reciente viaje a la Tierra del Sol Naciente.
“Oriente me atrae desde siempre y tuve la oportunidad de viajar a Japón, un país especial”, dice al recordar las frescas imágenes que guarda de una estancia de veintitrés días.
-¿Encontraste lo que esperabas? ¿Tu primera sensación?
-Enamoramiento total. Llegué a Tokio, que no era la primera ciudad que quería conocer, pero una alumna me dijo que allí hay barrios, lugares, donde recrear miles de años atrás. Con 13 millones de personas, que sumadas a las que viven en el área metropolitana alcanzan los 40 millones, pensaba que sería un caos. Contrariamente a lo que imaginaba, no es así. A pesar de circular muchísimos vehículos, la mayoría eléctricos, no es una ciudad ruidosa ni contaminada…, los coches no pitan. Respiraba aire. Es notable la organización, el respeto. Viven de acuerdo con los principios del Reiki, aunque no lo sepan.
-¿Lo primero que querías hacer allí?
-Visitar la tumba de Mikao Usui, que está en un barrio de Tokio. El cementerio es uno de los tantos que pertenecen a las distintas ramificaciones del budismo. En este caso es del templo Saihoji. Algunos grupos de occidentales que visitaron en el pasado la tumba habían hecho cosas incorrectas, por eso actualmente no permiten el paso de occidentales, para entrar tienes que ir acompañado de un japonés. Pero yo confío en el universo y pensé “si es para mí, será”. Como había viajado con una amiga, programamos ir un día bien temprano. Llevamos unas flores de un jardín abierto cercano, también incienso, queríamos meditar allí. El cementerio estaba abierto. Ante una señora que estaba limpiando nos hicimos ver, la saludamos preguntándole si podíamos entrar. Dijo que sí y luego de una larga búsqueda localizamos la tumba. La lápida es inmensa, aun así no fue fácil encontrarla pero lo pudimos conseguir. Pusimos las flores, encendimos el incienso y en aquel silencio agradecí al maestro sus enseñanzas.
María se trasladó después a Kyoto, “donde empezó todo”. Una referencia a los comienzos del Reiki. Allí pasó la última etapa del viaje.
“Para mí fue vivir en persona los principios del Reiki, que son muy sencillos: solo por hoy no me enfadaré, no me preocuparé, trabajaré diligente y honradamente, estaré agradecido, seré amable con los demás”, repasa en voz alta como si de una plegaria se tratara.
-Son principios muy simples.
-Y en verdad muy difíciles de practicar en el día a día. Pero estar allí, nada más, permite que todo eso fluya. Es cierto que cuando uno está de viaje las cosas resultan más fáciles, sin embargo ahí todo invita a experimentar el tiempo de otra manera. En el llamado Paseo de los Filósofos, en Kyoto, que es muy angosto (menos de 80 centímetros), pillamos la sakura, la floración del cerezo, un espectáculo de la naturaleza. Fue una experiencia íntima absoluta… estar en el presente, no mirar atrás ni adelante, sentir agradecimiento de estar allí, observar como todos los demás comparten eso, sin hablar.
Cuando dicen trabajar diligente y honradamente, los japoneses no se refieren al trabajo como una profesión, aunque para ellos sea causa de divorcio el tema trabajo. Vimos a personas que en jardines que están absolutamente limpios, impolutos, perfectos, que no parecen reales, con sus manos limpias recogen no sé qué, porque no se ve… Todo lo hacen con una presencia, una diligencia, es la actitud de lo más perfectible. En los trenes entra el revisor, nadie le presta mucha atención, pero parece no importarle. Dice algo, saluda inclinándose, controla los tickets y antes de salir saluda de la misma forma.
Volvamos al principio. María ha dicho que los japoneses viven según los principios del Reiki “aunque no lo sepan”.
-¿La paradoja es que los japoneses ignoran al Reiki como tal?
-Se explica por la historia. El comienzo y divulgación sucedió entre las dos guerras mundiales, lo que marcó el devenir del Reiki. Cuando Mikao Usui creó la Usui Reiki Ryoho Gakkai, asociación que divulgaba y practicaba Reiki, cualquiera era bienvenido. Después de la Primera Guerra Mundial se intentó cerrarla, por ser demasiado esotérica para los occidentales, pero gracias a que Usui era secretario de un ministro del gobierno japonés, se permitió que la institución se mantuviera. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Usui hacía años que había fallecido y la Gakkai se cerró al público. Los miembros pueden formar solo a sus familiares. Es el precio que se pagó. Sin embargo, por lo que he sabido últimamente, parece que la presidenta actual de la entidad está abriendo un poco las puertas. Ha invitado a maestros japoneses no formados en esa escuela para participar y compartir conocimientos. Los estudiosos estamos esperando que divulguen algo más de lo que ya se sabe y cuenten cosas interesantes.
-¿El Reiki, a pesar de relacionarse con una terapia, es mucho más? ¿Un estilo de vida, creencias, comportamientos sociales, según dejabas entrever?
-Sí, la terapia es una parte más del Reiki. Fue lo más interesante que aprendí en la escuela donde me formé, con mi maestra (se emociona al recordarla) aprendí el Reiki occidentalizado, tal y como le habían enseñado. En mi búsqueda del origen del Reiki descubrí que se trata de mucho más, reducirlo a una terapia es empequeñecerlo. Los japoneses dicen que si vives de acuerdo con aquellos principios no necesitas hacer la parte terapéutica. Ellos tienen una palabra, anshinnritumei, que significa “el camino hacia la felicidad” o “la iluminación”. Para esto es el Reiki. Es otra manera de estar en la vida, absolutamente práctica. En los cursos lo enseño así. “Esto es para ti, otra forma de ver la vida. El mundo no va a cambiar, todo estará igual, pero tú podrás verlo de otra manera”. Y no hay que convertirse en un monje, en absoluto. En algún momento puedes hacer una elección consciente de ser feliz, como un estado. Me puedo enfadar, tener miedo y ponerme triste, pero la forma de estar ha cambiado completamente.