Aurelio Álvarez Cortez
Estaba en el nivel escolar de preparatoria y en su casa de Cuernavaca se habían quedado a dormir unos compañeros, con quienes había pasado el día anterior. Luego del desayuno, su padre los llevaría a la escuela en coche. A esas horas, muy temprano, su abuelo se dispuso a abrir la puerta del garaje para sacar el vehículo. Eugenio se subió delante, junto a su progenitor. De pronto, una persona entró en el domicilio, cogió al abuelo por el cuello y le puso una pistola en la cabeza.
Con quince años recién cumplidos, sintió a partir de ese instante una revolución de emociones. Con el primer hombre ingresaron otros más, y era claro lo que estaba pasando. En su cabeza el chaval oye “¡corre!, ¡huye!, ¡escóndete!”. Unos disparos en el coche se sucedieron mientras se alejaba rápidamente del lugar, agachado, hacia un cuarto en el interior, tratando no ser visto. A continuación se escuchó un rechinar de llantas y todo acabó. En el aire se percibía una energía tensa.
La llegada de la policía y de un amigo confirmó que aquel violento episodio había concluido. Temblando, pálido, se dirigió al frente de la casa. Ahí vio al jardinero, tendido en el suelo, muerto. Era un cuerpo yaciente, “vacío”.
Unos metros más allá se encontraba su padre, boca abajo, cerca de unas escaleras. Todavía estaba con vida, respiraba. Lo dio vuelta, poniendo la cabeza entre sus brazos. El rostro reflejaba pánico, terror. De pronto dio un respiro, que el joven entendió como una señal de tranquilidad. Se miraron directamente a los ojos. Su padre parecía decir “estas bien, no te pasó nada, estoy tranquilo”. Pero la respiración se volvió imposible. Las balas habían atravesado los pulmones, la sangre inundaba el tórax. Había llegado el momento doloroso de decir adiós.
Este hecho fue la piedra de toque para quien con el tiempo se convertiría en Maghavat. Consultor y coach de vida, se formó como coach ejecutivo por parte de IMPEL México y la ICC Internacional. Estudió la carrera de negocios internacionales en la Universidad de las Américas, Puebla y Comercio exterior en la Universidad Intercontinental de Morelos.
Fue uno de los participantes protagonistas en el documental “A mindful choice”, que muestra cómo diferentes personas, de ámbitos diversos, ha podido resignificar experiencias traumáticas para acabar encauzándolas hacia proyectos creativos portadores de felicidad.
Ha dado charlas en centros de drogadicción, alcohólicos anónimos, asociaciones enfocadas a la mujer y al maltrato familiar, así como cárceles de máxima seguridad y centros de rehabilitación donde ha donado numerosos libros escritos por él.
Es también y autor de tres libros publicados: “Ego, el carcelero del Ser. Reencuentra tu Libertad”, “Un Discurso para el Alma” y “Manual para el Alma”. Creador del proyecto El Rugir del Despertar.
- Después de perder a tu padre así, trágicamente, ¿cuál fue la salida que tomaste?
-En el momento en que agonizaba mi padre empiezo a experimentar, a través de sus ojos, un nivel de amor, de perfección, de destino, de compasión, de grandeza, que marcó el resto de mi vida. Esa experiencia fue muy fuerte, como si estuviera conectado con el Todo. Un nivel de vacío, de conexión, de amor, de sabiduría, que no podía comprender cómo algo tan grande pudiera suceder cuando la persona que más amo estaba muriendo en mis brazos. Eso se tatuó, se impregnó en cada célula de mi cuerpo. Pero al mismo tiempo se había destruido por completo una realidad muy hermosa en la que había vivido hasta un segundo antes.
Surgió entonces un mundo hostil, de miedo, de venganza, de otro tipo de sentimientos mucho más profundos, existenciales, que ignoraba y que despertaron en mí. Empecé a cuestionar todo, lo que trajo un conflicto emocional muy fuerte.
Me metí en las drogas, el alcohol, en círculos sociales soterrados, tratando de entender el mundo, la vida, pero con fuerzas para seguir adelante. Esa energía interior fue lo que me hizo pasar por diferentes experiencias, como una señal para descubrir realmente qué vengo a hacer aquí, por qué pasó lo que pasó, de qué se trataba. Y tenía que encontrar respuestas.
-¿Qué pudiste encontrar en esa búsqueda?
-Siempre he tenido curiosidad de buscar los porqués de la vida y lo de mi padre intensificó esa indagación más intensa y conscientemente. Comencé a leer libros, donde encontré diversas enseñanzas en el budismo, corrientes filosóficas, doctrinas, sabidurías antiguas… Como consumía drogas, me interesé en conocer el mundo espiritual de la cultura mejicana, donde destacan los chamanes. Con ellos traté de entender el aspecto espiritual de las drogas, vislumbré con certeza hacia dónde me estaba encaminando y comenzó el descubrimiento de por qué pasaba lo que pasaba. El primer encuentro fue con una chamana del linaje de María Sabina, una guía espiritual muy potente y con quien compartí algunos rituales.
-¿Hubo alguna palabra o frase que te abriera alguna puerta?
-Sí, me dijo “estás aquí para algo grande y todo lo que sucedió tiene una razón”. Hasta ese momento lo intuía, pero ella tuvo que indicarme que vengo aquí para encontrarme, y también la razón de mi existencia.
-¿Cuando nació el nombre de Maghavat?
-Tiempo después encontré a un grupo de monjes ishayas. Conocí de lleno su doctrina y me convertí en monje. Ellos cambiaron mi nombre por el de Maghavat, que significa Sacerdote del Sol. Para mí lo más importante fue salir del infierno interno en que vivía: me había vuelto inconsciente, estaba perdido, negaba todo lo que estaba pasando dentro de mí a través de las drogas, el alcohol, viajes, ya no sabía quién era yo. Dudas, impotencia, rebeldía, enojo, rabia con la vida, con todos, con Dios, el universo… No confiaba en nadie. Policías antisecuestros y funcionarios habían sido quienes habían intentado secuestrarme y asesinaron a mi padre. También hubo un pleito grande a nivel familiar y con amigos. Estos hechos marcaron profundamente mi vida.
Paso a paso, fui sanando, comprendiendo, autoindagando, descubriendo mi realidad interna, y me di cuenta de creencias que, al fin y al cabo, eran como veneno. Así comencé un camino más de introspección y trascendencia.
-¿Puedes ofrecer más detalles de los monjes ishayas?, ¿quiénes son?
-Son monjes que se dedican a descubrir qué hay más allá del pensamiento. Dedican mucho tiempo a la introspección, la meditación. Personalmente, y como monje, he estado muchos años encerrado dedicándome, como tarea primordial, al compromiso con uno mismo de sanar lo que deba sanar, convertirse en mejor persona, transformarse como individuo, despertando a una realidad más bella que la que el pensamiento ofrece, y desde ahí ayudar a los demás, a la humanidad.
-¿Cuál fue la siguiente fase de tu transformación?
-Después todo empezó a tener sentido. Todas las experiencias conducían a un propósito, muy obvio. Se presentaron oportunidades para enseñar en cárceles, a drogadictos. En México hay prisiones de máxima seguridad, con personas con historias muy potentes. Con ese abrir de puertas, se cumple el deseo de ayudar a personas como las que ocasionaron mi viejo sufrimiento, comprendí por qué lo habían hecho, qué las motivó. Yo estaba en paz con ellas porque advertí que venían de un lugar de sufrimiento demasiado grande. Por eso tuve ganas de ayudarlos a sanar, para que su vida cambiara. En mí no había rencor ni deseos de venganza. Nada.
Ahora tenía la facultad de conectar con ese tipo de personas, hablarles de tú a tú, desde otra perspectiva, de la víctima, de quien ha experimentado algo por sus acciones. He visto un cambio muy hermoso en ellas porque les estaba dando ayuda desde un nivel profundo, de alguien con experiencia directa, con amor y voluntad.
-¿Venimos a este mundo como seres que encarnamos y detrás del personaje hay algo muy distinto?
-Sí, desde muy pequeño lo sabía, por eso tenía curiosidad por indagar un poco más. Buscaba siempre lo que está más allá del personaje porque tuve otras muchas experiencias. Inclusive con sobredosis de droga, a pesar de que el cuerpo estaba súper intoxicado, mi realidad interna era de quietud absoluta, de observación total, de serenidad, de contemplación. Había algo observando que tomaba distancia de todo. Sentía curiosidad por eso que está dentro de mí, continuamente tranquilo a pesar de las circunstancias o de los contrastes de la vida; quieto, sereno, intocable.
Me parecía fascinante cómo podemos conectar con algo que se encuentra más allá del pensamiento. Y eso empezó a adquirir más forma y potencia mientras avanzaba.
-¿Es posible alcanzar ese estado que relatas de otra forma que no sea a través de las drogas?
-Claro, es muy fácil. Las drogas me dieron la pauta para luego hablar con personas que han consumido sustancias muy potentes y decirles “perdona pero no es por ahí el camino; sé que te da ciertas experiencias, cierta perspectiva, pero jamás te dará la realidad que buscas. Será apenas un pequeño sabor, pero no la máxima versión de lo que puedes experimentar”.
-Nos encontramos en una situación excepcional, que es el confinamiento. ¿Qué puede servir de lo que conoces por tu trabajo sobre la vida en la cárcel para compartir en estos momentos?
-He tenido la oportunidad de hablar con presos que están en una celda de dos por dos y de la que no pueden salir. Cuando indagan con honestidad sobre la realidad de la vida, se dan cuenta de que, además de una cárcel física, externa, hay una cárcel interna, mental. Todo el rencor, la culpa, el miedo, la impotencia que siguen cargando, la falta de comprensión, siguen ahí dentro bloqueando el acceso a ese poso infinito de tranquilidad. Algo interesante que está pasando en este confinamiento es que muchas personas ponen los pies en la tierra y descubren cosas que no han valorado, como pasar tiempo con uno mismo en introspección y autodescubrimiento; para darnos amor, para detenernos en este mundo tan revolucionado donde solo importa cantidad en lugar de calidad.
Ahora se está viendo una muy bonita oportunidad de mirar hacia dentro y plantearnos quiénes somos realmente, qué podemos aprovechar, en qué humanidad nos podemos convertir, qué cosas se nos han salido de contexto, si nos hemos olvidado de ayudar, de amarnos, de protegernos, de valorar a la familia, las relaciones, el contacto.
Es una época para despertar a lo que trata la vida, hacerlo por la naturaleza y por nosotros mismos. Comprender que tú no tienes límites a pesar del confinamiento.
-Específicamente, ¿qué podríamos hacer?
-Mirar tu vida, todos los elementos que la componen, con ojos de agradecimiento, de valor y de oportunidad. Hacer cualquier cosa que invite a la autoindagación, ya sea meditación, escritura de introspección, lecturas que te ayuden a profundizar más en aquello que internamente tienes y que todavía no has reconocido.
-¿Tienes alguna intuición de cómo saldremos de esto?
-Va a salir algo grandioso, porque no hay otra. Solamente sucede esto cuando la vida te acorrala y te conduce a tu interior. Lo único que puede surgir es grandeza del individuo. En algunos será más palpable que en otros por su grado de intimidad, de sensibilidad, pero esto nos hará más sensibles, más humildes, más fuertes. Es un regalo enorme.
-¿Qué es El Rugir del Despertar?
-Es un proyecto para ayudar al individuo a despertar su potencial, su amor, su tranquilidad, para que vea por sí mismo cómo tiene las cualidades suficientes para vivir de una manera armónica, sosegada y asombrosa. Incluye una escuela, que dispone de reuniones, audios, vídeos, etcétera, con una estructura muy completa. Ahora es una buena oportunidad porque a través de Internet permite acceder desde cualquier punto del mundo. Hay una comunidad muy bonita y amorosa en su integración. Nos acompañamos mutuamente para mejorar nuestras vidas y utilizamos el coaching como herramienta.
Más información en
elrugirdeldespertar.com
conciencia-maghavat.com/blog
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