En un momento exitoso de su carrera, Nuria Sánchez Romanos casi llega a derrumbarse. El motivo, un diagnóstico de amnesia disociativa al sufrir fuertes pérdidas de memoria. Hasta entonces estaba convencida de que su ritmo de trabajo era normal, pero el cuerpo le avisó que estaba equivocada. De inmediato comenzó a dosificar las horas de trabajo y la forma de vivir al ver en aquella advertencia una oportunidad que se le presentaba para enseñar y transmitir lo que podía aprender de tal experiencia. A partir de aquí profundizó en la gestión de las emociones, el estrés y la superación de situaciones críticas al comprender que lo que le había ocurrido también le podía suceder a otros, y concibió el Método NSR: Formación de Alto Rendimiento para la Educación Emocional.
La misma Nuria relata esta travesía: “Mi ritmo de vida siempre había estado marcado por una velocidad que yo consideraba normal. Durante años, el valor del trabajo dirigía mis pasos acompañando a personas para que consiguieran sus objetivos. Subida en un tren de alta velocidad, recorría el país”. De lunes a viernes entrenaba en habilidades a directivos de grandes y medianas empresas, y en los fines de semana estudiaba para seguir aprendiendo y enseñar, preparando a otros para que tuvieran una vida mejor orientada a objetivos. “Mi velocidad aumentaba ya que, a la vez, conseguía más clientes que confiaran en mí. Y cada vez, el método de trabajo que utilizaba daba mayores frutos a las personas y a mí misma”, recuerda. Su trabajo consistía, a través del juego, en redescubrir las emociones, entrenar habilidades y atender a los valores. Dicho juego provocaba emociones y presentaba oportunidades de acción para resolver cualquier conflicto que hubiera en las empresas.
Y un día sucedió: “Me encontré delante de 25 personas, mirándolas con extrañeza, sin saber qué hacía allí, ni que estaba diciendo. Fue una sensación de miedo, que resolví, diplomáticamente, preguntando, ¿por dónde iba?”. Fue el comienzo de otros episodios. “Me entró el pánico”, confiesa. Así fue que los médicos le diagnosticaron amnesia disociativa, por lo cual le dieron esta recomendación vital: “A partir de ahora tendrás que bajar esa velocidad si quieres seguir haciendo lo que haces”.
Sin renunciar a su trabajo/pasión ni tirar la toalla, primero tomó conciencia de lo ocurrido, luego empezó a escribir su método para no olvidarlo y, por último, se convirtió en “una ejecutiva emocionalmente inteligente”. Y tuvo que aplicarse lo que predicaba: “Nuria –se dijo–, tú eres tu mejor recurso, recuérdalo”.
Bautizó su método como Método NSR (iniciales de su nombre), convencida de que la educación emocional es el primer paso imprescindible en el aprendizaje de vida, en el crecimiento de las habilidades y “en esas grandes banderas que son los valores”.
Es un método práctico para alcanzar objetivos que integra diversas disciplinas, compuesto en un 70% de fórmulas de alto rendimiento más educación emocional y un 30% de otras orientaciones como el coaching, PNL, neurociencia y la psicología práctica.
Nuria explica que el alto rendimiento son series cortas de ejercicios y juegos que provocan emociones y hacen descubrir las propias fortalezas. “El adulto aprende haciendo y debe disfrutar de ello para favorecer la iniciativa y la creatividad, la comunicación abierta, el ambiente de confianza verdadera y la transmisión con credibilidad y seguridad”.
En resumen, el Método NSR apunta a conseguir estar bien, para vivir mejor, reconociendo las emociones y las fortalezas, entrenando las habilidades personales y sociales y rescatando los valores.
De modo que “se pasa a ser emocionalmente inteligente, siendo competente emocionalmente”.
Actualmente Nuria sigue impartiendo formaciones en las áreas educativas, empresariales y en la del crecimiento personal de adultos, con personas que quieren conseguir objetivos desde, por y para el bienestar personal e individual y el de otras personas que les rodean o con las que a su vez trabajan.
Además, ha diseñado programas formativos para desarrollar la educación emocional en los adultos. Al respecto expresa que “cuando éramos niños aprendíamos con facilidad de todo lo que nos ocurría y de inmediato lo poníamos en práctica. ¡Teníamos habilidades que asombraban a todos! Las usábamos con toda naturalidad… De mayores, esa facilidad parece que la vamos perdiendo. La buena noticia es que sigue ahí, aunque no esté a la vista”.