Mar Tarazona Beltrán. Odontóloga
El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional, que normalmente lo asociamos al trabajo, bien porque sea demasiado exigente o porque te sientes atrapado en un sitio en el que tus expectativas no se cumplen. ero en realidad hay muchas circunstancias de la vida que pueden desencadenarlo, situaciones o pensamientos que te hagan sentir frustrado, furioso o nervioso como cuando pierdes a un familiar querido, tras romper una relación, cuando te despiden o no encuentras trabajo, al enfrentarte a una enfermedad, etcétera.
El estrés también puede estar causado por un uso prolongado de ciertos medicamentos, como pueden ser inhaladores para el asma, medicamentos para la tiroides, cápsulas y pastillas para los resfriados y algunas cápsulas para adelgazar.
Existe un estrés que, si permanece en niveles aceptables, nos ayuda a responder a los requerimientos y exigencias de la vida, proporcionándonos entusiasmo, liberando nuestra creatividad y estimulando el aprovechamiento de nuestras facultades. Este estrés es positivo. Pero cuando la tensión excede o sobrepasa nuestras habilidades o capacidades para dar respuestas se convierte en un estrés negativo. Si además dura semanas o meses pasa a ser crónico y puedes acostumbrarte a él sin que te des cuenta que es un problema. Esto podría causar problemas de salud ya que el cuerpo permanece siempre en alerta, incluso cuando no hay peligro.
Los signos más inmediatos son fatiga, llanto y depresión, dificultad para dormir, irritabilidad, hostilidad y enojo.
Puede provocar reacciones físicas como erupciones y manchas en la piel, sequedad de boca y dificultad para tragar, sudor, caspa y caída del cabello, problemas gastrointestinales (úlcera, dolor de estómago, gastritis, diarreas, etcétera). Con el paso del tiempo, el estrés negativo puede producir taquicardia, aumento de la tensión arterial, dolores de cabeza, migrañas, palpitaciones, gripes o resfriados frecuentes, tendencia a hábitos adictivos, etcétera.
Efectos
Es posible que el estrés sea la segunda causa en importancia de los daños a los dientes y a la cavidad bucal en general después de la presencia de la placa bacteriana.
Sequedad bucal: todos los que hemos estado ante una situación de nervios hemos notado esta sensación de sequedad en la boca. Esto es debido a que el estrés afecta al sistema nervioso central y con ello a las glándulas salivares, que no pueden hacer su función correctamente con una consiguiente disminución en la producción de saliva. Una boca llena de saliva, dentro de los límites normales, es una boca sana y una boca seca siempre será una boca con problemas.
Aumento de la incidencia de caries: el estrés hace que el sistema de defensas se debilite y haya una disminución de la producción de saliva, ello implica que el ambiente oral se vuelva más ácido, favoreciendo la aparición de erosiones y caries.
Hay estudios que demuestran que en las personas con estrés disminuyen los niveles de serotonina en el cerebro, forzando al organismo a consumir alimentos ricos en carbohidratos para compensar el déficit de serotonina. Al ingerir más azucares incrementamos el riesgo de caries.
Los estados de estrés inducen a los niños a una alimentación compulsiva y causan hipoglucemia o alteraciones endocrinas, siendo una posible causa de obesidad infantil.
Bruxismo: el estrés es el principal causante del bruxismo, que definiríamos como el rechinamiento y apretamiento de los dientes de forma inconsciente al dormir o incluso despiertos, lo que provoca fatiga de los músculos de la masticación, artritis en la articulación témporo-mandibular con una severa disfunción de ésta y desgastes en los dientes. Esta presión constante sobre los dientes hace que éstos se desgasten (tanto en la parte de arriba de las muelas como en la parte del cuello de los dientes) y se debiliten, y si no se corrige a tiempo, es posible que los dientes se rompan o se caigan más adelante.
También podemos encontrar crecimientos óseos tanto en mandíbula como en el maxilar superior, llamados torus, que aunque no hay seguridad de su etiología. El bruxismo es una causa a tener en cuenta.
Lo normal es contactar los dientes entre 4 a 10 minutos al día. El estrés puede causar que una persona lo haga durante 4 horas durante la noche. La fuerza puntual de diente contra diente en situaciones normales es de 10 a 35 Kg, en cambio en una persona con bruxismo esta fuerza puede llegar de 150 a 300 Kg. Debido a estos datos podemos entender por qué está tan relacionado el estrés con el dolor de dientes.
El bruxismo es una señal de alarma que precisa una atención especial, con el fin de evitar mayores complicaciones. Las emociones negativas que habitualmente encontramos en el bruxismo son la rabia, la cólera no expresada, la frustración y los miedos. El paciente libera estas tensiones durante la noche. El tratamiento debe combinar homeopatía, flores de Bach, liberación somato-emocional y energética, además de un tratamiento psicológico adecuado que ayude al paciente a reencontrar un equilibrio.
Gingivitis y periodontitis: se ha demostrado que el estrés emocional se asocia con la enfermedad periodontal, y existen dos teorías sobre ello. La primera sería con referencia al comportamiento; las personas con estrés tienden a abandonar los hábitos de higiene y a tomar más alimentos azucarados, fumar y beber más alcohol, lo que nos lleva a un crecimiento de bacterias. La segunda es la teoría biológica; cuando el cuerpo está bajo estrés se produce mayor cantidad de la hormona cortisol. Cuando este aumento de cortisol se da en las encías parece estimular la inflamación de los tejidos y acelerar la enfermedad periodontal, ya que el cuerpo, en un intento de protegerse de las bacterias en la boca, ataca a sus propias encías.
También teniendo en cuenta que el estrés favorece el bruxismo, y que el apretamiento dental puede provocar falta de oxígeno tisular en el ligamento periodontal de los dientes, con el consiguiente daño a las células de estos tejidos que ya no serán reemplazadas por células nuevas, se produce un deterioro de los tejidos de soporte del diente.
El futuro de la terapia periodontal no pasa sólo por atacar a las bacterias, sino también en el control de la inflamación y el estrés.
Llagas en la boca, como aftas y herpes: las aftas orales son pequeñas úlceras en la mucosa de la boca, que aparecen en el interior de las mejillas, lengua y labios. El proceso suele ser agudo en las primeras 48 horas y en los días posteriores disminuye de intensidad hasta desaparecer (de 10 a 14 días). El estrés, la ansiedad y el nerviosismo pueden desencadenar un brote de aftas bucales, aunque el origen es polifactorial, como cambios hormonales, intolerancia a medicamentos o alimentos, malnutrición o déficit de vitaminas, disminución de las defensas, etcétera.
Herpes labial: una vez contagiados del virus Herpes simple tipo I, entra en el organismo a través de la piel y se aloja en las células nerviosas o nódulos nerviosos. El virus puede permanecer latente sin ocasionar lesiones o reactivarse por un proceso infeccioso, por la exposición al sol, por la menstruación, el estrés o depresión del sistema inmunitario. Se inicia con una sensación de hormigueo o picor, luego un enrojecimiento que dará paso a vesículas con líquido. Estas formarán costras al romperse. Al cabo de 7-10 días desaparecerán los síntomas. Hay que reducir las situaciones de estrés para evitar las reapariciones de estos brotes de herpes.
Candidiasis bucal: el estrés puede afectar los niveles de hongos en el cuerpo. En individuos sanos, la cándida albicans vive en más del 80% de la población sin causar daños, es una levadura que se encuentra de forma habitual en la flora intestinal humana.
Cuando las glándulas suprarrenales empiezan a agotarse por efecto de estrés continuado, se produce una bajada de los niveles de la inmunoglobulina secretora (SIgA), lo que nos hace susceptibles a infecciones de hongos y parásitos. La IgA secretora o SIgA, principal inmunoglobulina en las secreciones de la mucosa, es realmente un sistema muy inteligente de defensa.
Hay que reducir los niveles de estrés a través de cambios en el día a día y en la alimentación, con ello conseguiremos recuperar los niveles adecuados de la SIgA.
Además la persona con estrés tiende a comer más comida basura, por lo que es esencial evitar azúcares refinados e introducir en la dieta proteína de calidad y fibra.
El consumo continuado de azúcares e hidratos de carbono refinado crea un entorno favorable para la sobreproducción de la cándida.
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