Quién es
Licenciada en psicología, máster en psicología clínica y de la salud, terapeuta sexual y de pareja, terapeuta infanto-juvenil y educadora en inteligencia emocional, Sònia Cervantes ha participado en programas televisivos y colabora en diversos medios de comunicación.
Divulgadora de temas referidos a la adolescencia y el crecimiento y superación personal, es conferenciante en eventos referidos a esos ámbitos.
Es autora de “Vivir con un adolescente”, “Vives o sobrevives” e “Intensa Mente”, este último de Editorial Grijalbo, con recetas psicológicas sencillas para utilizar en la vida diaria.
Más información en www.soniacervantes.com
Aurelio Álvarez Cortez
-No hay emociones buenas ni malas. Podemos caer en la tentación de creer que sí, que las hay, pero tú, Sònia, dices que no.
-Estar mal en ciertas situaciones es normal y no quiere decir que nos deba gustar. Cuando se pone la etiqueta de “emoción negativa”, ésta deja de tener la importancia que tiene, y además tendemos a huir de ella y no hacerle frente. Si a esas emociones las seguimos llamando así, negativas, no desarrollaremos estrategias para gestionarlas cuando se presenten. El mensaje de “Intensa Mente” es que todas las emociones son útiles. El miedo, por ejemplo, nos ha permitido llegar hasta hoy y si el ser humano no hubiera tenido esa emoción, a través de una estructura cerebral llamada amígdala que se activa ante un peligro, nuestra especie se habría extinguido. No está mal tener miedo, como tampoco estar triste, pero es fantástico cuando nos sentimos felices.
-¿Qué elementos integran una emoción?
-Uno es el componente más físico o fisiológico, cuando estás nervioso el cuerpo lo nota, sudan las manos, se acelera el ritmo cardíaco, sube el nivel de cortisol, hay una vasoconstricción. Se produce una preparación física vinculada a la emoción. Otro es el componente mental, el pensamiento, la interpretación de la emoción. Y el tercero es el conductual, el comportamiento asociado a la emoción que dependerá de cómo sea interpretado.
-Nos pasamos la vida interpretando, en una realidad virtual. Y de ahí viene el rollo mental y emocional.
-No eres lo que te pasa sino lo que tú haces con lo que te pasa. Ante una situación equis, dos personas que se quedan sin trabajo responden de forma distinta, aunque la realidad sea la misma. Dependerá de la educación recibida, de las experiencias, del perfil de personalidad, de cómo interpreta cada uno lo sucedido. Todo ello surge del gran procesador de información que tenemos en la cabeza, si no seríamos seres simples, con una estructura “estímulo-respuesta”, casi primitivos. Actuaríamos como ciertos órganos de nuestro cuerpo, ajenos a nuestro control, como la pupila, que se contrae automáticamente ante la luz.
-La cuestión es que nos creemos nuestras interpretaciones, no lo que sucede.
-La interpretación induce a error, pero está bien, no somos seres perfectos. La mente tiene una característica principal: es altamente arrogante. Se cree que lo sabe todo y que eso es verdad. Si cada uno piensa así, está claro que no todos poseemos la verdad. Vale la pena revisar las creencias, ser autocrítico con la educación recibida, para poder hacer un procesamiento correcto de la información que lleve al bienestar emocional y no al malestar.
-Te gusta más hablar de bienestar que de felicidad.
-Sí, creo que algunas cosas que se dicen de la felicidad es una tomadura de pelo y hacen daño. Hay un gran merchandising de la felicidad. Algunas frases no son ciertas, mientras que otras venden la búsqueda de la felicidad cuando en verdad son fuente de malestar emocional. Imagina que te digo “con una actitud positiva conseguirás todo lo que te propongas en la vida”. ¿Es verdad?
-Henry Ford decía “tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”…
-Hay otra frase que dice “si lo sueñas, lo puedes hacer”… ¡No es verdad! Por supuesto que hay personas con conductas tóxicas, son pesimistas sin actitud positiva. Pero si tú quieres hacer una paella valenciana y solo te doy un paquete de arroz, ¿podrás conseguirlo? No, porque es el ingrediente principal pero no el único. La felicidad sería como la paella. El ingrediente principal es la actitud positiva (el arroz), pero también se necesitan otros componentes para que finalmente el plato sea una paella, la felicidad. Afirmar que querer es poder es altamente culpabilizante porque si no eres capaz de lograr lo que repites como un mantra, “algo estarás haciendo mal”, ¿no es así? Y esto causa malestar emocional. No todo está en nuestras manos. A personas con ansiedad en ciertas circunstancias se les dice que no están utilizando los mecanismos necesarios para evitarlo… El problema no es la ansiedad, sino el entorno que es ansiógeno. Es normal que tengas ansiedad, pero no tienes la culpa y buscaremos recursos para que salgas de esa situación.
-¿Lo que acabas de explicar concierne a tu definición de falso optimismo?
-Exacto. Esos mensajes te hacen creer algo que no es cierto y entonces estamos en los mundos de Yupi… Hay premisas falsas como que el sufrimiento es malo, ¿dime cómo podré tener una actitud positiva ante la muerte de un hijo? ¡Déjame que esté triste! Obviamente haré todo lo posible para sentirme mejor, pero ahora no toca. El falso positivismo lo que hace es enmascarar la realidad al no permitir la libre expresión del malestar, que está mal visto, y es altamente inmovilizante.
-Ahora recuerdo algunas expresiones del estilo “antes todo me afectaba, pero ahora, a pesar de que me pasan cosas, paso de ellas”.
-Que a un ser humano todo le resbale es imposible, a no ser que sea un auténtico psicópata. Ahora bien, hay personas a quienes les afecta todo o no pueden hacerle frente a nada. Tenemos que encontrar el equilibrio. Por otro lado, debemos revisar nuestros valores y priorizar. Eso comienza en la educación en la primera infancia, para saber que el sufrimiento será parte de nuestra vida. Con una actitud positiva, capacidad de autocrítica y la revisión de nuestras creencias, el camino hacia el bienestar emocional es mucho más fácil. La felicidad plena y absoluta no existe, o en todo caso no es un estado, en ciertos momentos soy feliz. Hemos hecho de la felicidad un rasgo, y eso es un error. No podemos ser felices, busquemos estarlo, porque si busco siempre ser feliz no será posible.
-Dices que la vida afortunadamente no se medica.
-Lo afirmo porque existe una sobremedicación al no haber tolerancia al dolor. En cuanto tenemos un pinchacito corremos al botiquín para tomar un paracetamol. ¿Es grave lo que ha pasado?, vayamos al médico y descartemos una causa orgánica, pero antes revisemos un poco nuestro estilo de vida, ¿por qué nos duele la cabeza? Los centros de asistencia primaria están repletos de gente medicada con ansiolíticos y antidepresivos, que creen que con una pastillita tiran.
-¿La tristeza motiva y debemos agradecerle?
-No me gusta estar triste, es un auténtico coñazo. Ahora bien, precisamente porque no nos gusta es un motor. Como no quiero estar así, haré cosas para evitarlo. La alegría no moviliza, la alegría está para disfrutar, ¿por qué voy a cambiar las cosas si están bien?; en cambio, cuando están mal me planteo que algo no funciona y deberé hacer algo. Cuestiono también el concepto “salir de la zona de confort”. Al tener una rutina que me hace sentir bien, ¿por qué debo estar constantemente asumiendo nuevos retos? Otro asunto es que perciba que estoy bien así porque “tengo miedo a” y estar en la zona de confort me impide mejorar. Pero cuando nos sentimos bien, vamos a disfrutarlo y si estamos mal intentaremos salir de ahí. La tristeza moviliza, también el enfado.
-Ser pensador y ser observador no es lo mismo.
-Si asumo el rol pensante y no salgo de ahí, me neurotizo. A pacientes que son padres y madres hiperreflexivos, súper pensantes, les hago este ejercicio, diciéndoles “le hablarías a tu hijo pequeño como te hablas a ti”. “¡No, claro que no!”, responden. “Qué efectos tendría ese lenguaje”, les pregunto, y contestan: “Lo haría sentir mal, dañaría su autoestima, lo haría sentir inseguro”. ¡Ah!, deben cuidar el niño que tienen dentro. Por eso observa lo que te estás diciendo, no te creas todo lo que te dices. No te des esos mensajes y pasa del yo pensante para ser el yo observador. Cuántas veces tenemos la tele puesta pero seguimos haciendo cosas; hagamos eso, dejar que la mente hable pero sin que interfiera en nuestra vida.
-Estar más presente...
-Efectivamente.
-Mencionas cinco estrategias poderosas, útiles para vivir. ¿Cuál de todas elegirías ahora mismo?
-Esta es una: pasar del yo pensante al yo observador. Pero la más importante es acéptate y acepta a los demás. Mensajes del tipo “no quiero”, “no soporto”, “no puedo” son muy limitantes, pero acepta que tengas ese tipo de pensamiento, en lo bueno y en lo malo, y comprométete para cambiar, porque la aceptación sin compromiso es resignación. Otra estrategia consiste en tolerar la incertidumbre, el poder del no sé. ¡Es tan liberador! La gente lo quiere saber todo. Vivimos en un mundo que cuando te preguntan algo sufres porque piensas “¿lo sé o no lo sé?, tienes que responder como si lo supieras.
Aceptar la incertidumbre está muchas veces en la base de tratamientos de trastornos de ansiedad. La ansiedad se alimenta de la información. Necesita saber, se activa… “¿y si pasa esto, y si pasa lo otro?”, para tenerlo todo controlado. Si acepto la incertidumbre no tengo por qué controlarlo todo, y en el momento en que no lo pretendo, me libero.
-Pensar está sobrevalorado, dices, y cantas una oda al “dolce far niente”.
-Vivimos en una sociedad en la que tenemos que estar continuamente haciendo algo. Incluso lo veo en niños pequeños. Debemos favorecer el aburrimiento, aprender a aburrirse, a dejar la mente en blanco, mirar el techo sin hacer nada porque en realidad estás haciendo mucho. Hay chavales que salen del colegio y no llegan hasta la noche a casa porque realizan numerosas actividades. De vez en cuando me siento en un banco en el parque o camino hasta el mar, quince minutos. Pongo el móvil en modo avión, me siento, cruzo los brazos y observo. No hago nada. Me vacío del ruido y la basura mental que tengo en la cabeza. Estamos tan conectados con las redes sociales que hemos desconectado con la realidad, con nosotros mismos.
-¿”Slow life” (el movimiento social que aboga por vivir lentamente)?
-Como era antes. Ahora se ha puesto de moda la atención plena, el mindfulness, que ya lo hacían nuestras abuelas. ¡Eran expertas en mindfulness, tejiendo la mantita, con la atención focalizada! En la Edad Media un hombre se podía pasar la vida tallando piedra para construir una catedral. Ahora estamos súper estimulados.
-Explícame eso de “la estrategia Frozen”.
-Se trata de soltar los lastres. Todo aquello que pesa tanto, ¿por qué lo metes en tu mochila?, ¿por qué asumes responsabilidades que no son tuyas?, ¿por qué te sobrecargas? También es cierto, como decía Paracelso, que “el veneno está en la dosis”. Algunos sueltan muy rápida y fácilmente, con poca resistencia, cualquier cosa que les molesta. Pero hay dejar ir lo que no es relevante. Siéntate, habla contigo mismo, cuáles son los valores que priorizas, y todo aquello que no te aporte algo, ¡fuera!, sin ningún sentimiento de culpa.
-¿Por qué haces el símil del Titanic?
-Todos tenemos una línea de flotación. Esta idea ocupa el ámbito de la autoaceptación y la aceptación de los demás. Acéptate. Si eres el Titanic, pasas por Terranova y en tu camino aparece un iceberg, te hundirás. Tienes que reconocer tu línea de flotación para saber qué medidas debes tomar. Además, comprender que los demás también tienen su línea de flotación. No te aproveches de esos puntos débiles. Lo digo porque existe una falta de empatía brutal. Twitter es la red más psicopática que hay.
-¿Cómo es el “síndrome de la camisa blanca”?
-En psicología se llama visión de túnel o generalización. Te pones tu camisa preciosa y una simple mancha de café te arruina el día. ¡Una mácula! Primero, responsabilízate, tendrías que haber tenido más cuidado. Existe un tipo de educación que nos lleva, de adultos, a echar balones fuera cuando nos pasa algo. Todo comienza cuando el niño se golpea con una mesa y los mayores dicen “qué mesa mala”. La camisa sigue siendo blanca, un producto buenísimo lo limpiará, y si no deberás aceptar lo que ha pasado, comprarás otra e irás con más cuidado.
-¿Qué hacemos con aquello que pudo ser y no fue?
-Pensar así nos aleja de la realidad. En toda relación interpersonal, con tu pareja, hijos, amigos, familia, un jefe, siempre tienes el “yo real” de esa persona y el “yo ideal”, que te gustaría que fuera o hubiera sido. Cuanto más te alejes del yo real, peor será la interacción. Si yo estoy a día 8 de febrero de 2019 y mi cabeza está a 22 de enero de 2016, no podré enfrentar la realidad que tengo ante mí. Lo que pudo ser y no fue, acéptalo y aprende un poco de los errores. Es el concepto de (la película) “La la Land”, déjalo. Además tuvo que ser así. Lo que es, es. No hay más. Evitemos complicarnos la realidad.
-Lo más importante de "Intensa Mente" es…
-Primero, como el título lo expresa, la mensa es intensa. Luego, intensamente es adverbio, hay que vivir intensamente con los pies en la tierra. Y finalmente trabajar la autoaceptación, comprometerse con el cambio, social y revisar la falta de empatía imperante, porque es evidente que algo no funciona. No te creas todo lo que te dice tu mente. No seas arrogante, soberbio, en posesión de la verdad, cada uno tiene una parte del espejo de la verdad que alguna vez estuvo integrado. Ignoramos lo capaces que somos hasta que llega una situación que nos pone a prueba y no sé cómo hacemos, pero salimos adelante.