Quién es
Licenciado en geografía e historia y doctor en antropología cultural, con estudios superiores de psicología, música y arte dramático, Josep María Fericgla es especialista en antropología cognitiva, etnomusico-logía, etnopsicología, chamanismo, estados de conciencia expandida y antropología de la vejez.
Autor de numerosas publicaciones científicas y de divulgación, entre sus obras destacan “Antropología de la vejez”, “Alucinógenos tradicionales en el Mediterráneo”, “Los chamanismos a revisión” y “Uso terapéutico de la LSD-25 en Europa”. En su etapa como investigador y docente ha recibido varios premios por su labor científica. También es fundador y director de la Sociedad de Etnopsicología Aplicada y del Centro de Desarrollo Humano Can Benet Vives (Barcelona).
Más información en www.josepmfericgla.org
Aurelio Álvarez Cortez
-Un científico norteamericano afirma que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia. ¿Está usted de acuerdo con este pensamiento? En todo caso, ¿cuál es su propia definición de muerte?
-La realidad suele ser muy simple y complejísima a la vez. Todos los organismos vivos, entre ellos los seres humanos, están conectados por una fuerza habitualmente invisible. Todas las comunidades vivas tienen esta fuerza, y ellas mismas se convierten en un organismo de orden superior. Es lo que llamamos el campo de fuerzas cuyo efecto puede observarse de forma incuestionable en innumerables situaciones, por ejemplo, lo puedo constatar en cada uno de los talleres catárticos que dirijo. En este sentido, toda comunidad humana puede verse y ser tratada como un organismo, y no hay diferencia entre quienes están clínicamente vivos y lo que están “muertos”, entre quienes están aquí y los que están allí. Desde mi punto de vista, la muerte es un cambio profundo de percepción de la realidad que tiene que ver con el campo, pero… y aquí está el tema más serio de todas las religiones, para seguir viviendo en algún sentido tras el cambio de percepción, el organismo debe haberse preparado previamente para ello, sea individual o colectivamente.
Tras la muerte hay un incremento de la sensibilidad del sujeto y de la percepción de la totalidad del organismo, y este aumento de la sensibilidad puede transformar tanto a los individuos como al organismo. Y la transformación puede ser constructiva o destructiva, según si el individuo se ha preparado para ello o no.
Científicos como R. Sheldrake han demostrado que, en cierto nivel, los pensamientos se transmiten directamente, sin vocalizarlos, desde individuos o grupos a otros grupos o a toda la raza, incluso entre razas diferentes como es el caso de transmisión de pensamientos entre perros y sus dueños. Afirmarlo no es algo nuevo, antiguas tradiciones mistéricas ya aseguraban que existe la transmisión directa de pensamientos, y algunos pueblos, como los indígenas australianos, la han usado como vía de comunicación habitual. El efecto de esta transmisión puede ser mucho más efectivo que la transmisión oral ya que a menudo no se perciben estos pensamientos mediante las percepciones ordinarias. En este sentido, existen capacidades humanas que si se practican pueden actuar de manera constructiva o destructiva, sin tener contacto alguno con las llamadas funciones mentales corrientes. Esta categoría de pensamientos es la que produce los resultados más espectaculares, es el pensamiento humano que se transmite a través de todo el organismo social. Así pues, la muerte es un cambio profundo en la forma de percibir la existencia, cambio que puede ser constructivo si el sujeto está preparado para ello, o destructivo en caso contrario.
-Estadísticamente se sabe que en el mundo cada vez hay más muertes por enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares ¿Qué nos están diciendo estos datos?
-Cada sociedad humana vive y muere de acuerdo al patrón cultural que tiene y que reproduce. Nuestro actual sistema cultural o modo de vida sigue un patrón consumista que implica una forma de pasar por el mundo muy similar a la de los psicópatas. Yendo siempre más, siempre en expansión, sin un respiro reflexivo ni un movimiento de contracción que permita el resurgimiento existencial. Esta forma de vivir es idéntica a la que siguen los heroinómanos y cocainómanos, consumir siempre más, siempre más hasta la muerte. A partir de este estilo de vida patogénico, surgen trastornos como los que mencionas, consecuencia del colapso al que llega alguna de nuestras dimensiones más sagradas. El corazón no es sólo un músculo retorcido que impulsa la sangre, sino que el corazón es un centro de toma de decisiones. Es el corazón quien debe dirigir la vida de la persona y de la comunidad, no el cerebro craneal. La mente racional es un esclavo que ha de servir para encontrar el cómo, no el qué ni el para qué de la vida, esto depende del corazón. El problema, como decía Albert Einstein, es que hemos puesto el esclavo en el lugar del soberano. Donde tenemos el corazón tenemos nuestro tesoro, y lo hemos olvidado. Solo escuchamos las órdenes de la mente racional hasta que el corazón colapsa, y con el corazón se apaga la persona completa si es que no ha colapsado antes el sistema encefálico por la presión y la tensión que soporta el sujeto, más la mala alimentación y la agitación que, cada vez más, rige la existencia de la mayoría de la gente. En Japón y Corea del sur está tipificada la muerte por caroshi, por “exceso de trabajo”. Solo en Japón el caroshi mata unas diez mil personas al año, y sólo se considera caroshi si la muerte del individuo se da por colapso cardíaco o derrame cerebral, no por accidente, aunque sea a raíz del cansancio extremo de tanto trabajar.
No hay como seguir mucho más tiempo así. Hay que recuperar la paz interior, el hacer las cosas con calma y con ganas de hacerlas bien, el vivir con entusiasmo y amando lo que uno es y hace, no lo que uno posee, ni se puede seguir viviendo con prisas bajo una presión externa descomunal.
-¿Hay algo de cierto en cuanto a que morimos según hemos vivido?
-Totalmente cierto. La muerte es el paso final del proceso que llamamos vivir, y no hay diferencia cualitativa entre el proceso y el final. He acompañado a personas valientes en el trance de morir, y suelen marcharse con presencia y valentía, conscientes, algo de ellas está por encima de enfermedades terminales. He acompañado a personas cobardes, personas que se han engañado toda su vida, personas avaras y también personas generosas, y cada una ha muerto tal y como ha vivido.
Que la muerte sea el último paso del proceso que llamamos vida no significa que luego no continúe. Cuando alguien se marcha de tu casa tras una velada entrañable, no se volatiza, simplemente desaparece de tu casa y sigue existiendo en otra forma y lugar. Antes estaba sentado confortablemente en tu salón, abrigado y charlando animosamente. Tras cerrar la puerta de tu casa y marcharse, tal vez camine por una calle oscura, soportando la lluvia y en silencio. Algo ha cambiado, naturalmente, pero no por eso tu invitado ha dejado de existir. Por esto, dado que no hay ninguna prueba incontestable de que todo el mundo desaparezca al morir el cuerpo, ni tampoco de lo contrario, lo objetivo es que les denominemos “los ausentes”, las personas que se han marchado, sin que esto suponga nada más sobre su destino. Están ausentes, sin más.
-Entre el 70 y el 80% de los pacientes en estado llamado “terminal” esperan a estar solos en la habitación para morirse, según un estudio que se publica en estos días.
-A medida que una persona se acerca a la muerte su conciencia se expande. En las últimas horas de vida, la conciencia no se debilita ni se oscurece, sino que se acrecienta, al contrario de lo que cree mucha gente. La naturaleza nos regala unas horas de extrema lucidez antes de marcharnos. Una vez vi una pintada en las calles de una ciudad norteamericana que decía: “La muerte es el mejor pelotazo de todos, por eso nos lo dejan para el final”. No es una mala manera de expresarlo. Un tema diferente es que cada persona, en concreto, quiera y sepa aprovechar esta expansión de la conciencia o prefiera encerrarse en sus miedos y no ver. Por ello, cuando se acompaña un terminal hay que hacerlo con toda la calidad humana y compasión de que sea capaz el acompañante porque el moribundo lo capta, incluso aunque parezca estar ausente. Una persona que esté muriendo en su casa, por ejemplo, sabe perfectamente todo lo que está sucediendo en la casa. De ahí que, dada la incomparable importancia del último suspiro, la mayoría de las personas prefieran, como se suele decir, pasarlo solas que mal acompañadas, y esperan a morir cuando no está presente nadie que les incomode. La mayor parte de personas que participan en el taller vivencial que dirijo desde hace unos veinte años y por el que han pasado más de seis mil personas, “Despertar a la vida a través de la muerte”, descubren con asombro y con un enorme gozo el estado expandido de la conciencia que se da al acercarnos a la muerte. Es un estado transpersonal, lleno de comprensión, de claridad y de amor hacia uno mismo y hacia los demás.
-Personal de enfermería, sobre todo, cuenta que en el momento de la gran transición, de la vida a la muerte, todo es paz, como en el que se experimenta en una profunda meditación.
-Es un instante maravilloso, trascendente, luminoso, beatífico, espiritual y muy, muy amoroso. Es indescriptible. La muerte nunca va acompañada de dolor ni de agitación, esto, si lo hay, es previo. Y la sensación de trascendencia que acompaña el momento final tanto la experimentan los creyentes como los agnósticos o ateos. No es una cuestión de creencias ni de ideologías. No. Dejar el cuerpo atrás, y todo lo que va ligado al cuerpo, es una experiencia inmensa y, como toda experiencia profunda, es muy difícil de transcribir en palabras. ¿Cómo explicar qué siente una persona enamorada cuando está junto a su amor, a alguien que nunca se ha enamorado? Es posible intentarlo pero será siempre una aproximación, solo esto.
-Nacemos llenos de simplicidad y con el paso del tiempo, a través de nuestra vida social, a menudo terminamos inmersos en complejidades. ¿En qué momento habría que evitar la suma de problemas innecesarios?
-La respuesta a esta pregunta es la respuesta del millón de euros. En todo momento hay que tratar de evitar problemas innecesarios, pero siendo realistas es algo que parece imposible para los humanos. Forma parte de la naturaleza humana el hecho de mentir, olvidar y prometer cosas que el sujeto no puede cumplir, y estas formas de conducta nos impelen a perder lo que podríamos llamar nuestro lugar en el mundo. En el momento en que una persona deja de ocupar su lugar en el mundo, comienza a complicarse la existencia.
-¿En qué modo podemos vivenciar que todos somos uno, en lo transpersonal, más allá de cualquier conclusión de tipo mental?
-Lo que hoy se denomina “experiencia transpersonal” es la experiencia subjetiva, clara, intensa y no delirante de formar parte de algo real aunque invisible, algo que es mucho más grande que el propio sujeto y que lo incluye, y a la vez da sentido a su existencia. A veces se denomina Dios, a veces conciencia búdica, a veces Allah, a veces la fuerza primigenia de la Naturaleza, a veces la experiencia del Ser. ¿Cómo tener esta experiencia? Hay innumerables vías. Desde el consumo ritualizado de sustancias psicoactivas visionarias como la ayahuasca, sustancias usadas desde hace milenios para tener la experiencia de la divinidad, hasta las prácticas extáticas de origen chamánico o místico, pasando por técnicas de respiración como la respiración sufí, la yóguica o la respiración holorénica. A margen de la vía que una persona o una sociedad escoja en su búsqueda de la experiencia transpersonal, hay que tener valentía para ello, hay que tener una intención limpia. Ni es una experiencia para jugar ni para personas satisfechas de su vida corriente.
-Como fruto de su experiencia, ¿qué mitos y verdades puede señalar acerca de la ayahuasca?
-Se ha escrito y se sigue escribiendo mucho acerca de la ayahuasca, algo sorprendente dado que hace ya dos décadas que empezó a consumirse en Occidente proveniente de la Amazonia. Personalmente, creo que está llenando un vacío que las religiones occidentales, empezando por el cristianismo, han dejado durante siglos. Muchas personas tienen una necesidad vital de encontrar el sentido a su existencia, de conectar interiormente con algo que está más allá de la vida psicológica individual, y aunque nunca hayan tenido la experiencia del Ser, como solemos denominarlo, algo dentro de ellas las impele a buscar una respuesta, una certitud, algo permanente y no material. La ayahuasca, tomada con conocimiento, es una herramienta preciosa y muy precisa para tener la experiencia de la Vida, en mayúscula, dentro del sujeto. En la actualidad, hay el peligro de los Quijotes de turno que se hacen pasar por chamanes o por entendidos sin serlo ni de lejos, seguidos por un alud de Sancho Panzas crédulos que han invadido un espacio sagrado y lo han convertido en un mercado y en una moda. De todas maneras, con la ayahuasca no hay peligro de adicción ni de trastorno psíquico grave. Máximo puede causar un ataque de ansiedad a las personas que no están preparadas para abrir las puertas de su percepción de forma creativa y hacerse cargo de lo que albergan en su interior.
-Conciencia versus alucinaciones, un cuestionamiento que viene del campo de la ciencia con respecto a fenómenos todavía inexplicables según qué disciplina del conocimiento formal.
-La diferencia es bastante simple y suele aceptarse por todos los estudiosos, a menos que tengan prejuicios ideológicos determinantes, que los hay. Las alucinaciones aíslan al sujeto de la realidad contextual que le envuelve, se sobreponen al contexto y sumergen a la persona en la realidad alucinatoria. En cambio, las visiones propias del imaginario humano no aíslan al sujeto de su contexto sino que le despiertan una diversidad de niveles en este mismo contexto. Es como si, de pronto, la realidad ordinaria, simple y sin relieve, se viera desdoblada en diversas capas superpuestas, y este imaginario humano ha sido muy estudiado por la antropología simbólica y la psicología junguiana. En este sentido, por ejemplo, una persona que esté bajo los efectos de la ayahuasca no pierde el contacto con el contexto ni deja de saber en todo momento dónde está y qué hace.
-Comparta los alcances de su trabajo a través de la Fundación que ha creado y desarrolla.
-Desde hace más de veinte años que dedico mi tiempo a investigar la mente humana y a dirigir experiencias extáticas o transpersonales en el sentido de lo que hoy denominamos cultivo del mundo interno. En el año 1997, y tras un largo periplo académico, dejé mi plaza de profesor universitario. Trabajar de profesor universitario me era cómodo pero muerto. En España, y hablando en términos generales, la universidad es como un lago donde pescar peces muertos, y yo opté por la vida. Entonces creé la Societat d’Etnopsicologia Aplicada i Estudis Cognitius, que llegó a tener 130 miembros. En 2011, junto a un grupo de colaboradores, fuimos más allá y creamos la fundación que lleva mi nombre. Esta entidad tiene por objetivo promover y difundir investigaciones sobre la conciencia, especialmente sobre los estados expandidos de la conciencia, o estados modificados de conciencia como se los denominaba antes. También organiza eventos, cursos y talleres que permiten a las personas que lo necesitan o que lo desean tener una experiencia de conciencia expandida en un contexto seguro, sea con objetivos terapéuticos, evolutivos o espirituales. Así mismo, organizamos cursos de formación y también es objetivo de la Fundación gestionar el campus Can Benet Vives. Creo que es el único lugar en Europa dedicado exclusivamente a estos temas. Al año, y a pesar de la crisis, pasan más de 3.000 personas. El mismo estilo de vida que se mantiene en el campus por parte de los residentes, implica una forma vanguardista de organización laboral y de vida diaria semicomunitaria. Este hecho atrae a muchas personas a pasar una temporada residiendo y colaborando con el campus en calidad de voluntarios. Vienen desde escritores hasta empresarios, jubilados, estudiantes, músicos, profesionales y, en general, personas hartas de la mediocridad dominante que buscan aprender a ser personas entre personas. Actualmente, en el campus residen personas de varios países y de todas las autonomías españolas. Os invito a colaborar en este hermoso proyecto donde se respira un ambiente respetuoso, amoroso y vanguardista a la vez.