Aurelio Álvarez Cortez
Quién es
Psiquiatra, licenciada en Medicina y Cirugía, Marian Rojas Estapé trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas. Su labor profesional se centra principalmente en el tratamiento de personas con ansiedad, depresión, trastornos de personalidad y en terapia familiar. Profesora invitada de la escuela de negocios IPADE (México), ha colaborado en varios proyectos de cooperación y voluntariado fuera de España. Imparte conferencias tanto en España como en el extranjero sobre estrés y felicidad, educación, redes sociales, así como depresión y enfermedades somáticas.
Autora de “Cómo hacer que te pasen cosas buenas”, de editorial Espasa.
Más info en www.marianrojas.com
-¿Por qué asegura que el éxito es un gran mentiroso?
-Mi padre, también psiquiatra, dice a menudo que el fracaso enseña lo que el éxito oculta. Si observamos a personas que han sufrido, podemos diferenciar dos grupos: en uno están las que se han quedado en el sufrimiento y desarrollan un comportamiento destructivo, tanto para su salud física como para la psicológica, mientras que en el otro se encuentran quienes se han fortalecido y renacido gracias a esa circunstancia, con la famosa resiliencia, que saca la mejor versión de uno mismo y ayuda a superarse. Unos disfrutan y sacan su mejor versión y otros se hunden y no consiguen salir a flote.
Hoy en día todo el mundo tiene preocupaciones, conflictos, enfermedades, pero quien los supera y los sabe enfocar como una forma de crecimiento, posee un equilibrio interior más conseguido y sano.
-¿De qué modo intervienen las hormonas en esta relación cuerpo-mente?
-Se ha descubierto que mente y cuerpo no distinguen lo real de lo imaginario. Tanto lo que sucede en verdad como lo que imaginamos tienen el mismo impacto en nuestras células, y cerca del 90% de las cosas que preocupan a una persona que se siente apremiada por ellas nunca suceden, pero lo vive como si fuera muy real. Nos hemos convertido en una sociedad fisiológicamente muy enferma; necesitamos controlarlo todo cada vez más, estamos apurados, estresados, hiperestimulados, alertas en diferentes aspectos.
El cortisol, hormona de la supervivencia, en dosis pequeñas es muy bueno porque ayuda en situaciones reales de peligro, pero si ese peligro está en la mente, se vuelve tóxico y afecta todo el cuerpo, produciendo taquicardia, colon irritable, fallos de memoria y de concentración, etcétera. Cada zona del cuerpo, sensible al cortisol, empieza a enfermar, y esta hormona, que es antiinflamatoria, se convierte en un agente inflamatorio del organismo. Aparecen las gastritis, las artritis, todo lo que termina en itis. Por eso digo que la sociedad del siglo XXI es la sociedad de la inflamación. Muchos psiquiatras tratamos la depresión como una enfermedad inflamatoria del cerebro.
-¿Felicidad y bienestar son sinónimos?
-El bienestar es más físico, cubre ciertas facetas de la vida como la económica, la salud… La felicidad va más allá, es mucho más subjetiva, trascendente, se relaciona con el sentido que le damos a la vida. En una sociedad que ha perdido ese sentido, la hemos sustituido por sensaciones. Buscamos cubrir ese vacío con sensaciones que si bien no son malas, como el comer, el beber, hacer deporte, se han convertido casi en obsesivas.
-Advierte que algo no funciona bien porque el 20 por ciento de la sociedad está medicada por problemas anímicos y critica lo que llama "felicidad light".
-Es la felicidad a golpe de click. Parece que hoy todo se puede comprar, estamos cambiando la felicidad real por la gratificación instantánea. Yo quiero algo y lo consigo en el momento, y en mi cerebro suben los niveles de la hormona del placer, la dopamina, que consigo estimular gracias a un “like”, que llega a través de un sistema de recompensa que se activa ante el contacto de las redes sociales. Nos hemos olvidado del concepto de la espera, de posponer la recompensa. El riesgo es grande, sobre todo en los jóvenes, porque la zona del cerebro que se encarga de la paciencia, la concentración, el control de impulsos, está cada vez más inactiva y funciona peor. Por eso vemos jóvenes con la impaciencia como reina de sus comportamientos. Es una felicidad light porque no llena. Lo que verdaderamente nos satisface en esta vida es el amor de la pareja, de los amigos, la satisfacción del trabajo bien hecho. Y no son cosas inmediatas sino que requieren paciencia, esfuerzo, tiempo.
-Precisamente, dice que el amor es el perfecto antídoto del sufrimiento.
-Sí, frente a momentos duros en la vida, como enfermedades, muertes, problemas económicos, lo único que nos salva es el amor. Víctor Frankl, superviviente de Auschwitz, en “El hombre en busca de sentido” observó que había personas que no fallecían a pesar del drama de su situación, mientras que otras con solo llegar al campo de concentración morían. También descubrió que el hecho de tener recuerdos y pasar por la mente la imagen de momentos especiales o de personas que han influido positivamente en nuestra vida son un antídoto para sobrevivir. Cuando uno quiere de verdad a alguien y se enamora, los dolores disminuyen, lo mismo sucede cuando tenemos valores, importantes creencias de todo tipo, que nos hacen capaces de luchar a pesar del sufrimiento. Pensemos en Gandhi, en Mandela, que no les importaba su sufrimiento por el amor a sus creencias.
-¿Somos drogadictos emocionales?
-Efectivamente, porque necesitamos emociones muy intensas, y si no las sentimos, nos aburrimos. Así todo lo que nos rodea debe tener un impacto emocional que nos remueva. La emoción requiere, como todas las drogas, una dosis cada vez mayor para generar el mismo impacto. Lo vemos en los anuncios, las aplicaciones, la sexualidad, todo tiene que tener mayor intensidad. Por otra parte, el problema radica en que las emociones no están separadas del cuerpo. En mis años de carrera de formación nadie me dijo que las emociones tienen relación directa con la salud física, pero después de muchos años leyendo e investigando me doy cuenta de que impactan directamente en la salud. La doctora Candace Pert investigó la unión directa de la emoción con las células y hoy sabemos incluso que algunas emociones influyen en forma directa en los genes.
-El desafío es saber gestionar las emociones.
-Exacto. La gestión consiste en reconocer su existencia y no negarlas. En sociedades como la japonesa o las nórdicas todavía la emoción está mal vista. Sin embargo, primero debemos identificar cuáles son, luego saber qué impacto tienen en nuestro cuerpo; por ejemplo, cuando veo alguien que no me gusta noto como mi cuerpo se altera, lo siento en el corazón, en las manos. A continuación, pensar si realmente se ha instalado algún tipo de bloqueo, ya sea cognitivo, físico… algunos al ver sangre se desmayan. Por último, todas esas emociones reprimidas, como la tristeza, la frustración, la desesperanza, si no se exteriorizan provocan un aumento del cortisol y estamos incubando una enfermedad de la cual nuestro sistema inmunológico resulta incapaz de defendernos.
-Recomienda el omega 3 como antiinflamatorio natural.
-Estudios como uno realizado por la Universidad de Pittsburgh demuestran que personas que han tomado pescado toda su vida tienen cuatro veces menos riesgo de sufrir Alzheimer en comparación con otras que no lo comen. Entre otros, el omega 3 presenta varios efectos, uno de ellos es el antiinflamatorio. Según unas investigaciones interesantísimas, si sustituimos los antiinflamatorios clásicos (como el ibuprofeno) por omega 3, las personas experimentan el mismo efecto pero sin esa medicación. Además posee el efecto conocido de bajada de colesterol, reduce la obesidad, también mejora la memoria, la concentración. Alivia las contracturas, la inflamación de encías, migrañas, incluso fibromialgia o síndrome de fatiga crónica.
-¿Por qué razón el Sistema Reticulado Activador Ascendente (SRAA) del cerebro es tan importante, tal como lo expresa en su libro?
-Soy una fiel defensora de este sistema. Recibimos constantemente a través de los sentidos varios millones de bits de información, pero el SRAA los filtra, haciendo que solo prestemos atención a aquello que es importante para nuestros objetivos, ilusiones y sueños. Así, una embarazada empieza a ver otras mujeres en ese estado, pero no significa que haya un boom de natalidad en su barrio, sino que su cerebro en ese momento “quiere verlo”. O cuando ansiamos algo con fuerza somos capaces de visualizarlo porque el cerebro está sensible a eso que queremos. Esto es muy importante para hacer que pasen cosas buenas, tanto como tener un proyecto de vida. El 90 % de aquellos que no les pasan cosas buenas en la vida tampoco sabe qué quiere que le pase, y por mucho que le sucedan cosas positivas no las valora como tales. Hay que ilusionarse y no tener miedo a soñar porque eso ayuda a que el cerebro se active para que empiecen a suceder cosas espectaculares en el entorno.
-¿Nuestro cerebro crea la realidad que queremos que se produzca?
-Él se encarga de enseñarnos lo conveniente que hay en el entorno que nos sirve para nuestros proyectos. Cuando el SRAA está “apagado” no lo percibimos y por lo tanto todo depende de los ojos que miran y el cerebro que analiza.
-¿Qué es la mejor versión de uno mismo? ¿Hay una versión, digamos, estándar o es individual?
-Cada uno debe buscar su mejor versión, hacer todo lo posible por encontrar lo mejor que pueda obtener en esta vida. Somos distintos unos de otros, con fortalezas y defectos, el problema aparece cuando nos obsesionamos con los defectos. Si los conocemos y somos capaces de gestionarlos, podemos neutralizarlos con las fortalezas, que todos tenemos y hay que potenciar al máximo. La mejor versión consiste en tener conocimiento, buena voluntad, (esto es: orden, constancia, perseverancia, saber organizarse), añadimos un buen proyecto de vida, (saber hacia dónde nos dirigimos) y todo ello multiplicado por la pasión. Algunas veces estamos en modo supervivencia y luchamos por no hundir esa versión, pero en otros momentos nos planteamos qué podemos hacer para crecer interiormente. Entonces hay que fortalecer lo bueno que llevamos dentro.
-Buscamos el placer y huimos del dolor, y usted dice que el dolor transforma.
-Es que el dolor tiene un valor y el sufrimiento, sentido. El dolor puede traer consecuencias muy positivas, como convertimos en mejor persona si sabemos orientarlo de forma adecuada. Reflexionamos, cuestionamos para qué estamos aquí. Nos ayuda a aceptar nuestras limitaciones, porque no somos perfectos ni intocables. Y transforma el corazón, entendemos a otros que sufren, ganamos en empatía.
-Perdonar es ir al pasado y volver sano y salvo. Esta frase suya impacta.
-Cuando estuve en Camboya sacando niñas de la prostitución infantil enfrenté historias terribles, incapaz de asimilar. Un día una pequeña me dijo que la única manera de superar eso era perdonar. Entonces me lo planteé en profundidad, tanto que el perdón se encuentra en el eje de muchas de mis terapias en consulta. El rencor puede enfermar y modificar incluso nuestros genes. Es más tóxico y puede causar enfermedad. Perdonar es una actitud superior ante los demás y la vida, eleva a quien es capaz de hacerlo. Significa no quedarse enganchado con nadie y dar un bien a pesar de haber recibido un daño.
-¿Qué son los negaholics?
-Quienes expresan “no, no y no; he dicho que no y no”, personas tóxicas cercanas, incapaces de ver nada desde un punto de vista positivo. Todos conocemos alguien con esta característica, una actitud ante la vida, un tipo de personalidad y comportamiento que es consecuencia de haber sufrido. Lo mejor que puede hacer un negaholic es darse cuenta de que lo es, (esto en psicología se denomina insight) y es un comienzo para mejorar.
-¿Y la cronopatía?
-Significa “enfermedad del tiempo”, un trastorno que observo actualmente en muchas personas que necesitan constantemente hacer cosas. Ocupan el día con múltiples actividades, y esto no es más que una huida hacia adelante, y cuando tienen que frenar para el descanso, se enferman. En el fin de semana no saben qué hacer, sufren dolor de cabeza y desean que llegue el lunes. Es gente que necesita tener siempre algo que realizar. La sociedad está convencida de que yendo rápido tendremos mayores y mejores resultados, y las agendas son disparatadas. Esto pasa con los niños y las actividades extraescolares, para que sean “más listos y perfectos”.
-Desde la medicina, cómo ve la meditación y el mindfulness.
-Es un campo interesantísimo y he leído e investigado diversos tipos de meditación. Ayudan profundamente en términos generales, pero a personas con gran estrés meditar les resulta un suplicio. Intentan y se alteran más. Dicho esto, hoy se sabe que el mindfulness mejora la salud física, psicológica, y se recomienda mucho en empresas, en hospitales, para pacientes oncológicos.
-Frenar la mente puede generar mayor angustia en algunas personas con gran estrés. Bien, ¿entonces qué pueden hacer para desconectar?
-Influye mucho el mundo digital, encaminado a que vivamos alertas constantemente con notificaciones de las redes sociales, etcétera. Así impiden que nos vinculemos con el momento presente. Las pantallas nos apagan el SRAA. Nuestra mirada está fija en una vida virtual que nos da una gratificación instantánea, pero por el mecanismo fisiológico, la dopamina, que regula el SRAA, tiene un tiempo muy limitado y necesitamos más. Esta es la razón del alto poder adictivo de las nuevas tecnologías. ¿Qué hacemos? Poner el teléfono a veces en modo avión, que haya zonas en la casa donde nunca se utilice y como tampoco en las comidas o reuniones familiares; que las notificaciones nunca salgan en la pantalla. Somos dueños de nuestra atención y no los aparatos. Lo principal es ser consciente de qué capacidad tenemos de hacer introspección y cómo impacta la pantalla en nuestra vida. ¿Controlo yo o la tecnología?
-¿Cómo desarrolla su proyecto ilussio?
-Consiste en talleres y charlas enfocados al mundo de la empresa, en los que explicamos cómo funciona el cerebro ante los diferentes desafíos empresariales y vitales. Después cada participante tiene la posibilidad de hacer sesiones individuales con nuestro equipo, psicólogos y psiquiatras, para hacer un proyecto personal, profesional, y sacar su mejor versión a nivel emocional. Ayudamos a reconocer si realmente está en un momento de supervivencia o no. Debe haber un jefe que crea que las emociones, la felicidad y el equilibro son básicos para la eficiencia y el rendimiento. Entonces se consigue que el ambiente mejore y también la productividad. Muchas veces solo con la identificación de ciertos patrones de comportamientos o de una realidad tóxica podemos a ayudar a reenfocar.