por Patricia Abarca Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
Las personas que sufren anorexia conviven con un problema no resuelto a nivel psicoemocional. Se caracterizan por una incesante búsqueda de la delgadez y un deseo exagerado de mantener un peso por debajo de lo normal, nunca se ven lo suficientemente delgadas y por lo tanto viven con un permanente miedo a ganar peso, hacen dietas rigurosas y ejercicio excesivo, se pesan continuamente y comen muy pequeñas cantidades de ciertas comidas, acompañándose además de depresión, ansiedad y comportamientos obsesivos.
En lo físico la malnutrición deriva en complicaciones neurológicas, anemia severa, problemas cardiovasculares y, a veces, en el abuso de medicamentos y drogas. Si se hace una buena terapia que comprenda la problemática psicoemocional, además de restablecer la salud física, se puede llegar a una recuperación absoluta. Sin embargo, se conocen casos de anorexia en los cuales, al no lograr fortalecer adecuadamente el aspecto psicológico, las recaídas recurrentes han ocasionado la muerte, ya sea por suicidio o bien por un paro cardiaco consecuente con la malnutrición del organismo y la pérdida de electrolitos.
Según el diccionario de dolencias y enfermedades vinculadas con las emociones y los pensamientos de Jaques Martel, la anorexia viene de un sentimiento profundo de insatisfacción y de falta de afecto en la infancia, que puede originarse en un contacto inadecuado entre la madre y el bebé. Respecto a esto, una persona en terapia comentaba: “Mi madre nunca se preocupó de mí, yo sé que ni siquiera se esforzó por darme el pecho. Como trabajaba, era más cómodo dejarme al cuidado de otros; en cierto modo, lo entiendo, pero es que siempre he sentido que no se ha preocupado de mí”. En otros casos hay un sentimiento de que el “espacio personal” ha sido excesivamente invadido o controlado por la personalidad de los padres. Este espacio puede vincularse con las cosas físicas como la ropa, juguetes, etcétera: “Siempre me vistieron como ellos querían y me compraron lo que ellos quisieron; creen que me lo han dado todo, pero nunca se detuvieron a pensar en lo que yo realmente quería… y si alguna vez me lo preguntaron, me sentía tan sola e insegura que no era capaz de decir lo que deseaba”. Pero sobre todo este espacio se refiere a lo no físico, como son los derechos y necesidades personales, por ejemplo: “No me sentía con la libertad de organizar mis cosas y llevar mi vida de acuerdo con mi propio ritmo personal, y no el que ellos me exigían”. Esta misma persona en otra sesión expresaba: “Nunca me sentí valorado, respetado o amado como yo hubiese querido”.
Hay múltiples factores que pueden afectar la percepción y la experiencia vivida respecto a la relación afectiva con la familia o con quienes nos rodean. En el caso de la madre, puede influir por ejemplo la privación del pecho materno y del cálido ambiente físico que debería acompañar al momento de dar alimento, el modo artificial de alimentación dosificada y demasiado rígida en su aplicación, o bien, la sobre o subalimentación impuesta por un respeto exagerado a una curva de peso ideal, sin considerar los ritmos naturales del propio bebé. Es evidente que se puede compensar la frialdad que conlleva la lactancia artificial, acariciando al bebé y permitiendo que su piel tome contacto con el cuerpo materno, como también dejando que el bebé también lo toque y lo acaricie mientras se le da el biberón, ya que no todas las madres pueden dar pecho a sus hijos y no tienen por qué sentirse culpables por ello. Sin embargo es fundamental estar muy atentos a las necesidades del bebé, más que lo se quiere desde el punto de vista materno. No se enseña a ser madre, y sabemos que cada madre lleva su propia mochila psicoemocional a cuestas, pero ante la duda es mejor hacer uso del instinto e intentar ser una madre más bien natural, no exageradamente perfecta, y menos aún sobreprotectora o indiferente.
Se sabe que en la anorexia existe la necesidad de colmar un vacío afectivo interior; es como si se intentara hacer morir de hambre ese vacío interior, “anularlo a través del hambre para que no me pida nada”. El sentido de estar fuera de sí, sentirse incapaz de controlar las situaciones que la vida va presentando, es otro de los sentimientos recurrentes en estas personas. Por eso se ejerce, inconscientemente, el control sobre el propio cuerpo a través de la comida: es una forma de sentir que se es capaz de controlar algo. También puede haber un sentimiento de contrariedad hacia el padre o la madre que se proyecta en la comida. En otros casos hay un deseo de acercarse a una pureza física e interior mediante un rechazo exagerado a ciertos alimentos.
La anorexia conlleva una conducta autodestructiva, pero la mayoría de las personas que la sufre no percibe el daño que se hacen. Si bien los problemas psicoemocionales nos acompañan a lo largo de nuestra vida, los factores desencadenantes de su expresión somática -o corporal- se pueden producir en cualquier etapa de la vida; en el caso de la anorexia, tiende a parecer en la adolescencia, etapa en la que ponemos a prueba -y en el mejor de los casos fortalecemos- nuestra identidad y nuestra autoestima. Pero también puede aflorar por otros detonantes que nos hacen sentir fuera de control: el inicio de la universidad, la pérdida de un ser querido, ser motivo de burla, haber sido ignorados o una ruptura amorosa muy dolorosa, el abuso sexual o físico, fracasos en la escuela, el trabajo o la participación en sucesos competitivos, ya que estas personas tienden al perfeccionismo.
El arteterapia ayuda a tomar conciencia de los problemas que subyacen bajo los síntomas de la enfermedad, así como de los conflictos que impiden relacionarse de forma sana con el propio cuerpo. A través de las diferentes expresiones artísticas se va potenciando el desarrollo del autoconocimiento y la aceptación de la propia imagen, se permite expresar emociones, sentimientos y pensamientos que habitualmente permanecen bloqueados, y a partir de ahí encontrar el equilibrio psicológico necesario para valorarse y aprender a mirarse a sí misma/o con otro prisma. Si tienes este problema y temes hablar de ello, no dudes en buscar ayuda, el arteterapia es una vía.