Carmen López
El arte estimula nuestro lado derecho del cerebro y nos ayuda a entablar conexiones con la psique, permitiéndonos expresar aquello que no podemos o no sabemos comunicar con palabras; por eso, cuando lo desarrollamos con un sentido terapéutico, no se pone el énfasis en los aspectos estéticos o en el dominio de los medios artísticos ya que no se trata de crear obras de arte, sino más bien de sentir, experimentar y expresar. Aun así, a través de este camino algunas personas descubren una capacidad artística hasta entonces coartada u oculta.
Sea como sea, una actividad creativa con fines terapéuticos o de refuerzo puede ayudarnos, entre otras cosas, a:
• Expresar conflictos interpersonales como la culpa, el resentimiento, el miedo, el dolor, o bien, representar momentos traumáticos, de peligro o angustia, permitiendo que afloren las emociones contenidas, lo que ayuda a comprender y transformar el mecanismo involucrado en ello.
• Exteriorizar simbólicamente episodios inconclusos de la vida, dialogar con las imágenes que surgen, construir un desenlace distinto -si se quiere-, y aliviar el malestar asociado al recuerdo de dicha situación.
• Manifestar metafóricamente ilusiones o deseos no aprobados o prohibidos, pero que forman parte de nuestra interioridad.
• Profundizar en el conocimiento de uno mismo, recursos, posibilidades y aptitudes; también, expresar simbólicamente lo que menos gusta de sí mismo, obteniendo una visión realista de cómo nos enfrentamos ante la vida.
• Dialogar con nuestros sueños y nuestros planes, lo que nos gustaría llegar a ser y hacer.
• Reforzar la valoración personal y obtener una mayor confianza en sí mismo.
• Descubrir y desarrollar el talento artístico.
Los resultados dependerán, como en todo programa, de cuánto se involucre la persona y de la honestidad con que viva su propio proceso y por supuesto, también, de la capacidad del guía que orienta la actividad. En realidad lo que ocurre en nuestro interior es algo muy similar al desarrollo de una obra plástica, tal como expuso en uno de sus escritos Antoni Tàpies, reconocido artista que desplegó gran parte de su obra centrándose en un personal análisis de la condición humana.
Tàpies dijo: "La obra se va gestando lentamente en el interior del artista. Se crea como un hábito de pensar y reaccionar en imágenes que después, casi inconscientemente, vamos decantando y seleccionando".
Como en todas las cosas de la vida, hay un diálogo entre el autor y la materia de su obra. Al comienzo la meta no es siempre clara, "se hace camino al andar". Del mismo modo, en la aplicación terapéutica del arte, el proceso transformador de nuestra humanidad se va desplegando lentamente y de manera no siempre consciente, a través de ese íntimo -a veces reflexivo y a veces intuitivo- diálogo que aflora entre las imágenes y nosotros.
Como vemos y como dice el refrán, vivir también es un arte; un arte que no depende exclusivamente de lo externo. En gran medida proviene de esa propia mirada transformadora que nace de nuestro interior y del camino que desarrollemos con ella.