Quién es
Daniel Lumera es director de la Fundación My Life Design y presidente de la International School of Forgiveness (ISF), dedicada al profundo impacto del perdón en los individuos y en la sociedad. Está especializado en sociología de la comunicación y de los procesos culturales. Una persona clave en su formación fue Anthony Elenjimittan, unos de los últimos discípulos directos del Mahatma Gandhi. En España es profesor del posgrado en la Escuela de Negocios de la Universitat de Girona. Ponente en el congreso Spirituality and Creativity in Management de ESADE sobre el perdón en el mundo empresarial, acaba de publicar en castellano el libro “Los 7 pasos del perdón” (Obelisco).
Más info en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Aurelio Álvarez Cortez
-Como tu libro lleva el título de “Los 7 pasos del perdón”, comparte tu definición de perdón, Daniel.
-El perdón es simplemente el acto de dar, perdonar: para donar. Cuando pregunto a las personas por qué perdonan, responden que lo hacen para sanar una relación, para liberarse de un sufrimiento… Siempre somos mercaderes, hacemos algo, incluso meditamos, para recibir algo, salud, iluminación. Pocos logran penetrar en el significado más profundo del perdón. Es el acto incondicional de saber dar y encontrar una dimensión auténtica en ese dar, en la perfección del acto del dar, una gratitud profunda para poder dar. Es la conclusión de un estudio que empecé en 2005, después de una crisis brutal que pasé y que me ha hecho desarrollar este trabajo.
-Una crisis lo suficientemente significativa como para dar un vuelco tan grande en tu vida.
-Con 19 años comencé las prácticas meditativas y cuando llegó la crisis ya tenía muchos años de práctica intensa, incluso en condición monástica. En aquel momento rompió la relación de pareja que tenía, cerré un centro de formación, me bloquearon un contrato en la universidad, enfermé físicamente, los amigos más íntimos me dejaron, desaparecieron. Lo único que podía salvarme era la práctica interior, la meditación, pero tampoco funcionó. Cuando una crisis es total y te toca los pilares, los puntos de referencia en los que conscientemente has construido tu existencia, es una crisis transformadora. Así fue. Pasé una soledad impresionante porque veía que nadie era capaz de ayudarme. Entonces acepté lo que me estaba sucediendo, empecé a amarlo, y ahí surgió el tema del perdón.
Hasta aquel momento estaba seguro de que podía controlar, manifestar y crear todo, y evidentemente esto es realidad como también lo es lo opuesto. Nada depende de nosotros y al mismo tiempo todo depende de nosotros. Cuando somos capaces de encarnar el contrasentido, la paradoja que somos, comienza una dimensión auténtica de la vida, sin dogmas, sin certezas, sólo fluyendo en un presente genuino.
-El subtítulo de tu libro es “La ciencia de la felicidad”. A primera vista no parece haber relación entre perdón y felicidad, ¿o sí?
-En la actualidad se puede hablar de neurociencia del perdón. El perdón estimula determinadas áreas cerebrales, como el lóbulo prefrontal, el precúneo, el parietal inferior, relacionadas con habilidades específicas para vivir felizmente, con la capacidad de resolver los problemas con recursos y de percibirlos así. Por ejemplo, ante el despido de su trabajo, algunos entran en depresión, dicen que es mala suerte y se enfadan, y otros creen que es una ocasión maravillosa para reinventarse. Esta es una habilidad que el perdón estimula. El lóbulo parietal inferior es el asiento de funciones vinculadas con la empatía, sentir con los demás, experimentar compasión sin juicio, mientras que el precúneo está relacionado con la capacidad de cambiar de perspectiva. Por lo tanto, se puede hablar de una educación de la conciencia, de una cualidad de vida emocional, mental, perceptiva, superior.
-Señalas al perdón como un elemento de educación.
-Sí, y lo hace de una forma realmente eficaz. El cerebro funciona bien, el cuerpo está saludable, las emociones y el espíritu hacen una dieta positiva. Por esto se puede definir como ciencia de la felicidad. Pero aquí no hablamos de una felicidad que dependa de algo, de lo que hacemos o tenemos, es una felicidad que depende de cuánto conscientes somos de lo que somos en realidad. Claramente es una felicidad existencial, y el perdón lleva a esta experiencia. Debido a esto hace a las personas no manipulables porque no se les puede vender la felicidad, como ocurre actualmente. Incluso muchas veces la espiritualidad se convierte en un mercado, donde venden la sanación, la felicidad… Yo he sido educado en valores totalmente diferentes, no me gusta el “fast food” de la espiritualidad, el turismo espiritual. El acercamiento más profundo de la espiritualidad se basa en la constancia, la práctica, la paciencia, la humildad, la perseverancia, los valores de un éxito real espiritual. El perdón educa en estas cosas, a amar lo que tenemos dentro. Este es el puente entre el perdón entendido como educación en la conciencia y la felicidad entendida como característica intrínseca de la naturaleza de la conciencia.
-Ese cambio de perspectiva que citas, invita a observar al perdón como un instrumento de reconstrucción en muchos niveles.
-Lo veremos en las próximas décadas. Nosotros como fundación lo estamos introduciendo en las escuelas, también como formación de personal médico y sanitario para curas paliativas, y en las cárceles. Para el entrenamiento correcto proponemos una metodología, no una técnica como el Ho’oponopono, que es valioso, valiente. Exponemos esa metodología para llegar a la experiencia de Unidad, todas las formas de vida están interconectadas íntima y profundamente, y el modelo correcto no es el antropocéntrico sino el biocéntrico, la vida en sí misma como la clave, el punto central de la evolución.
El perdón hace comprender que la evolución no se basa en la competición, sino en la cooperación. Los mayas se saludaban diciendo “inlakesh”, que significa “tú, otro aspecto de mí”, y el perdón cumple ese milagro, restablece un campo unificado de energía de comprensión de lo que es la realidad. Nos lleva a un paradigma donde todo es uno, absolutamente, no solo como concepto mental sino como experiencia física, práctica.
-Hay quien dice “esto nunca lo podré perdonar”. ¿Hay excepciones al perdón?
-Perdonar es una cuestión de salud; quien no perdona, enferma. No lo digo yo, sino más de 300 artículos científicos publicados. Cuidemos nuestra salud porque quienes tragan rencor o tienen emociones pesadas claramente bajan la calidad de vida. Al mismo tiempo, nos han enseñado que el perdón es una debilidad, que si te hacen daño tienes que reaccionar y dañar. Es una sociedad claramente competitiva, basada en la fuerza y que a veces justifica la violencia para sobrevivir. El perdón es lo contrario, perdonan sólo los valientes porque es un acto de coraje. La palabra coraje viene del latín, “cor”, corazón, tener corazón, y es el acto de actuar, pensar y sentir a través del corazón, algo nada fácil porque no hemos sido educados en esto. Te cuento una historia impactante. Trabajando en proyectos en cárceles, pregunté a un educador cuál era su experiencia con el perdón y me dijo: “Estuve con una madre en una prisión para menores, que me dijo «¿ves a ese chico en el fondo?, es quien ha matado a mi hijo; con mi marido preguntamos si tiene padres y nos han informado que no, así que cuando lo dejen en libertad volverá al mismo ambiente que lo ha empujado a matar a mi hijo. Queremos adoptarlo»”. Esta mujer no era cristiana. Hay muchas personas que hablan de amor incondicional, de ángeles, del color violeta, y son incapaces de vivir estos valores con coherencia, aplicarlos día a día. Como fundación, celebramos el valor de la coherencia, en la aplicación del perdón en una experiencia de vida. El cambio de paradigma no significa rechazar el viejo, sino aceptarlo, amarlo, integrarlo desde adentro.
-El camino de la paz a través del perdón…
-El perdón no es un punto al cual llegar, sino una decisión, una elección que tomamos paso tras paso, caminando en la gratitud y en la paz. ¿Quién soy yo para decirle a una niña que le han matado a su padre que perdone al asesino? Es una elección personal. Seguramente yo puedo facilitar el proceso, pero después es el alma de la niña que decidirá, y no son los talentos ni el poder lo que desvela qué somos íntimamente sino las elecciones, y siempre las grandes almas eligen el amor en los momentos difíciles.
-Otra cuestión que tratas es el pasaje bíblico de las conocidas “setenta veces siete”.
-Hemos empezado a medir los efectos del perdón sobre el cerebro y hemos visto que activa determinadas áreas cerebrales. Incluso pueden ser relacionados con un network (red), que llamamos Brain Default Network, que funciona cuando estamos en estados avanzados de meditación, como la budista. En estos estados somos capaces de interiorizar completamente la realidad y redefinirla en nosotros mismos. Estos efectos cerebrales, estados de conciencia, se manifiestan cuando entramos profundamente en un proceso del perdón. Hemos observado que setenta veces siete es el número mínimo de repeticiones que sirve para que nuestro cerebro comience a funcionar de una forma correcta a través del perdón. Por ejemplo, con la producción de endorfinas. Es muy interesante ver el paralelismo existente entre una proporción bíblica, crística, y un cambio neurofisiológico, comportamental, emocional. Hay dos técnicas presentadas en el libro: una es la fórmula Uno en el Uno y otra, la de la octava, ambas toman en consideración la repetición de “70 veces 7” de un protocolo. Hemos constatado que se trata de una proporción específica que funciona.
-Explícanos los siete pasos del perdón.
-El primero es la comprensión de que el perdón libera del sufrimiento, cualquiera sea. Se puede aplicar en una relación, una enfermedad, una obsesión mental, una emoción fuerte, etcétera. En el segundo paso se experimenta el poder sanador del perdón y en el tercero se comprende que es un camino de realización. Anthony Elenjimittam, uno de los últimos discípulos directos de Gandhi y a quien considero mi guía espiritual, decía que la forma como nosotros presentamos el perdón es claramente un camino semejante al del advaita vedanta, no dual, aplicado, por eso se puede hablar de un camino de realización. El cuarto paso es la acusación, que significa aprender a tomar contacto con nuestras sombras, admitir su existencia y amarlas. Sanamos la dualidad positivo-negativo. En el quinto paso asumimos la responsabilidad absoluta de nuestra existencia, lo que vivimos y nos acontece, todo depende de nosotros. Cuando esto sucede, experimentamos el valor pedagógico, el perdón se transforma en una herramienta real de poder. Luego, en el sexto experimentamos gratitud incondicional y en el último conocemos el amor, la integración completa en la Unidad.
-En la mente puede haber intención de perdonar, pero el corazón no da el paso final.
-Eso sucede porque no hay una educación real en el perdón, no se sabe cómo hacerlo. En los siete pasos lo explicamos. Las personas no tienen una brújula y una metodología de cómo liberarse del sufrimiento, cómo empezar, no entienden qué es un perdón, interiormente puede haber una cancelación del sentimiento. En nuestro método se comienza desde la raíz de nuestra percepción, de nuestros pensamientos y emociones; allí se inicia el cambio. Si quieres limpiar el mundo tienes que empezar por tu habitación, tu interior, en la cualidad de lo que sientes. Al día de hoy existen millones de técnicas sobre espiritualidad, pero el gran cambio se logra por la capacidad de contextualizar la metodología y la actitud, esto hace la diferencia.
-Algunas historias no son personales sino heredadas por ser miembros de un clan familiar…
-El perdón limpia, incluso anula, la ley de causa-efecto, el karma, completamente. A través del método que utilizamos no sólo trabajamos en nosotros, sino también en otros individuos, la familia. La ciencia ha demostrado que nuestro ARN transmite los traumas familiares de generación en generación, lo que significa que tenemos una responsabilidad generacional, que transferimos a nuestro linaje, con traumas, bloqueos… Por eso existen protocolos de perdón que sanan la línea de sangre de madre y padre, y libera no sólo al individuo sino al entorno familiar. Muchas personas que hacen constelaciones familiares se están formando en nuestra escuela. El perdón seguramente es una herramienta de evolución potentísima.
-Hablas del sol, de darse como él. ¿Tenemos que ser soles?
-Ya lo somos, ¡pero no lo recordamos! El sol se dona constantemente, dona lo que es: luz, amor, vida, sin distinciones. Nosotros somos estrellas en el vacío más absoluto y nos comportamos como seres humanos. Es un contrasentido mayúsculo. No somos homo sapiens, sino “ego sapiens”. Para hacer lo que estamos haciendo con el planeta, tenemos un nivel de conciencia horroroso. Que seamos soles capaces de originar un sistema planetario hecho de personas y situaciones, equilibrado, o estrellas que caen, depende exclusivamente de nosotros. A veces es necesario un instrumento como el perdón que limpie profundamente el alma y haga brillar nuestra naturaleza.
-También dices que el perdón verdadero se dirige hacia uno mismo.
-Aunque empieces por un acontecimiento externo, llegas a darte cuenta de que el objeto sobre el cual estás trabajando, ya sea una persona o una situación, es simplemente un aspecto de ti. El perdón te hace realizar aquella expansión de conciencia donde tú eres todo, no existes como individualidad, por eso finalmente puedes perdonarte a ti mismo, todo es un aspecto de ti. Al comienzo es bueno utilizar el perdón por necesidades egoicas porque el ego es una oportunidad extraordinaria que tenemos a disposición para celebrar esta unidad con valores elevados. El perdón sólo se puede hacer con uno mismo. En las técnicas avanzadas de la Escuela Internacional del Perdón, de la que soy presidente, hay experiencias del perdón donde la persona se perdona a sí misma tan profundamente que trasciende las personalidades parciales, como creerse un profesional, padre de familia, un individuo. Es la sanación más grande que puede tener un ser humano.