Patricia Abarca. Matrona, doctora en Bellas Artes y máster en terapias expresivas
Generalmente no utilizamos nuestro cerebro de forma tan intencionada como creemos, ni siquiera en aquellos momentos cuando nos centramos en una tarea específica, ya que la mente continúa generando imágenes propias que están fuera de nuestro control. Sin duda todos conocemos alguna persona que vive asediada por sus pensamientos negativos, temores y preocupaciones -muchas veces irreales- que están sólo en la mente, no pudiendo desprenderse de ellos. En otros casos, cuando se padece depresión crónica, los pensamientos se mantienen anclados en los recuerdos negativos del pasado -exagerados por la propia imaginación- sin que la persona sea capaz por sí misma de desengancharse.
De la misma forma, la mayor parte de las decisiones que tomamos a diario puede parecernos producto de nuestra reflexión, pero en realidad no es así; las decisiones las tomamos conjugando los hábitos y la intuición. Los hábitos que aprendemos no tienen mucha importancia por sí mismos, pero están arraigados en nosotros y conducen nuestra vida sin que nos demos cuenta, se instalan inadvertidamente y se transforman en rutinas que parecen inamovibles.
Charles Duhigg nos dice: "Los hábitos surgen porque el cerebro siempre está buscando una forma de ahorrar esfuerzo". Por esta razón es tan importante desarrollar la voluntad y la creatividad ya que si anulamos estos aspectos en nosotros el cerebro intentará convertir cualquier rutina en un hábito, intentando trabajar lo menos posible. Hay hábitos buenos que nos facilitan la vida –como levantarnos todos los días a la misma hora, alimentarnos de manera sana, dedicar un tiempo a disfrutar de la naturaleza, lavarnos los dientes, etcétera– y hábitos que nos empobrecen o complican la vida –beber o comer en exceso, ser adictos al juego, irnos tarde a la cama, no descansar lo necesario, ser adicto a la televisión, ser incapaz de desconectar el móvil o el ordenador en los ratos libres, etcétera–.
Lo importante es saber que los hábitos se pueden ignorar, cambiar o sustituir; todo depende de que nos lo tomemos en serio y, si no somos capaces de hacerlo por nuestra cuenta, debemos buscar ayuda para aprender las estrategias emocionales y mentales que nos permitan reforzar el control del deseo, y no caer en la tentación. Los seres humanos poseemos una asombrosa capacidad de aprendizaje y, del mismo modo como aprendemos muchas cosas que nos vienen de afuera, necesitamos aprender a dirigir nuestro pensamiento, tomar contacto con la propia experiencia y el propio mundo emocional para cambiar aquellos roles que hemos internalizado como nuestros, como "normales", y a través de los cuales nos conducimos en la vida. Es importante tener claro que podemos transformar todo lo que deseamos a mejor, siempre y cuando cambiemos nuestra actitud y el color del cristal con el que miramos nuestras experiencias.
Cualquier logro que una persona puede alcanzar depende de dónde, cuándo y para qué quiere realizar dicho cambio; requiere querer hacerlo y, luego, perseverancia para continuar el proceso de transformación: lo primero que necesitamos saber es reconocer qué ansia, qué deseo –qué carencia– hay detrás de esa conducta; si no somos conscientes de esto, podemos perder el control de la vida sintiéndonos dominados por un entramado invisible que nos parece imposible romper. Una vez que clarificamos, aceptamos y elaboramos lo que mueve la conducta, necesitamos entrenar el pensamiento y la conciencia para invertir el hábito.
Debemos también tener presente que la base de nuestro poder de transformación está en la actitud que tenemos hacia nosotros mismos, cómo nos tratamos y cuál es el diálogo interior con nosotros mismos, ya que el autoconcepto es el centro de nuestra personalidad y, por lo tanto, el principal motor que potencia cualquier cambio que queramos hacer.
Otra cosa fundamental es comprender y aceptar que los cambios se van produciendo progresivamente y de manera casi imperceptible. La mayoría de la gente cree que la transformación debe producirse de forma notoria y rápidamente, y además así lo quiere; pero en realidad los cambios a nivel emocional y a nivel del pensamiento, que es lo primero que debemos trabajar para producir la transformación deseada, se van produciendo de manera casi imperceptible.
Como dice Duhigg, "son los pequeños triunfos los que producirán los cambios de hábitos generalizados"; si no tenemos la paciencia –y la humildad– de aceptar esto será muy difícil que avancemos de forma certera y definitiva. Por el contrario, si cambiamos bruscamente una conducta por orgullo, por ira –o por miedo– sin haber realizado el proceso adecuado a nivel emocional y mental, y sin haber fijado las estrategias necesarias, lo más probable es que recaigamos y en cualquier momento volvamos a la conducta no deseada.
Es importante tener en cuenta que cuando logramos encauzar nuestra mente y nuestra voluntad, no se sabe por qué pero surge un mecanismo de autorregulación emocional que permite detectar nuestras necesidades y la forma como tenemos que responder a ellas de manera más clara; es como si al ordenar los pensamientos y la conducta se potenciaran la sensibilidad y la creatividad, aumentara el entusiasmo y la vida nos pareciera más divertida e interesante.
Según mi experiencia, el proceso creativo que conlleva el arteterapia al facilitar el diálogo interno que se produce entre la persona y lo que crea –o expresa–, más la guía del arteterapeuta, permite que la persona tome contacto consigo misma, explore sus límites, sus bloqueos, sus miedos y sus resistencias de una forma no agresiva para sí misma, al tiempo que le facilita tomar contacto con su potencial, sus capacidades y sus recursos de empoderamiento.
De esta forma el arteterapia se convierte en una vía que hace posible la transformación de aquellos modelos mentales que parecen anclados e inamovibles, permite explorar y fortalecer nuestro mundo emocional, transformar el pensamiento y la manera de mirar la vida, encauzando finalmente nuestro cambio de conducta. También nos ayuda a explorar y desarrollar la creatividad, así como nuestra forma de comunicar y expresar, ya que cada actividad, cada técnica, nos entrega un mundo de posibilidades con las cuales podemos jugar y recrear nuestra vida.
Si sientes que has perdido las riendas de tu vida, te sientes descentrado/a y quieres vivir de acuerdo con lo que eres y quieres, atrévete a descubrir la experiencia del arteterapia y los beneficios que te puede aportar.